Preservar la revolución

Es la principal preocupación de todos los revolucionarios. Y también un nudo gordiano en un mundo escasamente democrático, signado por la hipocresía… No hay respuesta fácil, se han cometido demasiados errores. El propio Presidente Maduro y el liderazgo del principal partido de gobierno han perdido conexión con el pueblo. Eso es evidente. Negarlo es una necedad que no va a modificar la realidad. Y, al mismo tiempo, no actuar, y no mantener la unidad revolucionaria, es un error histórico imperdonable.

La derecha internacional, con subterfugios constitucionales y legales, y por vía de su posición de dominio mundial, económico y mediático, arremete contra los gobiernos progresistas de la región. En nuestro país, el regreso de la derecha al poder sería una desgracia. No olvidamos a Luis Giusti al frente de PDVSA, trabajando en su privatización; a Pedro Tinoco al frente del BCV, favoreciendo a su propio banco privado; a los grupos económicos señoreando en las instituciones públicas; a la inmensa corrupción institucionalizada (aunque, hay que admitirlo, muy similar a la actual) y, sobretodo, a la infame exclusión y represión sociales.

Algunos factores revolucionarios hemos venido trabajando en construir una opción política, dentro de la revolución. No desconocemos la inmensa dificultad que esto implica. También la incomprensión, no en las bases, pero sí en el sector intelectual (muy pasivo, en nuestra opinión). Buscamos cambiar la realidad y reencontrarnos con lo que significó la revolución en sus primeros años. Tarea compleja, casi quijotesca, pero que algunos sentimos ineludible.

Trabajando con ese objetivo, visitando el país, hemos constatado que la mayor parte de la población pondera con justificada desconfianza a  la oposición. No cree en ella. Al igual que es muy frecuente encontrarse con manifestaciones de apatía, desencanto y amargura que hacen más difícil nuestro trabajo. Sin embargo, podemos decirlo, la nobleza del pueblo, quizás incubada en el recuerdo de Chávez, no la hace perder la esperanza. ¿Cómo avivarla? ¿Cómo recuperar el entusiasmo? ¿Y, muy particularmente, cómo darle un viraje económico al país que es la principal demanda nacional? Ese es el desafío político, al igual que ético, que tenemos por delante.
 



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Reinaldo Quijada


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