Hoy en día, tal vez gracias al camarada Chávez, se habla y se escribe de Socialismo como si fuese un abecedario de un Simoncito o Preescolar. Eso no es malo pero jamás será suficiente para entender científicamente el modo de producción (comunismo) que sustituye al Capitalismo. Hay quienes creen y solicitan que se expropien –sin indemnización alguna y ya- a todos los expropiadores que se han hecho de la riqueza explotando el trabajo ajeno; hay quienes creen y solicitan, de un solo plumazo o decreto, ponerle punto final y ser totalmente indiferentes al dólar y al capital; hay quienes creen y solicitan voltear de pies a cabeza de un día para otro el Estado sin hacerle caso a la correlación de fuerzas imperantes en un país; hay quienes creen y solicitan no dialogar absolutamente nada con todo quien sea enemigo del Socialismo; hay quienes creen y solicitan clausurar de una buena vez todos los partidos políticos que no estén radicalmente a favor del Socialismo y todos los medios de comunicación y de educación privados; hay quienes creen y solicitan pasar a manos del Estado desde ya toda institución privada que preste un servicio social; hay quienes creen y solicitan que toda la tierra pase inmediatamente a manos del Estado y sea distribuida entre los campesinos y todo aquel que quiera hacer éxodo de la ciudad al campo; hay quienes creen y solicitan que el Estado, aun cuando no existan las condiciones objetivas y esencialmente tecnológicas, se convierta en el principal monopolista financiero, industrial, bancario, productivo y comercial; hay quienes creen y solicitan, sin prestarle atención alguna a la economía de mercado o mercado mundial, construyamos forma aislada el socialismo; hay quienes creen y solicitan que los medios de producción sean declarados de propiedad social sin antes pasar por la propiedad del Estado. En fin: todo cuanto indique que en verdad los elementos socialistas se imponen a los capitalistas en el período de transición del capitalismo al socialismo para entrar, de manera consolidada y firme, en esa primera fase del modo de producción comunista que lleve, de forma segura, independiente de todo cuanto ocurra a su alrededor, a la segunda fase donde se conquista para siempre ese famoso y humanístico principio de que cada cual trabaje según su capacidad y obtenga según su necesidad.
Si alguna doctrina es inmensamente rica, para servir como cimiento en análisis correctos y determinar conclusiones correctas, es el marxismo. Y éste enseña, de entrada, que ningún análisis nacional es realmente correcto y completo si no está precedido de un análisis internacional correcto y completo. Hace pocos años, incluso identificándose algunos como marxistas, un grupo de intelectuales y científicos llegó a la conclusión que era necesaria una nueva vía para el mundo que no fuera el Socialismo fracasado ni tampoco el capitalismo fracasado. Hasta ahora que se sepa no han publicado el Manifiesto que prometieron sobre su concepción de mundo y de futuro. No hay ni habrá doctrina posible que mientras exista lucha de clases pueda sustituir al marxismo.
En verdad, jamás será posible construir el Socialismo si no dejamos vivo lo mejor del legado tecnológico y científico o cultural y artístico del Capitalismo. Es sobre ello que se construye el Socialismo. No existe otra forma posible de hacerlo. Ni el Capitalismo ni el Socialismo son abstracciones. Tampoco ni el Capitalismo ni el Socialismo son fruto exclusivo de las voluntades de los hombres y mujeres que han habitado o habitan la Tierra. Contradicciones antagónicas, acumulación de cambios cuantitativos que explotan en cambios cualitativos, los terceros excluidos se manifiestan con profunda intensidad o dimensión en la lucha de clases y caracterizan la realidad de este mundo y, especialmente, la oposición o lucha a muerte entre capitalismo y socialismo. Entre ambos modos de producción existe un antagonismo que los hace incompatibles aunque ello no quiera decir que mientras exista el capitalismo sea imposible que se inicie la preparación de las bases para la construcción del socialismo; es decir, se implanten elementos de carácter socialista que batiéndose con los elementos capitalistas terminen por imponerse durante el período de transición del capitalismo al socialismo. En lo que si debe tenerse una claridad meridiana es que de manera eterna no pueden coexistir el capitalismo y el socialismo porque uno u otro vencerá aunque tengamos el optimismo que el socialismo, por ser más avanzado y nuevo, vencerá al fin y al cabo al capitalismo, por ser éste el atrasado y viejo como modo de producción ante la Historia. Pero una cosa es la teoría y otra la práctica, una cosa el dicho y otra el hecho, lo cual obliga a determinar correctamente los trechos.
El marxismo no tiene raíces ni de fatalismo ni subjetivismo. Por eso frente al socialismo no opta ni por la tesis de que el atraso no conduce a nada ni tampoco en el milagro de que es suficiente querer para construir lo que se desea. Por eso, me resulta imprescindible por el bien del lector y de la verdad o de la experiencia histórica, recurrir a los grandes maestros de la Revolución Proletaria en Rusia para citarlos y que cada quien decida si poseen o no valor sus palabras u opiniones a la hora de sus reflexiones sobre la construcción del socialismo.
El camarada Trotsky dijo en 1917, lo siguiente: “Que ningún país debe <esperar> a los otros para empezar su lucha es un pensamiento elemental, que es útil y necesario repetir para que no se pueda sustituir la idea de la acción internacional paralela por la de la inacción internacional en la espera. Sin aguardar a los otros, comenzamos a luchar y continuamos luchando en el terreno nacional, con la certidumbre absoluta de que nuestra iniciativa dará un impulso a la lucha en los otros países”. El camarada Trotsky agrega: “Y si esto (la extensión de la revolución a otros países) no se produce, no hay ninguna esperanza (como lo prueba la experiencia de la historia y las consideraciones teóricas) de que una Rusia revolucionaria pueda resistir frente a una Europa conservadora o de que una Alemania socialista pueda subsistir aislada en el mundo capitalista”. Casi un siglo después, cada quien saque su propia conclusión si el camarada Trotsky tuvo o no razón y si se cumplieron o no sus conclusiones.
Pero por si algunos creen que el camarada Trotsky erró, vayamos al camarada Lenin. Este dijo el 7 de marzo de 1918: “Es una lección, pues no cabe duda alguna de que sin la revolución alemana pereceremos”. A la semana agregó: “El imperialismo universal y la marcha triunfal de la revolución social no pueden coexistir”. A las pocas semanas dijo: “El hecho de estar atrasados nos ha empujado hacia adelante, y pereceremos si no sabemos resistir hasta el momento en que encontremos el poderoso apoyo de los obreros insurrectos de los otros países”. En marzo de 1919, el camarada Lenin sostuvo lo siguiente: “Vivimos no en un Estado, sino en un sistema de Estados; no se puede concebir que una república soviética exista durante largo tiempo al lado de Estados imperialistas. En fin de cuentas, una u otros vencerán”. Un año y unos días luego sostuvo lo siguiente: “El capitalismo, considerado en un conjunto mundial, continúa siendo más fuerte que el poder de los soviets, no sólo militarmente, sino también desde el punto de vista económico. Es preciso partir de esta consideración fundamental y no olvidarla jamás”. En el mes de noviembre de 1920 cuando la revolución logró triunfar sobre los enemigos que quisieron derrocarla por la vía de las armas, el camarada Lenin dijo lo siguiente: “… Mientras subsistan el capitalismo y el socialismo no podemos vivir tranquilamente; en fin de cuentas, uno u otro vencerá. Se cantará el réquiem, ya de la república de los soviets, ya del capitalismo mundial…”.
En julio de 1921, el camarada Lenin sostenía: “Se ha creado un equilibro sumamente frágil, sumamente inestable; un equilibrio tal que la república socialista puede existir, aunque seguramente no por mucho tiempo, rodeada de países capitalistas”. En el mismo julio el camarada Lenin dijo en pleno Congreso del Partido, lo siguiente: “Para nosotros estaba claro que sin la ayuda de la revolución mundial era imposible el triunfo de nuestra revolución proletaria. Tanto antes como después de la revolución pensábamos: inmediatamente, o al menos en muy poco tiempo, se producirá una revolución en los países atrasados y en los que están más desarrollados desde el punto de vista capitalista, o, en el caso contrario, tendremos que perecer. Aunque teníamos conciencia de ello, hemos hecho todo siempre por conservar a toda costa el sistema soviético, pues sabemos que trabajamos no solamente para nosotros mismos, sino también para la revolución internacional”.
Bueno, si no cuadran las citas u opiniones de los camaradas Trotsky y Lenin, si creen que nada dicen o aclaran, si piensan que nada aportan sobre la materia para formarse un juicio, entonces, habrá que buscar en las Sagradas Escrituras una nueva teoría o leyes divinas que nos sirvan de cimiento para, por lo menos, soñar que mientras exista el capitalismo y, especialmente, el imperialismo dominando la economía de mercado o el mercado mundial, podamos los países donde se tenga por consigna, desde el poder, la construcción del socialismo poder sin complicación aduanera alguna importar tecnología, conocimientos científicos, materia prima, alimentos y todo lo indispensable para vencer al capitalismo desde otro planeta donde esté demostrado científicamente que no sólo hay vida humana sino que son, varios milenios, mucho más avanzados y desarrollados que la humanidad viviente en la Tierra. Que allá el comunismo ya fue superado por un nuevo y más avanzado modo de producción.
A modo de sugerencia, simplemente de sugerencia y, por favor, que nadie lo tome como una expresión de autosuficiencia de mi parte. Todo sea por el bien del conocimiento humano. Existen dos libros que ilustran más que millones de ejemplos para salir de todas las dudas sobre lo qué es realmente es socialismo y las condiciones para construirlo. Se tratan de “La revolución permanente” y “La revolución traicionada”. Para quienes no les agrade la idea: ambos son escritos por el camarada Trotsky. Leerlos o estudiarlos no cuesta nada y aunque alguien considere que nada gana pues, tampoco nada pierde.