En aquella época, en la filosofía alemana predominaba la filosofía de Hegel. Engels se hizo partidario suyo. A pesar de que el propio Hegel era admirador del Estado autocrático prusiano, a cuyo servicio se hallaba en calidad de profesor de la Universidad de Berlín, la doctrina de Hegel era revolucionaria. La fe de Hegel en la razón humana y en los derechos de ésta y la tesis fundamental de la filosofía hegeliana, según la cual en el mundo existe un proceso constante de cambios y desarrollo, indujeron a los discípulos del profesor berlinés, que no querían conciliarse con la realidad, a la idea de que también la lucha contra la realidad, la lucha contra la injusticia existente y el mal reinante tienen sus raíces en la ley universal del desarrollo perpetuo. Si todo el mundo se desarrolla, si unas instituciones sustituyen a otras, ¿por qué han de perdurar eternamente la autocracia del rey prusiano o del zar ruso, el enriquecimiento de una minoría insignificante a expensas de la enorme mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo? La filosofía de Hegel hablaba del desarrollo del espíritu y de las ideas: era una filosofía idealista. Del desarrollo del espíritu deducía el desarrollo de la naturaleza, del hombre y de las relaciones entre los hombres, de las relaciones sociales.
Marx y Engels, conservando la idea de Hegel sobre lo eterno del proceso de desarrollo, señalaron más de una vez que su desarrollo intelectual era debido en gran parte a los notables filósofos alemanes y, en particular, a Hegel. Sin la filosofía alemana dijo Engels no existiría tampoco el socialismo científico, rechazaron su preconcebida concepción idealista; analizando la vida real, vieron que no es el desarrollo del espíritu lo que explica el desarrollo de la naturaleza, sino, a la inversa, que el espíritu tiene su explicación en la naturaleza, en la materia
Contrariamente a Hegel y otros hegelianos, Marx y Engels eran materialistas. Enfocando el estudio del mundo y de la humanidad desde el punto de vista materialista, vieron que, lo mismo que todos los fenómenos de la naturaleza tienen por base causas materiales, las fuerzas productivas. Del desarrollo de las fuerzas productivas dependen las relaciones en que se colocan los hombres entre sí en el proceso de producción de los objetos indispensables para la satisfacción de las necesidades humanas. Y en dichas relaciones está la clave que permite explicar todos los fenómenos de la vida social, los anhelos del hombre, sus ideas y sus leyes. El desarrollo de las fuerzas productivas crea las relaciones sociales, que se basan en la propiedad privada; pero vemos ahora también cómo este mismo desarrollo de las fuerzas productivas despoja de la propiedad a las mayorías para concentrarla en manos de una insignificante minoría; destruye la propiedad, base del régimen social contemporáneo, y tiende al mismo fin que se han planteado los socialistas. Estos sólo deben comprender cuál es la fuerza social que por su situación en la sociedad contemporánea está interesada en la realización del socialismo e inculcar a esta fuerza la conciencia de sus intereses y de su misión histórica.
Esta fuerza es el proletariado. Engels lo conoció en Inglaterra, en el centro de la industria inglesa, en Manchester, adonde se trasladó en 1842, como empleado de una firma comercial de la que su padre era uno de los accionistas. Allí Engels no se limitó a permanecer en la oficina de la fábrica, sino que anduvo por los barrios inmundos en los que se albergaban los obreros y comprobó con sus propios ojos la miseria y las calamidades que los azotaban. No conformándose con sus propias observaciones, Engels leyó todo lo que se había escrito hasta entonces sobre la situación de la clase obrera inglesa y estudió minuciosamente todos los documentos oficiales que estaban a su alcance. Como resultado de sus observaciones y estudios apareció en 1845 su libro: La situación de la clase obrera en Inglaterra.
Engels fue el primero en afirmar que el proletariado no sólo constituye una clase que sufre, sino que precisamente la miserable situación económica en que se encuentra le impulsa inconteniblemente hacia adelante y le obliga a luchar por su emancipación definitiva. El movimiento político de la clase obrera llevará ineludiblemente a los trabajadores a la conciencia de que no les queda otra salida que el socialismo. Por otra, parte el socialismo tan sólo se transformará en una fuerza cuando se convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera. Estas son las ideas fundamentales de la obra de Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, ideas aceptadas por todo el proletariado que piensa y lucha, pero que entonces eran completamente nuevas. Estas ideas fueron expuestas en un libro escrito con amenidad, lleno de los cuadros más auténticos y patéticos en los que se mostraban las calamidades del proletariado inglés. Era un libro que constituía una terrible acusación contra el capitalismo y la burguesía. La impresión que produjo fue muy grande. En todas partes comenzaron a citar la obra de Engels como el cuadro que mejor representaba la situación del proletariado contemporáneo. Y, en efecto, ni antes de 1845 ni después, apareció una descripción tan brillante y veraz de las calamidades sufridas por la clase obrera.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Patria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!