En la desigualdad social el capital económico es sólo una dimensión más dentro de un conjunto de recursos como la educación o los contactos. Un “pulpero” con suerte podrá ganar la misma cantidad (o más) que un ingeniero que no la tiene, pero las probabilidades medias de colocación si los dos van al paro no serán las mismas. Tampoco serán idénticas las probabilidades de ascenso, ni por supuesto las oportunidades que brindarán a sus hijos.
La movilidad social da cuenta de los desplazamientos que realizan los trabajadores en el hotel social (contando otras propiedades, más allá del sueldo); es decir, examina los desplazamientos a través de las clases que tienen los trabajadores. Esta movilidad es la que se ha detenido o ha limitado su velocidad durante la Gran Recesión.
Las situaciones sorprenden por las vivencias distintas que desarrollan quienes pertenecen a distintos estratos sociales. Quienes ostentan el poder (y la riqueza) lo utilizan para reforzar sus posiciones económicas y políticas, pero de paso intentan condicionar la forma de pensar, de hacer aceptables las diferencias de ingresos que de otro modo resultarían odiosas: En ello juegan un papel central, en muchas ocasiones, los medios de comunicación, cuando no ejercen el “poder compensatorio” del que habla John Kenneth Galbraith. Como empresas (ideológicas) que son, los medios de comunicación han tenido que resistir los avatares de las crisis y las características del nuevo capitalismo financiero que es dominante.
El resultado de estas dos circunstancias ha sido, en general, medios de comunicación concentrados en el seno de grandes conglomerados societarios, cuyos intereses particulares son más amplios que los de la información, y medios de comunicación que han perdido su condición de empresas familiares y han sido adquiridos por sus principales acreedores, generalmente entidades financieras, que han capitalizado sus deudas.
El resultado de estos dos vectores, que en la mayoría de los casos han tirado en la misma dirección, son medios de comunicación menos independientes, con menor autonomía para ejercer su función de servicio público, más comprometidos con los intereses de sus propietarios y de su tecnoestructura, y con mayores dificultades para ejercer el citado “poder compensatorio”. Ello tiene gran relevancia en términos de calidad existente. Su ideología tiende a ser directamente la ideología de sus dueños.
Las percepciones condicionan la realidad. Comprender la forma en que evolucionan las convicciones ha sido siempre un asunto de interés central en la historia intelectual: las creencias sociales como la economía se diferencian de las ciencias exactas en que las primeras condicionan a la realidad de modo inmediato.
El multimillonario Warren Buffett lo dijo claro en una de esas sentencias por las que pasará a la historia, además de por su fecunda actividad empresarial: “Durante los últimos veinte años ha habido una guerra de clases y mi clase ha vencido.
—“Los señores de la tierra y del capital se sirven siempre de sus privilegios políticos para defender y perpetuar sus monopolios económicos y sojuzgar el trabajo, por lo cual la conquista del poder político es el gran deber del trabajador…”
¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!