Desde siempre hemos estado en contra del feminismo como forma ideológica u organizativa de los movimientos de mujeres para luchar contra las diversas formas de explotación de la misma.
Del feminismo se han colgado muchas mujeres y hombres. Unas para colocarse a la vanguardia de las luchas femeninas, pero que en el fondo desean cargos de poder burocratizado, espacios de poder político o su entronización en las cuotas de poder que los gobiernos o partidos asignan para hacerse ver “tolerantes” ante las mujeres luchadoras. Los hombres lo usan (en su mayoría decimos) para colocarse también a la vanguardia de las luchas populares y mostrarse ante las féminas como comprensivos y hasta dadivosos con ellas.
Sin embargo, la conciencia de las luchas femeninas debe ir mucho más allá de lo mencionado.
Debe, desde nuestro punto de vista, debe asumirse una lucha verdaderamente clasista, tomando en cuenta que la mujer, al igual que el hombre trabajador, no es más que la expresión concreta de la explotación de las clases dominantes hacia las clases dominadas. No importa si se es hombre, mujer, niño o anciano. Si se es obrero, campesino, empleado o profesional. Si se es trabajador de una empresa capitalista, se es simplemente explotado, pues todos los trabajadores le generan la ganancia al capitalista que es el único objetivo del empleo de la fuerza de trabajo. De allí la necesidad de la conciencia de la explotación mas allá de la ubicación de género, etárea, o condición laboral. En eso fueron muy explícitos Carlos Marx, así como Federico Engels. Pero también Rosa Luxemburgo y Flora Tristán. Esta última, a pesar de lo referido por el Presidente Nicolás Maduro como precursora del feminismo, siempre mantuvo que sólo la conciencia de la condición de explotación, o mejor, la develación de esa condición, es lo que puede permitir la liberación social, la revolución socialista. O la misma Manuela Sáenz, que no recurrió a su condición de mujer o al feminismo para su lucha, sino a su condición de guerrera, por la emancipación de América. Al lado de Bolívar.
De allí que hay que profundizar en la necesidad de la formación del pueblo, es decir, del obrero, del campesino, del trabajador, del profesional en que el capitalismo es una sociedad de explotación que siempre se aprovechará de cualquiera de los integrantes de la sociedad, no importándole quien sea, o como se manifieste. Ello, por supuesto, no implica que no apreciemos que se conformen movimientos sociales de diferente índole, pero siempre, referenciando la condición de lo popular contra las clases dominantes o explotadoras. Esto lo digo para evitar la dispersión en la lucha común que debemos realizar como pueblo. Y para evitar que dichos movimientos sociales sean cooptados por arribistas que pululan en los mismos.
Mientras nos contentaríamos con que desde el gobierno bolivariano se generen políticas contra la explotación de las mujeres, de los niños y de los ancianos; que se concreten políticas que destierren las diversas formas de manipulación sexual a las que se someten a millones de mujeres en esta Venezuela que se dice en transición al Socialismo y que los medios de comunicación social sean controlados para evitar la difusión de mensajes violentos que impulsan comportamientos compulsivos de jóvenes y adolescentes presas fáciles de estos medios.
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