Vale la pena analizar los discursos de Raúl Castro y de Barack Obama… Uno pudiera decir que la “defensa de principios” sintetiza el discurso del presidente cubano, mientras que la “defensa de intereses”, la del presidente norteamericano. Esto ya, de por sí, constituye puntos de partida diametralmente opuestos, obviamente ligados a dos modelos ideológicos. En uno resalta, como motivación central del acuerdo, la lucha por la liberación de los últimos 3 “héroes cubanos” presos en cárceles gringas, y que fuese razón de una gran ofensiva de solidaridad internacional; en el otro, el tema económico, como valor fundamental capitalista, y la consecuente apertura de un nuevo mercado.
Castro hace referencia a principios de “igualdad soberana”, “independencia nacional”, “autodeterminación”, “justicia social”, “reciprocidad” y “respeto”. De hecho, le dice a sus compatriotas: “Esta decisión del Presidente Obama merece el respeto y reconocimiento de nuestro pueblo”. Y si bien destaca “las profundas diferencias en materias de soberanía nacional, democracia, derechos humanos y política exterior”, lo hace, de una manera amplia y abierta, expresando la voluntad “de dialogar sobre estos temas”. Siempre colocando por delante los principios: “Sin renunciar a uno solo de nuestros principios”.
Las palabras de Obama tienen otro carácter. Parte de la premisa que los EEUU y su democracia son “fuente de esperanza” y “luz de libertad”. Si bien hay un reconocimiento al fracaso del enfoque que la diplomacia norteamericana siguió durante más de 50 años y que dicha política sólo “provocó el aislamiento regional e internacional de nuestro país”, lo hace bajo la base de que no sirvió para promover “nuestros intereses”, ni afianzar “nuestros valores”. Prevalece siempre la superioridad de un país sobre el otro y una sobrevaloración de un sistema político e ideológico que, sin embargo, es incapaz de presentar esas “credenciales” de virtud y excelencia. Paradójicamente, para quien ha sido el país más explotador y saqueador de las riquezas de otros países, muestra una inmensa preocupación por mejorar “la situación” y darle “más poder al pueblo cubano”.
En una visión prevalece “lo humano”, en la otra “lo material”. Castro resume el desencuentro de ellas: “Debemos aprender el arte de convivir”.