Venezuela a partir de 1945

La reseña histórica de la transición de la Venezuela gomecista hacia los tiempos modernos puede apreciarse un desenvolvimiento armonioso y natural con los naturales conflictos inherentes a la transición. El motín cuartelario del 18 de octubre de 1945 marcó la ruptura entre una sociedad señorial pobre pero regida por ciertos principios tradicionales de moralidad y normas de conducta bastante definidas y constantes. Existía una desigualdad social, Justa o Injusta, y esos juicios de valor no cuentan para la Historia, sobre ese tipo de sociedad conservadora se habían erigido las grandes naciones dominadoras del mundo actual, las cuales, al progresar y alcanzar un nivel superior de cultura, tendieron, espontáneamente o a tiros, a liberalizarse. Era quizás una sociedad prejuiciada y de privilegiados a la que no llamaremos inicua porque no llegaba a tanto, pero igual a como es ahora con grandes diferencias entre los gobernantes y sus “asociados el pueblo”, cuando unos detentan la riqueza y la mayoría sufre toda clase de penalidades. Esa insurrección cuartelaria secundada por civiles y militares ambiciosos, señaló el advenimiento, cónsono con los nuevos tiempos del auge de las masas, de una nueva clase. En ésta, el comportamiento y la tradición tenían mucho menos importancia, privando por encima de todos los demás los logros materiales de poder o dinero. La tronchada guerra federal no había logrado extinguir completamente esa distinción entre la clase dirigente y lo que se llama en forma general el pueblo.

Ortega y Gasset establece una separación muy rigurosa para definir lo que es una generación y su significado en la transformación de los ideales públicos, por medio de nuevas leyes e instituciones, aunque no deja de señalar la continuidad entre unas y otras. Sitúa en 30 años la edad en la cual el hombre comienza a reaccionar por cuenta propia frente al mundo que ha encontrado. No se percata casi de que al poco tiempo sus innovaciones lo han transformado en otro al cual es preciso defender contra los nuevos hombres de 30 años que han comenzado a atacarlos. Primero, dada nuestra precocidad, en nuestra América esa edad es preciso retrogradarla al menos en 5 o 6 años. Esto explica, para nuestro mal, la excesiva juventud de nuestros líderes, desde los militares de la Independencia, hasta los socialistas y leguleyos de hoy. Segundo, si bien es aceptable tal división y el esquema hecho para su sucesión en lo concerniente al individuo y su vinculación a la historia de una nación hay que aceptarlo en un sentido más lato. Además de la coetaneidad, existe una solidaridad de pensamiento en las clases sociales. Un burgués de 30 años tenderá a defender las instituciones y leyes que le dan cobijo con el mismo entusiasmo de un hombre de 50 de su misma clase social. Igual pasa entre los obreros o intelectuales.

Los jóvenes revolucionarios de una etapa tienden a dejar de serlo en su edad adulta. Los estudiantes universitarios más virulentos en sus manifestaciones y protestas son aquellos que cursan los primeros años. Los del último, anhelan más que nada que no surjan disturbios provocadores de una interrupción de clases y por ende postergación de su graduación.

En nuestra vida política el ejemplo más notorio fue precisamente Rómulo Betancourt, quien, reputado como un revolucionario que atemorizaba a la burguesía, en los años treinta y cuarenta, terminó por convertirse en el más decidido defensor de las adineradas clases sociales, terminando por asociar a ellas su organización política. En cuanto a las instituciones, el partido Acción Democrática es también el mejor ejemplo. De ello da cuenta la familia de Raúl Leoni en su carta pública renunciando a su afiliación al partido. Este, según ellos, “dejó de ser un instrumento de lucha social y ya no observa una actuación correcta, decente, honesta en el ejercicio de la política”.

Fue el ejemplo del Comandante Chávez con su “Por Ahora” quien le infundio al pueblo la ambición de aspirar siempre a lo más alto, sin detenerse nunca en lo parcial, de asir el país codiciosamente en el eje de su totalidad. Chávez, con aquella voluntad indomable de totalidad, con aquella avidez gigantesca que desprecia todo lo que es detalle, apariencia, fenómeno, dispersión, para abarcar sólo lo que vibra, para auscultar el mecanismo misterioso de los instintos primigenios. Su ambición, ahora, es obtener del tropel de los sucesos los elementos simples: del caos numérico la suma, de la plenitud de vida, exprimir el país entero en su retorta, crearlo de nuevo, y animar con su propio aliento, modelar con sus propias manos la materia así domeñada.

“Sólo el pueblo es capaz de fraternizar bajo la bandera de la democracia socialista, puesto que la burguesía tiene que defender sus intereses particulares, y como el interés es, para ella, el elemento determinante, no puede elevarse por encima del socialismo”.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Patria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!


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Manuel Taibo


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