La buena gestión

¿Quién estará más capacitado para el acto de confianza fundamental de que dependerá en lo sucesivo la "buena gestión"? ¿El capitalismo, o el socialismo? "La naturaleza —dice Ramuz— está a la derecha".

En efecto, la derecha no ha cesado de oponer la Naturaleza a los artificios, es decir, a los inventos del hombre. Y no es que no sepa, cuando se presente la ocasión, valerse de artificios. Pero entonces los disfraza de "leyes naturales" para obstaculizar las opciones conscientes. Hemos presenciado la resurrección de tabús financieros que habrían podido creerse definitivamente enterrados por la experiencia y por la ciencia económica. Tabú del patrón dólar, que se impone a las naciones en virtud de las cualidades naturales e intrínsecas de esta moneda. Tabú del presupuesto equilibrado, que, si se observase de verdad, privaría al Gobierno del arma anti-cíclica que debe ser, en ciertas coyunturas, el déficit presupuestario.

No hay vino natural, decía Jaurés: "El plan y el vino son producto del genio del hombre. Y la Naturaleza misma es un maravilloso artificio humano." La derecha ha discutido siempre esta afirmación". René Rémond, que es su mejor historiador, distingue, por otra parte, tres objeciones, y declara que se confunden en el "escepticismo innato por todo lo que se propone desviar el curso natural de las cosas, la sumisión al orden natural, incompatible con las revoluciones, y el principio mismo de las reformas de estructura".

La derecha sigue siendo "el gobierno de la élite", opuesta a una democracia ambiciosa y deseosa de que cada cual asumiera todas las responsabilidades de que es capaz. La élite conserva sus derechos, y aún sus privilegios, gracias a la ineptitud y la ignorancia de los pueblos y a su irremediable desigualdad.

Esta profunda desconfianza motiva, tanto como la defensa de los intereses materiales, la hostilidad de la burguesía a todas las tentativas de sustituir el "orden natural" por un orden deseado. La creciente y tan profunda animosidad oficial contra lo supranacional proviene de la misma repugnancia por las construcciones forzosamente arbitrarias del ingenio burgués. Hablar de la burguesía en política concreta, es tan grave como hacer comparaciones con la antítesis del "yo" y del "no yo".

Había, todavía hay, en el escepticismo de la burguesía una buena dosis de realismo. Es cierto que las naciones son fuertes realidades; es cierto que las "luces" de la razón están desigualmente repartidas. Pero a medida que los pueblos aprendan a conocer mejor las fuerzas que los rodean, y reciben, en consecuencia, el poder de canalizarlas y dominarlas, el realismo cambia de campo. El deseo de hacer mejor las cosas, antaño generador de utopías, se convierte en condición del progreso e incluso de la prudencia. Ahora bien, esta confianza en las posibilidades humanas es el alma del socialismo.

Esta se ha expresado, unas veces con torpeza, otras con clarividencia, en un combate a favor de la ciencia contra el oscurantismo, a favor del socialismo contra el autoritarismo, a favor del cambio contra el statu quo. Ha suscitado doctrinas, pero también luchas, que han dejado profunda huella en la historia de nuestro país.

El conservadurismo profesional, que se ha apoderado del medio docente, no debe hacernos olvidar que son los profesores republicanos, los profesores socialistas quienes libraron, en el momento más difícil, y al margen de la élite tan deseosa de conservar su monopolio, la batalla por la difusión del saber. Las resistencias del medio parlamentario ante la designación del jefe del Poder ejecutivo por el pueblo, no deberían hacernos perder de vista que, históricamente, los progresos del sufragio universal se debieron a la porfía de los socialistas. También fue en su seno donde nació la voluntad de someter la economía a opciones razonadas, y gracias a ella apareció la noción del Plan.

Cito otra vez a Juan Jaurés: "Si buscamos, más allá de los medios preconizados por los "padres fundadores", cuáles son los objetivos que perseguían, cuál es la esperanza que les animaba, hallaremos, sin lugar a dudas, "el manantial impetuoso de la vida grande, ardiente y libre de la Humanidad, que, liberada de toda servidumbre, se adueñara del Universo por la ciencia, por la acción y por los sueños. El día en que existiese libre paso y una libre e incesante circulación entre todas las formas de la actividad humana, entre todas las funciones, las actitudes cambiantes o inseguras del pueblo no se quedarían fijas e inmóviles desde el primer momento por la función elegida previamente por ellos; las actividades permanecerían eternamente despiertas, e incluso las erupciones de savia tardía podrían abrirse nuevos canales y estallar en una floración imprevista"

Si la crítica de un capitalismo opresor les condujo a impugnar las libertades formales que éste dispensaba a unos cuantos millares de privilegiados, no es menos cierto que lo que pretendían, en su conjunto, era una sociedad de la iniciativa. Estos objetivos son perfectamente actuales. El presentimiento de una sociedad abierta de pueblos móviles, y constantemente regenerados por lo que la actualidad llamamos educación permanente, queda espléndidamente confirmado.

Jamás han sido estos valores tan preciosos como en una época en que se pone de manifiesto la inmensidad de los recursos contenidos en el pueblo y, por ende, el fracaso histórico a que conduce su subdesarrollo.

—Juan Jaurés (1859-1914).—Líder socialista francés, asesinado en 1914. Pacifista. Participó en los diversos congresos de la II Internacional. Partidario de la colaboración socialista en los gobiernos de principios del siglo XX. Fundador del periódico L’Humanité.

¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Patria Socialista o Muerte!

¡Viviremos y Venceremos!



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Manuel Taibo


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