Antaño, la perspectiva de una revolución lo simplificaba todo. Lenin podía desinteresarse del proceso de industrialización y de liberación del Imperio de los zares porque contaba con abolirlo y remplazarlo por un orden completamente nuevo. Los bolcheviques sólo estaban "en este mundo" para denunciarlo, disolverlo y destruirlo.
El PSUV se ha dejado desequilibrar por la oposición. Su justificada crítica a la burguesía ha degenerado en culto a la burocracia. Su justificada acusación contra el autoritarismo se ha desviado en apología del poder débil. Su mesianismo lo ha alejado del mundo presente y de nuestros problemas. Desgraciadamente, en los últimos dos años surgieron allí una serie de lamentables discordias, que contribuyeron a desorganizar nuestras fuerzas. Sólo nos resta demostrar que los valores centrales del Comando del PSUV son, actualmente, irremplazables fuentes de eficacia, para el esfuerzo que exigirá el desafío imperialista.
El proceso a la burguesía estaba más que justificado por su injusticia y por sus malos resultados. Era normal que el PSUV, ayudado en esto por la lección de la crisis actual, propugnase un reforzamiento del Estado, el establecimiento de un verdadero poder de dirección económica por los procedimientos conocidos y, en especial, por las nacionalizaciones. Sin la intervención de un principio de justicia, la expansión de este comienzo de siglo podría originar una sociedad feroz. Basta, pues, con que los(as) socialistas abran los ojos al porvenir para que vean dibujarse su misión en la línea de la fidelidad a las líneas de Chávez. Fidelidad, no a la traición, sino a la inspiración y a los fines racionales.
A pesar de las reservas del pensamiento socialista con referencia al funcionarismo y al Estado burgués, se ha implantado la costumbre de reclamar —siempre que un sector era deficitario o llamaba la atención de algún modo—, ora su nacionalización, ora una reglamentación adecuada para suprimir la competencia mediante contingentes. El progreso económico, cuando no es dominado, consolida a los fuertes y debilita a los débiles. Hace una bola de nieve con la riqueza y deja detrás de sí, incluso en los países más prósperos del mundo, inadmisibles manchas de miseria.
Sólo una minoría se dio cuenta de que habían nacido nuevos métodos, todavía poco elaborados, pero susceptibles de perfeccionamiento, que permitirían remediar los abusos y las lagunas de la economía de mercado, sin perder sus estímulos ni sus indicadores. En los programas tradicionales, la nacionalización quedó como una especie de abrelatas universal. Y se produjo una doble confusión: confusión entre propiedad y poder; confusión entre planificación y burocracia.
La transferencia de poder se realiza, en gran parte, sin que nos demos cuenta de ello, porque, como ocurrió antaño con la tierra, la situación del capital aparece a los ojos de la mayoría como inmutable. Si esto no ha parecido evidente, es también porque el poder no ha sido transferido a otro de los actores clásicos del juego social, tal como se describen en los manuales clásicos de economía. No ha sido transferido a los trabajadores. Los trabajadores han conquistado cierta autoridad en lo tocante a aumento de salarios y a mejoramiento de sus condiciones de trabajo, pero no en la dirección de la empresa.
El poder se transfiere, en realidad, a lo que debemos llamar nuevo factor de producción. Este factor es la asociación de individuos y equipos, de[MT1] competencias técnicas variadas, exigidas por el fenómeno moderno de la innovación tecnológica. De la eficacia de este nuevo tipo de organización, depende, según reconocen todas las doctrinas económicas modernas, el éxito de la sociedad industrial. Si la desmantelásemos, o si se debilitase, no es seguro que pudiéramos reconstruirla. Reforzarla y ampliarla es la ardua, delicada y constante tarea de que depende el progreso de nuestro pueblo.
¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!