La moral, una obra de polémica

"Para que cese la heterogeneidad, para que todo se iguale, pues en Venezuela el problema de las clases sociales se complicó al confundirlo con los grupos étnicos. Venezuela, está urgida de la desaparición del régimen de castas".

El remordimiento es el estado profundamente enfermizo que se apoderó del pueblo bajo la presión del cambio más profundo que pueda experimentarse y que se efectuó cuando el pueblo se encontró definitivamente encerrado en una sociedad domesticada. Todos los instintos fuertes y salvajes—el espíritu de iniciativa, la temeridad, la pillería, la avidez, el espíritu dominador que, hasta entonces, no sólo habían sido tolerados, sino francamente alentados—fueron de pronto considerados como peligrosos y poco a poco estigmatizados como inmorales, criminales. Seres hechos a una vida errante rica en aventuras guerreras vieron de pronto todos los instintos designados como sin valor, hasta como prohibidos. Un desaliento enorme, un abatimiento sin precedentes les invadió entonces. Y todos aquellos instintos que no se atrevieron luego a manifestarse al exterior—la hostilidad, la crueldad, el seseo de cambio, de aventura, de ataque, de persecución, de destrucción; todos aquellos instintos inhibidos– se volvieron entonces hacia adentro, como el hombre mismo: la mala conciencia, el remordimiento había nacido.

Cuando el Estado se organizó, no por contrato social, como lo habían supuesto Rousseau y sus contemporáneos, sino por el hecho de que una raza conquistadora instituyó un reinado de opresión terrible sobre un pueblo más numerosa, aunque no organizada, entonces, los instintos de libertad de ésta se volvieron hacia adentro; la fuerza activa, el deseo de potencia se volvieron contra el mismo conquistador. Y en aquel terreno surgieron los nuevos ideales de belleza: la negación del yo, el sacrificio del yo, el altruísmo. En su germen, la tendencia al altruísmo es una especie de instinto de crueldad; el remordimiento es un deseo de tortura.

Gracias a la dominación de la burguesía, nuestro país se ha convertido en el globo del sacrificio, es decir, en un rincón perdido en el espacio celeste donde habitan criaturas descontentas y orgullosas que han tomado la vida a disgusto, detestan su Patria como un valle de dolores, y, llenos de rencor y de envidia frente a la belleza y al placer, se infligen a sí mismo todo el mal que pueden.

En nuestros días, se puede comprobar una cierta disminución de este sentimiento de culpabilidad; pero, desde el momento en que la consciencia del pecado alcanza su mayor intensidad, el remordimiento, como un cáncer, ejerce su acción devoradora, y la imposibilidad de rescatar la culpabilidad, los pecados, se convierte en una idea fija que se asocia a la del castigo eterno.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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