Desde el tendero ("esa víscera indispensable de la vida social", como la llamaba Honorato de Balzac). Al gran banquero, la burguesía era una capa social que tenía muchas y varias facetas. Con su levita y su sombrero de copa el burgués se distinguía, en la calle, del obrero corriente, que solía llevar camisa y gorra. Toda una jerarquía se escalonaba sobre las posibilidades económicas de cada familia, pero cada familia, pero burgués presuponía disponer de una casa confortable, medios para hace estudiar a las hijos y dotar a las hijas, y poder llevar una vida de visitas sociales.
Esta burguesía había dejado de ser el confuso Tercer Estado de la Revolución y dedicándose al comercia, a la Banca, a la Industria o a las llamadas Profesiones Liberales, se había afincado vida independientes.
No había alcanzado, durante la primera mitad del siglo XIX, la misma importancia en todas las naciones de Europa. Así, en Rusia apenas si logro alcanzar derechos Políticos, aunque se enriqueció con las Primeras industrias textiles o los pequeños comercios, vistieron la moda occidental y los más afortunados consiguieron que sus hijos estudiaran en Alemania y Francia, de donde volvían médicos o abogados. Tanto en Rusia, como en Austria y Prusia, la burguesía tuvo poco peso político, aunque, como representante de las nuevas ideas liberales, empezó a moverse.
Realmente existieron dos clases de burguesía: la alta, que formaba una minoría reducida, y la mediana y pequeña, integradas en la inmensa mayoría. La alta burguesía, "los capitanes di la industria", era la dueña de las grandes fábricas, las sociedades navieras, las compañías de ferrocarriles, la Banca… Los grandes fueron banqueros fueron sus mejores representaron. Nacidos muchas veces en el seno de familias modestas, llegaron a establecerse dinastías familiares cada vez más poderosas, como los Rothschild, residentes en Fráncfort, Viena, Londres y Paris, los Periero los Peel. Algunos llegaron a ser ministros e intentaron en todo momento mantener una Paz provechosa para sus intereses. Cada vez más conservadores y religiosos, acabaron emparentando, también en mentalidad, con la nobleza aristocrática.
La mediana y pequeña burguesía, egoísta y timorata, que gustaba vestir durante los paseos del domingo el uniforme de liberal por principios y que creía vivir honestamente, notenia una gran amplitud de miras. Ya fueran comerciantes, abogados, médicos, profesores o funcionarios, reclamaron insistentemente una participación en el poder político. Llamándose pueblo sin realmente serlo, la crítica les acusó de hipocresía y de mal gusto. En realizados, la pequeña burguesía era una clase tan inestable que, perdiendo paulatinamente su capacidad económica, acabo diluyéndose en el proletariado.
Las clases peligrosas: distinguiendo siempre la personalidad del artesano que se mantuvo, en una buena parte de los oficios, el artesano dominaba aún en la ebanistería, la tipografía, la cerámica, la vidriera, y una seria de oficios que exigían una arte, un trabajo cualificado, del que el sesentia orgulloso y procuraba mantener para distinguirse de los restantes obreros. Vivía en su pequeño taller, con algunos compañeros de oficio que habían empezados siendo aprendices. Pero en las dos grandes industrias del momento, la metalúrgica y la textil, la competencia de la máquina de la gran fábrica fue tan dura que arruino definitivamente a los artesanos, confundidos con el mundo miserable de los obreros de fábrica. Poco a poco este obrero, que vivía miserablemente, se sintió abandonando a su surte y, desmoralizado, pensó que jamás podía salir de esta condición. Los salarios eran pequeños y la concurrencia de mujeres y niños aun los de precio más. Mal alimentados y mal vestidos, vivían en casa miserables propensos a todas las enfermedades y epidemias. El alcoholismo y la criminalidad aumentaron entre ellos: son los "bárbaros", las "clases peligrosas", como les llamaban (llaman) los buenos burgueses y que Eugenio Sue, en los Misterios de París, y otros novelistas retrataron emocionalmente, empezaban, aunque sólo eran minorías, en todas las ciudades europeas, a preocupar a los buenos burgueses y a asustar a los gobiernos.
La pequeña industria se encontraba un poco por todas partes; en gran porción era una industrial familiar y doméstica. El campesino fabricaba sus muebles y utensilios, quizás la construcción del carro se dejaba para el carretero especialista, y la parte metálica, más delicada, de las herramientas para el herrero; pero carretero y herrero eran a su vez campesinos en sus propias tierras. Las necesidades no siempre grandes de la gente del campo estaban al alcance de esta industria familiar y pueblerina que dejaba, incluso, tiempo y la capacidad para proporcionar mano de obra barata al empresario. Los viejos y las mujeres de la casa trabajaban bajo precio la materia prima que aquel les proporcionaba, y conseguían así un pequeño sueldo que les ayudaba a malvivir.
Los artesanos españoles sufrieron un duro golpe con las disposiciones de las Cortes de Cádiz de 1813 suprimiendo los gremios. El artesanado, que estaba en plena decadencia, no pudo superar ya las Primeras Fabricadas burguesas del Trienio Liberal (1820-1832), aunque se mantuvo en gran parte de España debido a la poca Potencia Industrial del país. Sólo la industria textil catalana, con su producción y la competencia ruinosa de precios que impuso en los mercados, acabó con el artesanado textil de las dos Cartillas, de Andalucía y Aragón. Las primeras violencias revolucionarios de Barcelona del verano del año 1835, llevaron consigo también la primera destrucción de máquinas y la quema de la fábrica "el Vapor", donde se construían. En 1840 surgió ya la Asociación Mutual de Obreros de la Industria Algodonera, creada por Juan Muns, que fue la Primera Organización Obrera Española.
¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinadas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!
¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante Chávez!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!