En los años 80’s tocó a la puerta de los países latinoamericanos un experimento desarrollado por los dragones del mundo y que dieron a conocer como Neoliberalismo, y no era otra cosa, que con sofisticados mecanismos y justificaciones, se empezaban a apropiar las grandes corporaciones trasnacionales de las riquezas de los pueblos, reflejadas en empresas que de alguna manera ya formaban parte del patrimonio económico del país, la voracidad fue tal que en varios países se privatizaron servicios tan vitales como la salud, el agua y hasta la educación.
Como cosa nada curiosa, a Venezuela le tocó vivir esta ola privatizadora en los últimos gobiernos adeco - copeyanos, una de las más emblemáticas fue la "Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela" CANTV, a la que un grupo económico dueño de un canal de tv y quien amasó buena parte de su fortuna a la sombra de esos oscurantistas gobiernos adeco-copeyanos, pero sobre todo cuando fue Carlos Andrés Pérez presidente, no le pudo poner la mano a la cantv, así como también lo intentó con pdvsa que la querían privatizar y el pulpo de la tv tampoco pudo ver cumplido su sueño, otros grupos se adueñaron de La Electricidad de Caracas; ese mismo caballero que vió enfurecido al presidente Chávez y vino corriendo a ponérsele a la orden y a echarle su jaladita para que le renovaran la concesión de su canal de tv y desarrollar inmediatamente una campaña engañosa y tramposa de "El Imparcial" para no correr la misma suerte del otro canal, porque como capitalista, ese caballero no tiene amigos, tiene intereses, por eso poco le importa la suerte de quienes le ayudaron a hacer la fortuna que hoy posee, y hasta ha tenido el atrevimiento en esta coyuntura política de proponerse y promocionarse con un libro que ique escribió, como visible candidato presidencial de Venezuela,
El argumento pueril que utilizaron los privatizadores fue el de que esas empresas producían perdidas en manos del Estado y que por eso no era negocio tenerlas, olvidando que su rentabilidad era baja porque las tenían convertidas en empresas clientelares de las mafias sindicales, y de encopetados gerentes representantes de los partidos políticos tradicionales a las que poco o nada les importaba su eficiencia económica y que formaban parte de esas comisiones tripartitas que negociaban con los patronos los contratos colectivos de los trabajadores, por eso, en la cuarta República se llegó a tener sindicalistas convertidos en magnates u prosperos banqueros, además eran representantes en empresas y corporaciones del Estado, a donde solo iban a aprobar las decisiones que se tomaban, vendiendo su voto con el cobro de la dieta por asistencia a las reunión y las prebendas que conseguían.
La privatización tiene como filosofía la rentabilidad económica, la nacionalización aspira tener rentabilidad económica y social, para poder cumplir con los preceptos constitucionales que garantizan derechos y deberes a los ciudadanos.
Ha costado mucho hacer de la nacionalización un modelo de vida del país, pareciera que sigue trancado el serrucho, pues las empresas en manos del Estado literalmente no sirven para nada, los rendimientos, la calidad de los servicios que prestan y capacidades instaladas se van al suelo, y para muestra un botón, con las fábricas de cemento o con Sidor, ahí falta ajustar las tuercas de una verdadera cogestión entre obrero y Estado, donde las ganancias o dividendos, sirvan para impactar las comunidades y mejorar la calidad de vida del trabajador.
La lógica del capital no es compatible con la nacionalización de una empresa, pues al capital solo le interesa su reproducción al máximo, sin importarle el ser humano que es en definitiva, quien a través del trabajo genera la plusvalía reproduce el capital.
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