“Dichoso el pueblo si descubre en sí mismo las fuerzas necesarias para consolidar el legado; la magna Obra que nos legó nuestro Comandante Eterno. Cada vez que un pueblo envejece y reemplaza su ideario por bastardeados apetitos, la vida se abisma en la inmoralidad y en la violencia. En esa hora deben los jóvenes tomar el testigo y conducir el país hacia derroteros de igualdad social y solidaridad, es su misión renovar el mundo moral y en ellos ponemos nuestra esperanza con el anhelo de ensanchar los cimientos de la justicia social. Libres de dogmatismos, pensando en un mundo mejor, podemos aumentar la parte de felicidad común y disminuir el lote de comunes sufrimientos”.
La burguesía envejecida no ve la magnitud de los problemas. Niega la urgencia de asentar sobre bases más justas el equilibrio social; niegan la necesidad de solidarizar nuestro pueblo, como única garantía de su independencia. Es misión del pueblo, tomar a los ciegos de la mano y guiarlos hacia el porvenir. Arrastrarlos si dudan, no abandonarlos si se resisten. A cierta altura de la vida, la ceguera es un mal irreparable. El pueblo pierde su tiempo cuando espera impulso de la vieja burguesía. Es más razonable obrar sin ellos, como hicieron en otrora los Libertadores, cuando supieron hacerse independientes y sembrar los gérmenes de una nueva civilización continental.
Todo pueblo que se ha marchitado en una juventud apática, llega pronto a una vejez pesimista, por no haber vivido a tiempo. La belleza de vivir hay que descubrirla pronto, o no se descubre nunca. Sólo el que ha poblado de ideales su juventud y ha sabido servirlos con fe entusiasta, puede esperar una madurez serena y sonriente, bondadosa con los que no pueden, tolerante con los que no saben. Repitamos, que ningún ideal fue servido por la paralítica burguesía y obtusa; no pueden marchar lejos los conformistas, ni contemplar los ciegos un luminoso amanecer. El pueblo que no sabe mirar hacia el porvenir y trabajar para él, son miserables lacayos del pasado y viven asfixiándose entre sus escombros.
Hay, sin duda, pueblos pobres y épocas de pobreza que nadie puede prevenir ni evitar. La miseria de una sola clase, en cambio, nace del desequilibrio interno en la economía del país. El hambre de los pobres es injusta cuando la burguesía ostenta la opulencia; pero lo es más sí, como es frecuente, ella recae en los que trabajan para mantener en la ociosidad a los ricos. La miseria, más grave para la mente que para el cuerpo, disuelve en el pueblo los sentimientos socialistas y entibia los vínculos de la solidaridad.
El porvenir de Venezuela está en la libre iniciativa de los jóvenes. La juventud se mide por el inquieto afán de renovarse, por el deseo de emprender obras dignas, quien siente dentro de sí la fuerza de su propio destino, quien sabe pensarlo contra la resistencia del consumismo capitalista, quien puede sostenerlo contra los intereses creados.
Cada ser humano es cómplice de su propio destino: miserable es el que malbarata su dignidad, esclavo el que se forja la cadena, ignorante el que desprecia la cultura, suicida el que vierte la cicuta en su propia copa. No debemos maldecir la fatalidad para justificar nuestra propia pereza; antes debiéramos preguntarnos en secreta intimidad: ¿volcamos en cuanto hicimos toda nuestra energía? ¿Pensamos bien nuestras acciones, primero, y pusimos después, en hacerlas, la intensidad necesaria?
El privilegio, la superstición y la ociosidad, son los enemigos de la paz social. Ningún deber sin derechos; ningún derecho sin deberes.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos héroes de la Humanidad!
¡Tú ausencia Comandante! Después de Tú dolorosa partida, la Nave está acéfala, sin rumbo, a la deriva y hace agua por todas partes. Tú amado pueblo está impaciente esperando que vuelvas pronto de la misa. ¡Comandante!!!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Hasta la victoria siempre!
¡Venceremos!