La Revolución Francesa señala la llegada de la sociedad burguesa y capitalista. Su característica esencial es la de haber logrado la destrucción del régimen señorial y de las órdenes feudales privilegiadas: la Revolución, según Tocqueville en L’Ancien Régime et la Révolution, “cuyo objetivo era abolir en todas partes los restos de las instituciones de la Edad Media”. Que haya acabado en el establecimiento de una democracia liberal es algo que concreta aún más su significación histórica. Desde este doble punto de vista, y bajo la perspectiva de la historia mundial, merece ser considerada como el modelo clásico de la revolución burguesa.
Tocqueville había abierto el camino para la reflexión cuando preguntaba “por qué unos principios análogos y unas teorías políticas parecidas llevaron a los Estados Unidos sólo a un cambio de gobierno y a Francia a una subversión total de la sociedad”. Plantear el problema en esos términos es ir más allá del aspecto superficial de una historia política y constitucional, para esforzarse en llegar hasta las realidades económicas y sociales en su especifidad nacional. La comparación que puede establecerse a partir de ese momento entre las condiciones y los aspectos de la mutuación en los Países Bajos, en Inglaterra, en Estados Unidos, permite subrayar que la Revolución Francesa ha cambiado sus perspectivas, y devolverle así su carácter irreductible.
No obstante, más allá de las estructuras sociales y de los antagonismos fundamentales que dan cuenta de las causas profundas de la Revolución, conviene precisar los diversos factores que explican una fecha. La Revolución era ineluctable, según testimonio del propio Tocqueville: pero ¿por qué —según su expresión— esa explosión repentina, ese brusco “esfuerzo convulsivo y doloroso, sin transición, sin precaución sin miramientos”?
La Revolución de 1789 nació en una atmósfera de crisis económica. Jaurès, en el amplio fresco que es su Histoire socialiste (1901-1904), había buscado en “las condiciones económicas, la forma de la producción y de la propiedad”, las razones profundas de la Revolución. Pero su obra peca quizá por exceso de simplificación: la Revolución se desarrolla casi en su totalidad lisa y llanamente; su causa reside en el poder económico e intelectual de la burguesía que ha alcanzado su madurez; su resultado fue consagrar ese poder en la ley.
“Ahora —escribe Jaurès la propiedad industrial y mobiliaria, es decir, la propiedad burguesa, está en plena fuerza: el advenimiento de la democracia burguesa es, por lo tanto, inevitable, y la Revolución es una necesidad histórica.” Esta explicación no da cuenta ni de la fecha de la Revolución ni de su carácter violento debido a la resistencia de la aristocracia y a la irrupción de las masas populares en la escena política. ¿La Revolución Francesa sólo habría siso la revolución de la prosperidad burguesa?
La historia de la Revolución Francesa plantea, pues, dos series de problemas. Problemas de tipo general: los relativos a la ley histórica de la transición del feudalismo al capitalismo moderno. Problemas de tipo concreto: los que se refieren a la estructura específica de la sociedad al final del Antiguo Régimen y que dan cuenta de los caracteres propios de la Revolución Francesa en Comparación con los distintos tipos de “revolución burguesa”.
En Francia, en la segunda mitad del siglo XVIII, el desarrollo de la economía capitalista, sobre cuya base se había edificado el poder de la burguesía, se veía frenado por los marcos feudales de la sociedad, por la organización tradicional y reglamentaria de la propiedad, de la producción y de los intercambios. “Había que romper esas cadenas —escriben los autores del Manifeste—, y se rompieron.” Así se plantea el problema del paso del feudalismo al capitalismo. Problema que no se sustrayeron los más clarividentes hombres de la época. Lejos de estar inspirada por un idealismo abstracto, como pretende Taine, la burguesía revolucionaria tenía una clara conciencia de la realidad económica que le daba su fuerza y que determinó su victoria.
Barnave fue el primero que formuló, más de medio siglo antes que Marx, la teoría de la revolución burguesa. Barnave, que había vivido en el Delfinado, en medio de esa inmensa actividad industrial que, si creemos lo que el inspector de las manufacturas Roland escribía en 1785, hacía de esta provincia, por la variedad y densidad de sus empresas y la importancia de su producción, una de las primeras del reino, llegó a concebir la idea de que la propiedad industrial acarrea el advenimiento político de la clase que la posee. En su Introduction á la Révolution française, escrita en 1792 y publicada en 1843, después de sentar el principio de que la propiedad influye sobre las instituciones, Barnave observa que las instituciones creadas por la aristocracia terrateniente contrarían y retrasan el advenimiento de la nueva sociedad.
“El reinado de la aristocracia dura tanto como el pueblo agrícola sigue ignorando o descuidando las artes, y como la propiedad de las tierras sigue siendo la única riqueza…”
“Desde el momento en que las artes y el comercio consiguen penetrar en el pueblo y crean un nuevo medio de riqueza en ayuda de la clase trabajadora, se prepara una revolución de las leyes políticas; una nueva distribucción del poder. Así como la posesión de las tierras aupó a la aristocracia, la propiedad industrial eleva el poder del pueblo; este adquiere su libertad…”
El pueblo, según la pluma de Barnave, es la burguesía. Después de afirmar tan claramente la necesaria correspondencia entre las instituciones políticas y el movimiento de la economía, Barnave le añade el movimiento de las mentes:
“A medida que las artes, la industria y el comercio enriquecen a la clase trabajadora del pueblo, (burguesía) empobrecen a los grandes propietarios rurales y acercan a las clases por la fortuna; los progresos de la instrucción los acercan por las costumbres y recuerdan, después de un largo olvido, las ideas primitivas de la igualdad.”
Tanto como la igualdad con la aristocracia, era la libertad lo que reclamaba la burguesía: la libertad política, sí, pero más aún la libertad económica, la de la empresa y el beneficio. El capitalismo exigía la libertad porque la necesitaba para asegurar su desarrollo. La libertad en todas sus formas: libertad de la persona, condición del asalariado, libertad de los bienes, condición de su movilidad, libertad de la mente, condición de la investigación y de los descubrimientos técnicos y científicos.
Las revoluciones holandesa a finales del siglo XVI e inglesa en el XVII ya habían demostrado que las causas profundas de la revolución burguesa hay que buscarlas en las supervivencias feudales y las contradicciones de la antigua sociedad, obstáculos para el desarrollo de los nuevos medios de producción y de intercambio. Pero este aspecto no explica todos los caracteres de la Revolución Francesa. Las razones para que haya constituido el episodio más clamoroso, por su propia violencia, de las luchas de clases que han llevado a la burguesía al poder, hay que buscarlas en las características específicas de la sociedad francesa del Antiguo Régimen.
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