El siguiente documento fue presentado durante el I Encuentro Regional de la CORRIENTE CLASISTA, UNITARIA, REVOLUCIONARIA Y AUTONOMA (C-CURA) de Guayana, realizado en San Félix el pasado 25 de Marzo de 2006.
El estado Bolívar es una de las zonas de mayor concentración obrera del país. En el municipio Caroní se concentran las plantas y fábricas de las principales empresas básicas del sector siderometalúrgico en el país y con ella uno de los sectores más combativos de nuestra clase, los batallones pesados del proletariado: los obreros metalúrgicos. En el marco del actual proceso revolucionario que se desarrolla en el país, los revolucionarios de esta región tenemos hoy más que siempre una tarea fundamental, el de organizar a las filas del ejército proletario para dar una lucha decisiva contra todos los males asociados a este sistema de producción basado en la explotación del hombre por el hombre que es el capitalismo. En este sentido el impulso de una política sindical clasista y revolucionaria es fundamental para rescatar y reimpulsar la organización que los trabajadores de todo el país reconocemos como nuestra central sindical: la Unión Nacional de Trabajadores.
Los trabajadores guayaneses hemos mostrado en no pocas veces durante este proceso revolucionario de lo que somos capaces de hacer y cómo estamos dispuestos a movilizarnos con decisión para derrotar a la contrarrevolución. Esto lo demostramos, por ejemplo, cuando como clase nos organizamos para enfrentar el paro-sabotaje petrolero y viajamos de manera conjunta y en la más completa unidad hasta la ciudad de Anaco, a combatir a la contrarrevolución organizada por la “gente del petróleo” y barrer a los adecos y a sus esquiroles que intentaron cortar el suministro del gas y paralizar las empresas básicas de Guayana. Esta acción por sí sola demuestra el poder y la capacidad de los trabajadores ante los cuales la burguesía y la burocracia contrarrevolucionaria tiemblan.
La situación actual de los trabajadores de Guayana
Empresas Privadas y contratas
A pesar de toda la heroicidad que hemos demostrado, seguimos adoleciendo de una política sindical clasista y revolucionaria que supere las limitaciones burocráticas y puramente reivindicativistas que han caracterizado al movimiento sindical de la región. Ello ha permitido que desde hace varios años la burguesía regional haya podido mantener a nuestra clase en una situación de grave explotación, de la cual sobran ejemplos, especialmente en el sector privado, pero también en el sector público.
Una de las mayores traiciones a nuestra clase fue el proceso de privatización y “reconversión” en SIDOR, una de las más grandes empresas metalúrgicas de América Latina. De agrupar en su planta a más de 18.000 trabajadores fijos que gozaban de un buen Contrato Colectivo, la “reconvención” significó una drástica disminución de la plantilla en más de 6.000 plazas de trabajo y la tercerización de la mano de obra a través de las contratas. Actualmente, SIDOR no tiene más de 6.000 trabajadores fijos y en las contratas laboran atomizados y sometidos a una terrible explotación, sin derecho a convención colectiva y bajo condiciones pobres o nulas de seguridad y salud industrial, otros 6.000 hermanos de clase. El modelo de “democratización del capital” que se ha seguido en esta empresa con la venta de acciones a los trabajadores ha servido además para impulsar la autoexploración de estos compañeros y nos en ningún sentido un modelo que los dirigentes sindicales clasistas y revolucionarios podemos avalar.
Las contratas, tanto en SIDOR como en otras empresas, viven condiciones laborales inhumanas, que parecen sacadas de otras épocas que algunos creerían superadas. A muchos de estos compañeros se les obliga a trabajar más de las 8 horas diarias (y por supuesto más de las 44 horas semanales que establece la LOT y la Constitución), llegando incluso a trabajar 16 horas diarias. Esto sumado además a los incumplimientos en la dotación de equipos de seguridad, al pago de cesta ticket, a la instalación de comedores apropiados que permitan al trabajador acceder a una alimentación adecuada, a la seguridad industrial en las plantas y demás. Los que se niegan a aceptar esta situación de sobreexplotación son inmediatamente echados, negándoles sus derechos y violándoles los pocos que tienen, con la retención del salario de la última semana laborada, de las prestaciones sociales y demás beneficios.
La realidad no es distinta cuando intentan organizarse como clase y constituir sindicatos. Los patronos proceden al despido de los compañeros que conforman las juntas directivas y, cuando consiguen manipular las instancias laborales del Estado, que aún sigue burgués a pesar los avances que se han tenido en algunas instancias y los intentos desarrollados en estos años de proceso revolucionario, botan incluso a los demás trabajadores que firmaron a favor del sindicato. En las pocas ocasiones que los trabajadores logran constituirse como sindicatos, a pesar de las trabas y toda la problemática que se presenta con la Inspectoría del Trabajo de la región, el patrono inicia una arremetida contra los compañeros, usando todas las armas a su disposición, violando sistemática y descaradamente los derechos de los trabajadores, atropellándolos de la peor manera. Esta situación ha desatado en no pocas ocasiones el estallido de conflictos obreros que llegan incluso a la huelga, pero que ante la falta de una organización que agrupe a los sectores en lucha y coordine la solidaridad de clase, que les dé direccionalidad política, las derrotas han sido numerosas, terminando en el despido de los compañeros que paralizaron la empresa, eliminando además el sindicato que estaba en proceso de consolidación. Basta mencionar acá la lucha que adelantan los compañeros de VHICOA y ORIMALCA que impulsan sindicatos clasistas en sus contratas y que se enfrentan a una dura lucha contra un patrono determinado a echarles y aplastar el sindicato.
Igual se puede decir de los trabajadores de otros sectores, como el caso del sector bancario y de la salud privada. Los trabajadores de los Bancos Caroní y Del Sur, luego de intentar formar un sindicato, fueron sometidos a una campaña de amedrentamiento antiobrero, botaron a los directivos del sindicato y a no pocos miembros de base del mismo, con lo cual consiguieron evitar la discusión del Contrato Colectivo que por primera vez se intentaba discutir. En el sector salud privado, trabajadores de varias clínicas intentaron legalizar un sindicato profesional de enfermeras, como fue el sonado caso de las trabajadoras de la Clínica Unare. Casi todas estas compañeras fueron despedidas, violentando la inamovilidad de la que gozaban, e incluso han sido colocadas en una “lista negra” que se distribuyó a todas las clínicas privadas, para impedirles que pudieran conseguir trabajo ante la derrota en sus clínicas.
Las Cooperativas
El impulso que se le dio a las cooperativas desde el Gobierno Bolivariano ha sido un intento por superar las relaciones de propiedad privada y avanzar hacia relaciones de propiedad colectiva. Sin embargo, como hemos advertido los marxistas revolucionarios, en el marco de un sistema de producción capitalista, las presiones de clase inevitablemente deformarán esta experiencia. La burguesía y la propia burocracia del Estado han transformado esta experiencia revolucionaria en su contrario. No son pocas las empresas capitalistas que se disfrazaron de cooperativas, convirtiendo a los trabajadores en “socios” de la misma, con lo cual han conseguido precarizar las condiciones laborales de estos compañeros, violentando las condiciones de salario mínimo, disolviendo sindicatos y saltando el cumplimiento de convenciones colectivas.
La propia burocracia del Estado, sometiendo a las cooperativas que se originaron como organizaciones de trabajadores que deseaban superar el desempleo o las condiciones precarias a las que vivían sometidos en empresas privadas, a la competencia del mercado. Con ello, no sólo le han cerrado las puertas a la mayoría de éstas, y las que consiguen contratos con el sector público en general lo hacen bajo condiciones precarias. Son pocos los ejemplos de cooperativas que han logrado superar estas trabas. Hace pocos meses, en la CVG se dio inicio a una experiencia interesante donde los encargados de impulsar la contratación de cooperativas hicieron previamente los estudios de costos para asegurar a las cooperativas que sus trabajadores (“socios”) mantuvieran condiciones laborales dignas, o al menos apegadas a la ley. La burocracia ha derrotado de momento esta iniciativa, removiendo a los compañeros que impulsaron esta experiencia, pero no tardará en repetirse y esta vez a un nivel superior, si logramos avanzar en la lucha contra el capitalismo y por la construcción del Socialismo bajo un Estado obrero basado en Asambleas de delegados elegibles y revocables en todo momento.
Brevemente sobre las EPS
Más recientemente, el intento por crear las llamadas Empresas de Producción Social ha sido una nueva propuesta con la intención de superar las relaciones de producción capitalistas. En el acto de creación la Compañía Nacional de Industrias Básicas (CONIBA) y sus 11 filiales (todas EPS), el presidente Chávez hacía un llamado a que éstas se rigieran bajo un modelo de cogestión, donde la participación de los trabajadores fuese clave para superar el capitalismo y avanzar en el llamado “Socialismo del Siglo XXI”. La única forma en que esta propuesta pueda significar un avance hacia formas de propiedad colectiva será el impulso del Control Obrero en las mismas y de su coordinación en una planificación democrática, donde sus trabajadores tengan un papel dirigente y protagónico. En esto, por supuesto, la UNT debe jugar un papel principal y los sectores clasistas y revolucionarios dentro de ella debemos dar esta batalla.
Las Empresas Básicas del Estado y el Sector Público
Ciertamente las condiciones laborales de los trabajadores de las empresas básicas en la región superan a las de la mayoría de los trabajadores del sector privado. Sin embargo, ello no significa que en éstas la situación de sus trabajadores sea ni de lejos la ideal. La burocracia del sector ha venido sistemáticamente incumpliendo las convenciones colectivas, no se discuten los tabuladores salariales y se ha desarrollado un proceso de tercerización y precarización laboral a través de contratas y también de cooperativas, cuyos trabajadores no gozan de sindicatos, convención colectiva, estabilidad, prestaciones sociales y están mal pagados. Basta ver el caso de Venalum, donde más de 3.000 trabajadores están bajo la figura de contratas y cooperativas, a los cuales se les niega el derecho de pasar a nómina fija y gozar de los mismos beneficios que gozan éstos, incluso cuando en la gran mayoría de los casos éstos cumplen las mismas labores que el personal fijo. Esto ha permitido a la burocracia ir eliminando por la vía de los hechos un importante número de cláusulas de las diferentes convenciones colectivas. Por ejemplo, la CVG y sus empresas filiales desde hace varios años ya no construyen viviendas para sus trabajadores, que forma parte de las reivindicaciones consagradas en dichos contratos colectivos. Adicionalmente, los incumplimientos con los jubilados (los “viejitos”, como se les dice cariñosamente) han signado los últimos meses en empresas como Venalum y Alcasa.
En el sector público también se desarrollan diversas luchas obreras en las que los trabajadores se enfrentan principalmente a la burocracia. Acá no es extraño conseguir a “gerentes revolucionarios” que con un discurso disfrazado de bolivariano esgrimen los más diversos argumentos para precarizar las condiciones laborales e impulsar una política antiobrera. Principalmente hemos visto a estos sectores con un discurso pequeño burgués peligroso que intenta convencer a los trabajadores de no luchar por mejorar sus condiciones laborales o incluso por mantener las actuales, acusando a los trabajadores de “locheros” y de sólo preocuparse por “los reales”. Bajo el pretexto del trabajo revolucionario, hemos visto como los trabajadores de las misiones y de las Clínicas Populares, entre otros, han sido sometidos a condiciones laborales precarias. Esto, a mediano o incluso a corto plazo, representa un grave peligro para la revolución que debemos revertir con una política genuinamente clasista pero sobre todo con un método impecable para no permitir a la burocracia aislar a los dirigentes revolucionarios y a la vanguardia del resto de la clase y del movimiento bolivariano.
La Lucha por el Control Obrero
Desde la nacionalización de Venepal y su puesta en funcionamiento como Invepal bajo un modelo de cogestión, se ha iniciado en el país, y especialmente entre sectores de la vanguardia obrera, un intenso debate sobre lo que significa la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas, particularmente las del Estado. Ya durante el paro-sabotaje a PDVSA se desarrolló una rica experiencia de control obrero en la refinería de José, en Puerto La Cruz. Con los trabajadores a la cabeza de estas instalaciones, se pudo recuperar la producción y reiniciar el trasporte de derivados. Igualmente vimos experiencias cogestionarias en CADAFE y las vemos en otras empresas expropiadas, como el caso de Inveval. En nuestra región, la experiencia de cogestión que se ha desarrollado en Alcasa, a pesar de sus deficiencias y errores, ha sido un ejemplo para los trabajadores, tanto a nivel nacional como internacional.
La confusión que existe en torno a la cogestión ha llevado a que se planteen las más diversas propuestas de cogestión, como ha sido el caso de ésta entre el capitalista, el Estado y los trabajadores. Esto es lo que se conoce como cogestión clásica o cogestión burguesa, que se desarrolló en Europa durante los años setenta. La clase dominante estaba desesperada por contener el avance del movimiento obrero mediante la “concertación social” y dirigir el malestar de los trabajadores hacia canales “seguros”. Incorporando a las capas superiores de los sindicatos en las oficinas y en taller, los empresarios esperaban aumentar la eficacia y el nivel de beneficios, impulsando la autoexploración de los trabajadores. Los órganos de participación obrera eran comités sin poder decisorio, consultivos. En Alemania, por ejemplo, estos comités no podían convocar huelgas. Esto permitió a los empresarios y los burócratas sindicales eludir y socavar los sindicatos. Los empresarios simplemente utilizaron la vieja táctica de “divide y vencerás”. Este modelo de cogestión creó la ilusión entre los trabajadores de que tenían alguna influencia en la toma de decisiones. En la actualidad en Venezuela hemos visto el intento por impulsar esta política, con Invetex como el crudo ejemplo de su imposibilidad, o incluso de Venepal luego de su primera toma en 2003-2004. Es por ello que los marxistas luchamos por el control obrero y creemos que las experiencias de cogestión que se desarrollan actualmente, y que de seguro se darán en el futuro, sólo pueden desarrollarse hacia el control obrero o están condenadas a la derrota.
El control obrero significa que la clase obrera y sus representantes en las fábricas tienen el derecho a inspeccionar los libros de cuentas de la empresa o la industria, vigilar y controlar todos los ingresos y salidas y todas las acciones de la dirección. Trotsky definía el control obrero de la industria como una “escuela de economía planificada”, ya que permite a los trabajadores obtener el conocimiento científico de cómo funciona la economía. A través de la experiencia del control obrero, la clase obrera se prepara para la administración directa de las industrias nacionalizadas.
El control obrero mediante los comités de empresa, o consejos obreros, es posible sólo sobre la base de una profunda lucha de clases. En condiciones “normales”, la burguesía nunca tolerará el verdadero control obrero, el doble poder en sus fábricas. Por eso en Venezuela, aunque existen tensiones y problemas alrededor de esta cuestión, vemos la aparición de algunas experiencias de cogestión obrera, algunas de las cuáles se han desarrollado con características de control obrero. Esta o aquella lucha puede ser defensiva en nuestro país, pero la extensión y el crecimiento de la cogestión están relacionados con la ofensiva de la clase obrera y la retirada de la clase dominante. En la lucha por el genuino control obrero, la clase obrera inevitablemente se mueve en dirección a la toma del poder y los medios de producción. Las fábricas o empresas individuales bajo control obrero, o administración obrera, sólo pueden funcionar dentro de los límites de la economía como un todo, es decir, dentro de los límites del capitalismo. Es imposible construir una isla de socialismo dentro de un mar de capitalismo. El país se encuentra en una situación revolucionaria, los trabajadores están avanzando. Debemos aprovechar esta correlación de fuerzas entre las clases para dar una batalla en esta dirección, en el marco de la construcción del genuino Socialismo.
Situación Actual de la UNT-Bolívar
Marx decía muy acertadamente que los trabajadores sin organización no somos más que materia prima para nuestra explotación. Los diferentes atropellos a los que nos vemos sometidos los trabajadores y las diferentes derrotas que ha sufrido nuestra clase son un reflejo inequívoco de la falta de una organización sindical regional que funcione de forma centralizada y democrática, que permita agruparnos en esta guerra sin cuartel que libramos a diario contra la clase dominante y la burocracia y así defender nuestros derechos como clase y conquistar nuevas y mejores reivindicaciones, además de organizarnos en el marco de la lucha contra el capitalismo y por la edificación del Socialismo.
La UNT-Bolívar debe ser esta organización, pero las luchas intestinas y su secuestro por parte de sectores de la burocracia sindical de la región han impedido su sano y pleno desarrollo como tal. Los trabajadores de la zona la vimos nacer con la expectativa de que iba a ser nuestra herramienta de clase para enfrentar a los patronos y defender nuestros derechos y reivindicaciones y conquistar mejoras. El papel que ha desempeñado un sector de la dirección de la FBT Bolívar así como del Movimiento Alfredo Maneiro (organización sindical asociada a La Causa R y cuyo dirigente principal es Ramón Machuca, de SUTISS SIDOR) ha hecho degenerar esta iniciativa en líneas burocráticas y ha implicado su secuestro por parte de una reducida camarilla, dejando desamparado y a la merced de los patronos al trabajador guayanés.
Estas políticas erradas han llevado al desastre en no pocos sindicatos de las empresas básicas, que antes lideraban dirigentes del movimiento sindical bolivariano. El paso del control de las directivas sindicales a manos de dirigentes que provienen de las filas de La Causa R ha estado a la orden del día en sindicatos de empresas como Venalum, Bauxilum, Ferrominera y, más recientemente, en Alcasa. Estas derrotas no se han debido a un giro a la derecha de los trabajadores siderometalúrgicos de la región o a un desencanto con el proceso revolucionario, sino que han sido producto del rechazo que genera la política sindical que adelantaron estos compañeros, signada por la falta de democracia y participación de las bases en la toma de decisiones así como a una postura reformista de servirle a los intereses de la burocracia de las empresas contra los trabajadores, haciéndoles perder beneficios contractuales y, en general, no defendiendo nuestros intereses de clase.
La UNT Bolívar que necesitamos
Ante la necesidad que tenemos de reimpulsar nuestra central nacional, y en particular la UNT Bolívar, debemos dar la batalla por un sindicalismo democrático, clasista y revolucionario. Debemos luchar en lo organizativo por una estructura en nuestra central que garantice el poder a los trabajadores, donde las asambleas de afiliados sean la máxima autoridad de esta central regional así como de sus sindicatos. Los coordinadores regionales y directivos sindicales, además de elegibles por métodos que garanticen la representación de las minorías, deberán ser revocables en cualquier momento por quienes los eligieron. Debemos impulsar los sindicatos grandes, que agrupen tanto a profesionales como a obreros, evitando divisiones que sólo favorecen al patrono, así como dar un empuje a la afiliación de los trabajadores de la región a estos sindicatos. Igualmente, la lucha por convenciones colectivas por sector o rama de industria deben ser un eje en nuestras propuestas, garantizando así los beneficios para los trabajadores fijos, los de las contratas y los de aquellos sectores que hoy en día no pueden sindicalizarse.
Los problemas a los que nos enfrentamos por los sectores burocráticos y corruptos que subsisten en las Inspectorías del Trabajo y demás instancias laborales sólo los podremos superar con la transformación revolucionaria del Estado. Debemos luchar por conquistar el que los inspectores, jefes de sala y demás funcionarios laborales sean elegidos por nosotros los trabajadores, que sean revocables en todo momento, que no ganen salarios superiores a los de un obrero calificado y que rindan cuentas periódicamente ante asambleas de trabajadores. Con nuestra fuerza, actuando como clase unida, podemos conquistar esto y mucho más.
En el marco de esta nueva Batalla de Santa Inés, una de las tareas fundamentales es la de organizarnos como clase. Es por ello que la conformación de UBEs por el Socialismo en cada empresa, en cada fábrica, en cada taller, es indispensable. No sólo deberán preparar el tema de las elecciones presidenciales, sino que si actuamos con audacia y determinación, podemos desarrollarlas ya para organizar las elecciones nacionales y regionales de la dirección de la propia UNT. A la par de esto, deben servir para ir organizando la recuperación de las empresas abandonadas por los patronos o en conflicto y así impulsar un proceso de expropiación de fábricas para ponerlas a funcionar bajo el control de los trabajadores. Con todo esto y más, servirían como embriones de poder obrero, que si logramos desarrollar pueden ser los organismos con los que sustituyamos definitivamente el caduco aparato de la IV República que aún subsiste.
Debemos reivindicar la plataforma y programa de lucha que los trabajadores aprobamos en el congreso fundacional de la UNT en Agosto de 2003. Es una tarea fundamental que demos una lucha sin cuartel contra los patronos y su sistema de explotación que nos condena al empleo precario, la exclusión, obediencia debida y a la limitación de opinar y criticar, en todas las empresas y centros de trabajo, al sobretiempo, al desempleo y a todos los males endémicos del capitalismo. Nuestra lucha es por el Socialismo y la emancipación del hombre.