Una de las reflexiones que todo buen y sincero analista político hace del proceso revolucionario seguramente se enfocará en su principal líder como lo es Hugo Chávez Frías. Seamos sinceros pero cuántas lágrimas nos arranca Chávez en sus Aló, Presidente, los días domingo. Ejemplo de esto fue el domingo pasado cuando hizo honor al fallecido y recordado Orfeón Universidad Central de Venezuela (UCV), cuando hace 30 años se apagó la voz plural más conmovedora de 50 estudiantes que formaban parte muriendo cuando viajaban a Barcelona, España, para participar en un festival. Esa manera en que Chávez se conecta con la gente y sus sentimientos. Esa forma de identificarse con las más nobles causas, reivindicar todo aquello que ha dado un aporte al desarrollo y crecimiento de nuestra gloriosa nación.
Ese sentimiento social, emocional y transparente de una persona que no miente, que no es hipócrita y que sin temor alguno dice las cosas tal y como las ve. Eso hace a Chávez un líder excepcional, con una visión muy aguda de la historia, con una persistente conducta de no olvidar, de conocer a las personas, no por su nombre, sino por sus hechos, cosas de las cuales carecen muchos de nuestros líderes; tanto dentro como fuera de la revolución. Un hombre que con todas sus debilidades y limitaciones se ha anidado en nuestros corazones. Fue sincero a la hora de reconocer que las metas no fueron logradas en la intentona golpista aquel 4 de febrero. Supo esperar y entender el momento cuando fue derrocado, optando por entregarse y no sacrificar la vida de miles de revolucionarios que salieron a su rescate.
Fue preciso aceptar la trampa de un referéndum a destiempo y totalmente manipulado. Recordemos aquella noche cuando cientos de personas salimos a escuchar su posición, posterior al llamado al referéndum revocatorio por parte del CNE, mientras nuestras almas cargadas, como un 11 de abril, frente al Palacio de Miraflores esperando el anuncio del gobierno, pero lo más impresionante fue la actitud de nuestro líder al vestirse de gala, con una dignidad ejemplar y un valor y respeto por la ley, éste sale en cadena nacional como un Bolívar a caballo en un campo de batalla, seguro de la victoria proclamando LA BATALLA DE SANTA INES. Meses después esa legión de gente haciendo cola para votar fue el resultado de ese impacto de aquella noche. Esa noche salimos alegres, retados, triunfantes porque apenas comenzaba una de los más grandes desafíos que a una revolución se le presente. Todo bajo la vía pacifica y democrática.
Fueron otros momentos como el secuestro petrolero, el paro indefinido, los asesinatos de muchos líderes campesinos revolucionarios, la pifia mediática contra su persona y gestión. Nadie en este país ha sido tan vilmente atacado como nuestro comandante. Sin duda alguna esto evidencia que es un hombre integro, decidido a ser la antorcha libertadora que guía esta nación.
Chávez, tiene una manera especial de decir las cosas, de abrir su alma a la gente sin miedo a que de él se burlen, lo maldigan, lo cuestionen. En estos siete años hemos junto a él crecido en nuestra historia, combatido, aprendido, caídos y levantados. Eso no se consigue a la vuelta de la esquina porque este líder conoce su llamado divino de liberar a esta nación a las más sanguinarias cadenas de la explotación, la miseria, la ignorancia, la ignominia, el persistente engaño.
Con Chávez supimos reencontrarnos, ver en el tiempo, sentir nuestra responsabilidad ante los cambios, luchar internamente contra es formación capitalista e individualista. Entendimos que nuestro norte e intereses no estaban en el Norte de nuestro continente, que era necesario hallar nuestras raíces, nuestro linaje. Comprendimos que la patria no la hace un hombre, que es un trabajo de hormiguita de cada uno de nosotros. Reflexionamos que la corrupción es un cáncer que debe hallarse la cura, que aún estamos enfermos de los vicios del pasado, de los malos modelos, de una cultura que nos oculto de nuestra realidad.
Eso hace a Chávez especial, no un funcionario público que vino hacerse rico, a pasar 7 años en un puesto de poder, él asimiló, mucho antes de llegar a donde está, que fue escogido para una magna obra. Todo lo contrario el liderazgo de la oposición que pretendiendo, en nombre de la patria, defender los intereses y estamentos democráticos rayaron en profunda hipocresía. Ellos que son los auténticos autores de una nación en vías de extinción, antes de este revolucionario proceso, fueron descubiertos por una conciencia colectiva bolivariana.
Chávez está muy consciente que la vida de este proceso no descansa en sus palabras ni su única obra. Es la reconstrucción con la participación de cada uno de nosotros, desde nuestros hogares, trabajos, sitios de recreación, casas de estudio, barrios, parroquias y urbanizaciones. No podemos permitir que la carga esté sola en un hombre y su equipo de gobierno. Hay que sacudirse a profundidad el populismo arraigado de la cuarta república donde pensamos que Chávez debe estar allí para tener mi casa propia y mi carro, cosa que a la verdad no las tengo. Pero es más que eso, es levantar un nuevo sistema social de igualdad, fundamentado en los principios divinos de honestidad, amor, servicio, y autoridad. Deslastrarnos de una vez por todas de esa mala praxis política de que el poder es para el poder mismo. A Venezuela se le ha dado la antorcha de la luz a las naciones, somos la mirada del mundo; muchos profetas lo predijeron antes de que Chávez llegase a ser gobierno. Nunca se me olvida una de esas tantas profecías donde un profeta dijo de parte de Dios: “Lo que comencé hace 200 años lo terminaré con mi hijo…” Dios hacía referencia a la obra inconclusa de Simón Bolívar y que ahora en su hijo Chávez culminará. Tamaña responsabilidad. Eso explica como las fuerzas del mal se han concentrado en destruir moralmente y físicamente a nuestro líder.
Chávez ha de gobernar junto a su pueblo esta nación por más de 20 años, hasta que veamos consumada la total liberación de nuestra Patria.
Juliocesar1221@yahoo.es