Los grandes esfuerzos nacionales

Lo que cuenta ante todo, es la industria de la producción de alimentos, la de medicinas, la textil y la del calzado. Los señores de la tierra y del gran capital se sirven siempre de sus privilegios políticos para defender y perpetuar sus monopolios económicos y sojuzgar al pueblo, por lo cual la conquista del poder político es el gran deber de todo revolucionario. Ahora bien, las condiciones políticas en que hasta hoy se ha desarrollado la experiencia de Venezuela, han originado que, aparte de la liberación de los intercambios comerciales y de la política de puertos, la acción de las instituciones se hayan polarizado, ora en problemas urgentes y en crisis diplomáticas, ora en cuestiones de menor importancia.

Los problemas fundamentales, en estos dos últimos años, que requieren opciones delicadas y decisiones audaces, han sido eludidos un año tras otro. El primero de ellos es la continuación de la política industrial iniciada por el Comandante Chávez para desarrollar el país. El libre cambio es un cuadro; no es una política, no es una organización. La respuesta adecuada a las inversiones consiste, en agrupar sus fuerzas para llegar a una concentración de las empresas, al fomento de la actividad investigadora, a la revisión del derecho y buen vivir del pueblo. Es demasiado sencillo acusar al imperialismo, cuando uno se olvida de actuar. Es una cuestión de inteligencia, de trabajo de equipo; y es la oportunidad de Venezuela si comprendemos el problema. Se trata para ello, de ser más inteligente “en estructuras”, ya que se han retrasado los equipos.

El logro económico es, en teoría, bastante sencillo. Nada queda por decir sobre la armonización fiscal, sobre la creación de un derecho popular. Salvo, quizá, lo esencial: la lentitud burocrática con que progresan estos trabajos se opone directamente al objetivo primordial del país. Existe, en el fondo, más allá de las dificultades técnicas, una falta de clara voluntad política. Esto se nota claramente. Para evitar cuanto podría provocar la rebelión, legítima, de grupos de masas victimas del cambio, hay que apoyarse en valores y en fuerzas políticas que preserven la originalidad de Venezuela y sean, al mismo tiempo, las más aptas para promover la adaptación al crecimiento. La toma de conciencia colectiva, encarnada en una voluntad común, e incluso popular, de crear un modelo original; y la particular importancia, admitida ahora por todos, del papel director del Estado.

El Gobierno debe comprender que la afición a las soluciones burocráticas y la predilección por un poder débil son rasgos en apariencia contradictorios. Pero ambos contribuyen a menoscabar el papel de la libertad y de la voluntad humana en el funcionamiento de nuestro pueblo. El primero favoreció la eliminación de la competencia, de la iniciativa y del riesgo, excesivamente consentidos por nuestras dinastías burguesas. El segundo impidió que el Estado llevase nuestro sistema económico y social al grado de eficacia y de justicia que hubiera debido alcanzar si las intervenciones públicas hubiesen sido mejor calculadas y menos discontinuas.

Los impulsos fundamentales deben producirse al nivel de las empresas. Provendrán de una voluntad de crecimiento que ponga en movimiento una estrategia de innovación y de progreso. A este respecto, conviene observar, que la dimensión no es más que un medio. El problema no consiste en transformar un dinosaurio, doblando su tamaño, sino en constituir, para el futuro, unidades biológicas adaptadas a las nuevas condiciones de las necesidades de nuestro pueblo y las necesidades del país. Lo que faltó a nuestros dirigentes, en estos dos últimos años, fue una ambición racional, es decir, realizable.

La igualdad está íntimamente asociada a la libertad de Derechos; ávidamente reclamada por el pueblo. La ley es la misma para todos, todos somos iguales a sus ojos; dignidades, cargos y empleos son igualmente accesibles para todos sin distinción de clases. El nuevo orden social debe ser singularmente reforzado con medidas extremas a las que la burguesía debe ser llevada a pesar suyo por la necesidad de resolver la crisis financiera.

 



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Manuel Taibo


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