Camarada Maduro: pila con la pequeñaburguesía

Es totalmente cierto que las dos clases esenciales del modo de producción capitalista son la burguesía y el proletariado, aunque hay ideólogos en que se empecinan en negarlo y, especialmente, en la descalificación del proletariado como la clase social llamada a hacer la revolución socialista. Son las de las contradicciones más antagónicas porque la primera explota y oprime a la segunda y ésta es la única clase social que lleva en su entraña el germen de la emancipación de todos los explotados y oprimidos en la Tierra. Mientras la burguesía tiene que perder lo que le ha expropiado a la humanidad, el proletariado sólo tiene que perder las cadenas que le oprimen y le ata a producirle la riqueza a la burguesía siendo muy mal remunerado por su trabajo. Todo lo demás, lo que conquiste derrocando a la burguesía es ganancia no sólo para los obreros sino para todos los explotados y marginados por el capital. Pero, cosa curiosa, el termidor que permite precisar las situaciones raras y tensas en el capitalismo son los movimientos o desplazamientos –físicos y espirituales- de la pequeñaburguesía.

                Es mucho más fácil que burgueses hagan una cola, sin mucho molestarse, para adquirir mercancías que los pequeñoburgueses. Estos no se molestan, se enfurecen, despotrican de todo: de la burguesía y del proletariado, del Estado y del Gobierno, del régimen político y de las doctrinas específicas de las clases principales del modo de producción capitalista. La pequeñaburguesía, que no es clase social sino conformada por sectores sociales, siente una envidia incontrolada por querer llegar a ser burguesía pero, al mismo tiempo, siente un terror incontrolado por evitar llegar a ser como el proletariado. A sí misma no se da ni paz ni cuartel en ese proceso cíclico espiritual pensando día y noche hacia dónde le inclina la capacidad monetaria de sus bolsillos deducido de las situaciones objetivas en que se desenvuelve.

                El mayor valor político de una dirección revolucionaria es prever y, especialmente, los momentos de mayores peligros. En Venezuela, nada lo indica y más bien confirma su imposibilidad, jamás podrá establecerse o imponerse un régimen político fascista o nazista. Eso, está harto demostrado, corresponde a naciones de alto desarrollo del capitalismo donde la raza blanca se monta ese ridículo y traumático mojón de ser la única pura en la Tierra. Que en Venezuela existan algunos personajes o hasta un grupo reducido de hombres y mujeres de mentalidad fascista o nazista es otra cosa, eso es posible, eso puede ser real. Pero ni el fascismo ni el nazismo cuentan en Venezuela con suficiente piso social para proponerse una osadía de tamaño gigante –en lo perverso- como es eso de instaurar un régimen fascista o nazista. Ahora, lo que sí es posible, ya lo hemos vivido y sufrido, es el establecimiento o imposición de regímenes  políticos bonapartistas. Si algunos creen, como lo creyó Macdonald el inglés, que el nazismo es una repetición del bonapartismo, sería como atribuir a Marx las ideas de Proudhon y a éste las de Engels.

                El fascismo necesita que las contradicciones de la lucha de clases se agudicen al extremo para que así pueda el poder político del Estado colocarse demasiado por encima de la sociedad. En Venezuela eso no va a ocurrir. Pero en un país imperialista sí, porque su oligarquía financiera necesita –dadas las crisis que pongan en juego el poder político- hacer todo lo posible por movilizar a los sectores de la pequeñaburguesía contra el proletariado para vencerlo, doblegarlo y someterlo a las políticas imperialistas. De esa manera paga, a veces, el proletariado su incapacidad para asumir su tarea de conquistar el  poder político existiendo condiciones objetivas para ello. El camarada Trotsky es, hasta el sol de hoy y de todos los del mañana, el ideólogo y político que más conocimientos tuvo y tendrá –aun cuando muerto esté- sobre fascismo y nazismo. Nos dice: “La agudeza de la crisis social surge del hecho de que con la concentración de los medios de producción, es decir, el monopolio de los trusts, la ley del valor, el mercado ya no es capaz de regular las relaciones económicas. La intervención estatal se convierte en una necesidad absoluta [...]”. Y eso sólo es posible en naciones imperialistas por lo cual no debemos trasnochar nuestra mente preocupándonos que en un raro amanecer venezolano, al no escucharse ninguna canción llanera, nos encontremos instalado en Miraflores un régimen político fascista o nazista. Preocupémonos sí, de un campanazo bonapartista. Todo aquel que trate de meter en la cabeza del proletariado y del pueblo venezolano que podemos ser víctima de un Gobierno fascista o nazista nacional criollo, nos miente de buena o de mala fe y de una forma u otra contribuye a aterrorizar a la gente en vez de crearle conciencia.

            Pero, independiente de que acá no se conciba la posibilidad de instauración de un régimen político fascista o nazista, debemos prestar mucha atención a los vaivenes de la pequeñaburguesía. El camarada Trotsky nos dice, sin pele alguno, las características de la situación que puede conducir a un régimen político fascista o nazista. Si existen otras, que las incorporen pero de alguna manera estarán relacionadas o supeditadas a las mencionadas por el camarada Trotsky. Este dice: “Tanto el análisis teórico como la rica experiencia histórica del último cuarto de siglo demostraron con igual fuerza que el fascismo es en cada oportunidad el eslabón final de un ciclo político específico que se compone de lo siguiente: la crisis más grave de la sociedad capitalista; el aumento de la radicalización de la clase obrera; el aumento de la simpatía hacia la clase trabajadora y un anhelo de cambio de parte de la pequeña burguesía urbana y rural; la extrema confusión de la gran burguesía; sus cobardes y traicioneras maniobras tendientes a evitar el clímax revolucionario; el agotamiento del proletariado; confusión e indiferencia crecientes; el agravamiento de la crisis social; la desesperación de la pequeña burguesía, su anhelo de cambio; la neurosis colectiva de la pequeña burguesía, su rapidez para creer en milagros; su disposición para las medidas violentas; el aumento de la hostilidad hacia el proletariado que ha defraudado sus expectativas. Estas son las premisas para la formación de un partido fascista y su victoria”.

            Los sectores pequeñoburgueses pululan por todos lados. Exigen demasiado; siempre expresan o que están en la ruina o van hacia la quiebra; piden demasiado; jamás se muestran conforme con lo que ganan u obtienen; son los más dados a solicitar créditos e inventar maniobras para que los exoneren de pago; les molesta el ruido de las opiniones políticas de izquierda o del proletariado; sienten rabia desenfrenada contra los sindicatos, siempre encuentran hedor putrefacto en las esferas de los partidos de la burguesía y del proletariado; hay períodos en que se vuelven críticos-críticos y no lanzan proposiciones de construcción; saben medir las inclinaciones políticas a través de las elecciones porque ellos conforman un importante número de votantes; les agradan aquellos programas económicos que priorizan sus necesidades sobre las clases esenciales del capitalismo; les produce asco la indumentaria del campesino; hacen sugerencias buscando penetrar las esferas del poder porque siempre en el poder habrán expresiones de la pequeñaburguesía; saben que una revolución proletaria no trata con los métodos políticos ni económicos a la burguesía que a los sectores de pequeños productores; muchas veces el pequeñoburgués es quien mejor se disfraza de revolucionario y quien mejor se aprovecha de las bondades de un proceso revolucionario. Nunca en la historia de la lucha de clases se ha conocido un Estado donde todos los dirigentes políticos sean de la burguesía o sean del proletariado. Es la pequeñaburguesía la que más rápido capta la esencia de las doctrinas y trata de aprovecharse para inyectarle grandes dosis de reformismo, revisionismo u oportunismo. Es especialista en alzar las banderas del nacionalismo extremo. Ojo, pues, con los desplazamientos de la pequeñaburguesía porque es un importante sostén social no sólo para las luchas del fascismo o nazismo sino, igualmente, del bonapartismo.

Ahora, sepamos con claridad, como lo dice el camarada Trotsky: “el fascismo pudo triunfar (como podrá triunfar. Nota mía) sólo en aquellos países donde los partidos obreros conservadores impidieron al proletariado utilizar la situación revolucionaria para tomar el poder ”. Cosas de naciones altamente desarrolladas del capitalismo, pero el proletariado y sus organizaciones políticas si no se ponen las pilas en países llamados subdesarrollados o del Tercer Mundo, si dejan que la pequeñaburguesía haga lo que le venga en gana, se nos puede colar el bonapartismo y hacerse del poder. Por suerte en Venezuela, el Proceso Bolivariano ha logrado ganarse a una parte, por lo menos, importante de los militares y policías para la causa bolivariana. Sin embargo, no olvidemos nunca esto: “La dinámica de la lucha, en la cual el enemigo se aprovecha de cada error, de cada falta, y ocupa cada pulgada de terreno no defendido, resuelve la cuestión” (Trotsky). Eso, igualmente, tiene validez para los revolucionarios en relación con los errores y las faltas del enemigo.

                Hoy en día, en que la globalización casi todo lo domina y lo estruja entre sus garras, se producen cambios bruscos, desplazamientos repentinos  y eso hay que comprenderlo con tiempo. Por eso, la mejor estrategia es aquella que se sustenta, paso a paso, en la marcha de los fenómenos o acontecimientos históricos sacándole triunfos y desechando derrotas. 



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Freddy Yépez


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