El 19 de junio de 1870, en el Teatro-Circo de Barcelona, tuvo lugar el primer Congreso de las secciones de la Internacional en España, al que asistieron cerca de un centenar de delegados. Abrió el Congreso Rafael Farga Pellicer con un vibrante discurso pleno de elocuencia. ¡“Compañeros delegados!: Vosotros, los que os congregáis aquí para afirmar la gran obra de la Asociación Internacional de los Trabajadores, la que contiene en sí la emancipación completa del proletariado y la extirpación absoluta de todas las injusticias que han reinado y reinan sobre la faz de la tierra; los que venís a fraternizar con millones de obreros, esclavos blancos y negros que bajo su rojo pendón se cobijan; queridos hermanos, en nombre de los trabajadores de Barcelona, paz y salud…”
Fue concedida la presidencia al emigrado francés André Bastelica, de Marsella, representando a varias organizaciones de su país. Bastelica era uno de los seguidores de la política de Bakunin en Francia.
El grupo de Suiza había enviado un mensaje de saludo, en el que, entre otras cosas, decía:
La política, la religión y los gobiernos han sido creados por nuestros amos, burgueses, curas y reyes, para dominarnos, para mejor sojuzgarnos, para debilitarnos, dividiéndonos en partidos…
Creedlo, hermanos de España, si la gran causa del trabajo debe un día dominar el mundo y transformar la sociedad es necesario que, en cumplimiento de uno de nuestros más superiores deberes, rechacemos absolutamente todo lo que hoy se llama política…
Los dictámenes del Congreso habían sido elaborados previamente por el Grupo de la Alianza, orientados todos en sus posiciones ideológicas y muy particularmente inspirados, sobre todo el político, en el Congreso de La Chaux-de-Fonds (Suiza). “El Congreso —confirma Anselmo Lorenzo en su libro El proletariado militante— se preparó en el seno de la Alianza, donde se elaboraron los dictámenes, proposiciones de necesidad probable y reglamentos…”
El dictamen sobre “La Internacional y la política”, después de un extenso prólogo y varios considerandos, concluía diciendo:
…que toda participación de la clase obrera en la política gubernamental de la clase media no podría producir otros resultados que la consolidación del orden de cosas existentes, lo cual necesariamente paralizaría la acción revolucionaria socialista del proletariado.
El Congreso recomienda a las secciones de la Asociación Internacional de los Trabajadores que renuncien a toda acción corporativa que tenga por objeto efectuar la transformación social por medio de las reformas políticas nacionales, y los invita a emplear toda su actividad en la constitución federativa de los cuerpos de oficio, único medio de asegurar el éxito de la revolución social. Esta Federación es la verdadera representación del trabajo y debe verificarse fuera de los gobiernos políticos…
El mejor trabajo del Congreso —dice Juan José Morato en su libro El Partido Socialista— es el dictamen sobre organización. A él se refiere con las siguientes palabras: Es esta organización verdaderamente perfecta; se redactó en Madrid —en la Comisión redactora aparece ya Iglesias— y dicen que su principal autor fue Mora…
En este dictamen se estructuraba la organización española tan perfectamente, que fue lo que le valió a Anselmo Lorenzo en la Conferencia de la Internacional en Londres, en 1871, la felicitación del Consejo General.
Los dictámenes del Congreso fueron aprobados por unanimidad, es decir, lo mismo por los elementos aliancistas que por los que no lo eran, lo que demuestra el confusionismo ideológico de aquella época y la falta de consecuencia con los principios de la Internacional, de sus estatutos y de las decisiones de sus congresos, sobre todo en relación con las resoluciones del Congreso de Basilea de 1869, en las que se habían fijado con toda claridad las posiciones políticas de la Internacional, de sus estatutos y de las decisiones de sus congresos, sobre todo en relación con las resoluciones del Congreso de Basilea de 1869, en las que se habían fijado con toda claridad las posiciones políticas de la Internacional. Junto a un saludo de adhesión del Congreso a la Internacional aparecían aprobados unos dictámenes que estaban en abierta pugna con sus principios.
El Congreso designó el primer Consejo Federal español, integrado por Tomás González Morago, (“Tomás González Morago —dice Juan José Morago— era un hombre complejo. Ruidoso, versátil, de positiva y brillante cultura; haragán unas veces, vehemente, activo otras; lleno de pasiones, incapaz de olvidar ni perdonar lo que estimaba un agravio. En Madrid fue el hombre de confianza de Bakunin.”)
De todos los delegados de mayor significación que asistieron al Congreso, sólo dos formaron en las filas del socialismo español desde su fundación: Francisco Mora y José Pamies.
La situación de la Internacional en España entraba en un período difícil como consecuencia de la campaña de la reacción en contra de ella, haciéndose eco de la circular del ministro francés Jules Favre. En las Cortes juzgábase a la Internacional. Sagasta calificaba su ideal de “utopía filosofal del crimen”. La Internacional fue declarada fuera de la ley, pero seguía desarrollándose y creciendo. Algunos miembros del Consejo Federal se vieron obligados a emigrar a Portugal (Anselmo Lorenzo, Morago y Mora), donde residieron un cierto tiempo, creando una Sección de la Internacional en aquel país. Pero es allí donde surgieron con Morago discrepancias y querellas que rompían la amistad entre los primeros internacionalistas y abrían el camino de la discordia y del rencor, inseparables de Morago, según sus biógrafos.
En septiembre de 1871 celebróse en Valencia una Conferencia nacional clandestina, en la que fue designado Anselmo Lorenzo como delegado a la Conferencia Internacional de Londres y en la que se adoptaron otras resoluciones. En esta Conferencia toma parte por primera vez José Mesa, uno de los hombres que más habrían de influir en la creación del Partido Socialista Obrero Español. Fue designado un nuevo Consejo General en el que, junto a Mora y Mesa aparece Pablo Iglesias. Denunciando la política represiva del Gobierno, el nuevo Consejo Federal publicaba, con fecha 17 de octubre de 1871, un amplio documento suscrito por todos sus miembros y que decía así:
(De José Mesa dice Juan José Morato: “Había sido tipógrafo, superaba a sus compañeros en años, en capacidad y aun en actividad. De gran cultura general literaria, conocedor de dos o tres idiomas… Entró en la Internacional y bien pronto ocupó puestos adecuados a sus relevantes condiciones. Fue redactor de La Emancipación y supo hacer de ella el periódico mejor de toda la Internacional, sin excluir país alguno, según Engels.”)
Engels, en efecto, dice de Mesa, en su informe del 31 de octubre de 1872: “El órgano de la nueva Federación de Madrid, La Emancipación, quizá el mejor periódico que tiene la Internacional donde quiera que sea, desenmascara todas las semanas a la Alianza y, según los números que mandé al ciudadano Sorge el Consejo General puede convencerse de la inteligencia teórica de los principios de nuestra Asociación con los cuales ese periódico continúa la lucha. El director actual, José Mesa, es sin duda el hombre más superior que tenemos en España, tanto en carácter como en talento, y verdaderamente uno de los mejores hombres que tengamos en cualquier sitio que sea.”
Consejo Federal de la Región Española.—El tesorero, Ángel Mora, carpintero.—El contador, Valentín Sáenz, dependiente de comercio.—El secretario económico, Inocencio Calleja, platero.—El secretario corresponsal de la Comarca del Sur, José Mesa, tipógrafo.—El secretario corresponsal de la comarca del Este, Anselmo Lorenzo, tipógrafo.—El secretario corresponsal de la comarca del Oeste, Hipólito Pauly, tipógrafo.—El secretario de la comarca del Centro, Víctor Pagés, zapatero.—El secretario general Francisco Mora, zapatero.
Así estaba constituido el Consejo General de la Sección española de la Internacional a finales de 1871, en vísperas de la Internacional de la Haya. En este período, Pablo La Fargue vive en Madrid y trabaja activamente a favor de la Internacional y del socialismo, aconsejando y orientando a los elementos más valiosos y más prometedores, Mora, Mesa, Pablo Iglesias, e inclusive al propio Anselmo Lorenzo, que “aunque miembro de la Alianza —dice Morato—, de haber seguido en Madrid acaso hubiera sido uno de los fundadores del Partido Socialista”. El mismo Lorenzo contaba “que al lado de Lafargue había aprendido más en unos meses que en muchos años de estudio.”