Primeras Palabras (Prólogo); Pedagogia del Oprimido, Paulo Freire. Santiago de Chile, 1969.
(...) "La sectarización es siempre castradora por el fanatismo que la nutre. La radicalización, por el contrario, es siempre creadora, dada la criticidad que la alimenta. En tanto la sectarización es alienante, la radicalización es crítica y, por ende, liberadora. Liberadora ya que, al implicar el enraizamiento de los hombres en la opción realizada, los compromete cada vez más en el esfuerzo de transformación de la realidad concreta, objetiva.
La sectarización en tanto mítica es irracional y transforma la realidad en algo falso que, así, no puede ser transformada.
La inicie quien la inicie, la sectarización es un obstáculo para la emancipación de los hombres.
Es doloroso observar que no siempre el sectarismo de derecha provoca el surgimiento de su contrario, cual es la radicalización del revolucionario.
No son pocos los revolucionarios que se transforman en reaccionarios por la sectarización en que se dejen caer, al responder a la sectarización derechista.
No queremos decir con esto, y lo dejamos claro en el ensayo anterio [La educación como práctica de la libertad], que el radical se transforme en un dócil objeto de la dominación.
Precisamente por estar inserto, como un hombre radical, en un proceso de liberación, no puede enfrentarse pasivamente a la violencia del dominador.
Por otro lado, el radical jamás será un subjetivista. Para él, el aspecto subjetivo encarna en una unidad dialéctica con la dimensión objetiva de la propia idea, vale decir, con los contenidos concretos de la realidad sobre la que ejerce el acto cognoscente. Subjetividad y objetividad se encuentran, de este modo, en aquella unidad dialéctica de la que resulta un conocer solidario con el actuar y visceversa. Es, precisamente, esta unidad dialéctica la que genera un pensamiento y una acción correctos en y sobre la realidad para su transformación.
El sectario, cualquiera que sea la opción que lo orienta, no percibe, no puede percibir o percibe erradamente, en su "irracionalidad" cegadora, la dinámica de la realidad.
Esta es la razón por la cual un reaccionario de derecha, por ejemplo, al que denominamos "sectario de nacimiento" en nuestro ensayo anterior, pretende frenar el proceso, "domesticar" el tiempo y, consecuentemente, a los hombres. Esta es también la razón por la cual al sectarizarse el hombre de izquierda se equivoca absolutamente en su interpretación "dialéctica" de la realidad, de la historia, dejándose caer en posiciones fundamentalmente fatalistas. Se distinguen en la medida de que el primero pretende "domesticar" al presenta para que, en la mejor de las hipótesis, el futuro repita el presente "domesticado", y el segundo transforma el futuro en algo preestablecido, en una especie de hado, de sino o de destino irremediable. En tanto al primero el hoy, ligado al pasado, es algo dado inmutable, para el segundo el mañana es algo dado de antemano, inexorablemente prefijado.
Ambos se transforman en reaccionarios ya que, a partir de su falsa visión de la historia, desarrollan, unos y otros, formas de acción que niegan la libertad. El hecho de concebir un presente "bien comportado" y otros el futuro predeterminado, no significa que se transformen en espectadores, que crucen los brazos, el primero esperando con ello el mantemiento del presente, una especie de retorno al pasado, y el segundo a la espera de que se instaure un futuro "ya conocido".
Por el contrario, cerrándose en un "círculo de seguridad" del cual no pueden salir, ambos establecen su verdad. Verdad que no es aquella de los hombres en la lucha por construir el futuro, corriendo los riesgos propios de esta construcción. No es la verdad de los hombres que luchan y aprenden, los unos con los otros, a edificar este futuro que aún no está dado, como si fuera el destino, como si debiera ser recibido por los hombres y no creado por ellos.
En ambos casos la sectarización es reaccionaria, porque unos y otros se apropian del tiempo y, sintiéndose propietarios del saber, acaban sin el pueblo que no es sino una forma de estar contra él.
En lo que se refiere al sectario de derecha, cerrándose en "su" verdad, no hace sino lo que le es propio. Por el contrario el hombre de izquierda que se sectariza y encierra, es la negación de sí mismo y pierde su razón de ser.
Uno en la posición que le es propia; el otro en la que lo niega, girando ambos en torno a "su" verdad, sintiéndose avalados por su seguridad, frente a cualquier cuestionamiento. De ahí que les sea necesario considerar como mentira todo lo que no sea su verdad.
El hombre radical, comprometido con la liberación de los hombres, no se deja prender en "círculos de seguridad" en los cuales aprisiona también la realidad. Por el contrario, es tanto más radical cuanto más se inserta en la realidad para, a fin de conocerla mejor, transformarla mejor.
No teme enfrentar, no teme escuchar, no teme el descubrimiento del mundo. No teme el encuentro con el pueblo. No teme el diálogo con él, de lo que resulta un saber cada vez mayor de ambos. No se siente dueño del tiempo, ni dueño de los hombres, ni liberador de los oprimidos. Se compromete con ellos, en el tiempo, para luchar con ellos por la liberación de ambos.
Si, como afirmáramos, la sectarización es lo propio del reaccionario, la radicalización es lo propio del revolucionario. (...)"