“Todo ser humano es el producto involuntario de un medio natural y social en el seno del cual ha nacido, donde él se desarrolla y del cual sigue soportando la influencia. Las tres grandes causas de toda inmoralidad humana son: la desigualdad, lo mismo política como económica y social; la ignorancia, que es su resultado natural, y la esclavitud, que es su consecuencia necesaria”.
La organización de las masas ha sido siempre y en todas partes la única causa de los crímenes cometidos por la burguesía, es hipocresía o absurdidad evidente si la burguesía castiga a los criminales, ya que todo castigo supone la culpabilidad y los criminales no son nunca culpables. La teoría de la culpabilidad y del castigo ha salido de la teología, es decir, del casamiento de lo absurdo con la hipocresía religiosa.
El único derecho que se puede reconocer a la burguesía en su estado actual de transición es el derecho natural de asesinar a los criminales producidos por ella misma en el interés de su propia defensa, y no el de juzgarlos y condenarlos. Ese derecho, incluso dentro de la acepción estricta de la palabra, será más bien un hecho natural, triste pero inevitable, signo y producto de la impotencia y de la estupidez, y cuanto más sepa evitar la utilización de ese derecho tanto más se acercará a su emancipación real.
Todos los revolucionarios, los oprimidos, las sufridas víctimas de la organización de la burguesía y cuyos corazones están, naturalmente, plenos de venganza y odio, deben recordar bien que los opresores, los explotadores de toda suerte son tan culpables como los criminales salidos de la masa popular; son malhechores, porque ellos son también, como los criminales ordinarios, productos de la actual organización de la sociedad burguesa.
Para hacer una revolución radical hace falta, por lo tanto, atacar las instituciones de la sociedad burguesa, destruir la propiedad y el Estado burgués; y entonces no habrá necesidad de destruir a los hombres ni de condenarse a la reacción infalible e inevitable, que nunca ha fallado y no falla jamás, de producir en cada revolución la masacre de los pueblos. Más, para tener el derecho de actuar humanamente, sin peligro para la revolución, será necesario no tener piedad para las instituciones y las cosas; será necesario destruirlo todo, sobre todo y ante todo la propiedad privada y su corolario inevitable: el Estado burgués. He ahí todo el secreto de la revolución.
La burguesía, para aumentar su poder, ha recurrido a las intrigas, a las mentiras, los asesinatos, a las calumnias más infames para intentar manchar a todos los que se han atrevido a combatirlos. Para llegar hasta la ejecución última de sus miras, ha preparado desde mucho tiempo atrás, y que, no tenía evidentemente más propósito que el hacer triunfar un gobierno autoritario, para alcanzar este propósito, no ha temido pisar toda decencia y toda justicia.
No hay que extrañarse de la actitud de los boliburgueses, rojo-rojitos, ni de los “comunistas Lichts”, que se han hecho socialistas más bien por necesidad que por condición y porque el socialismo es un medio, no el objetivo, puesto que ellos quieren la dictadura, es decir, la centralización del Estado; el Estado les conducirá por una necesidad lógica e inevitable a la reconstitución de la propiedad privada. Por eso, es natural, decimos nosotros, que no quieran hacer una revolución contra la burguesía, ellos sueñan una revolución sanguinaria contra el pueblo socialista.
Los socialistas somos los enemigos naturales de esos boliburgueses, rojo-rojitos y comunistas Lichts futuros dictadores, reglamentadores y tutores de la revolución que, antes que el Estado socialista sea destruido, sueñan ya con la creación de un Estado centralizado y más despótico que el Estado burgués, que tienen el hábito del orden creado por una autoridad cualquiera desde arriba y un gran horror a eso que les parece el desorden y que no es otra cosa que la franca y natural expresión de la vida popular que, antes mismo que un bueno y saludable desorden sea producido por la revolución, se sueña ya con poder amordazarla por la acción de una autoridad cualquiera que no tendrá de revolución más que el nombre, pero que, en efecto, no será nada más que una nueva reacción, puesto que, será una nueva condenación del pueblo socialista, gobernando por decreto, a la obediencia, a la inmovilidad, a la muerte, es decir, a la esclavitud y a la explotación por una nueva burguesía seudo revolucionaria.
El Comandante Chávez: Pide que se haga posible la realización de su legado de libertad y dignidad Humana. De la Patria urgida de voluntades que la sirvan sin pensar en la vecina recompensa.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Patria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!