Durante los años de la vida, se esfuerza en ser creyente, pero el aire de la Iglesia le resulta humo de incienso aire vacío y helado para su alma aterida, y pronto cierra la puerta que le separa de los creyentes; está decepcionado. No, la Iglesia no tiene la Verdad; es más, ha malgastado el agua de vida, la ha dejado escapar, la ha falsificado. Por eso siguemos en su eterna busca: "tal vez los filósofos, los pensadores, sepan algo más acerca del sentido de la vida". Entonces, empieza con furor y febrilmente a leer todos los filósofos de todos los tiempos. ¡Que nunca habíamos creído en lo que estaba más allá de los sentidos! Y leemos rápidamente, paras poder digerirlo y comprenderlo. Pero pronto cerramos también los libros. Toda esa gente no tiene más medios de ver el mundo que los que tenemos, es decir, la pobre razón dolorida; todos esos hombres no saben nada sino que sólo preguntan; son hombres impacientes de un Cristo, pero no descansan en la paz de Cristo. Crean sistemas para el espíritu, pero no una paz para los espíritus inquietos; dan ciencia, pero no consuelo.
Un santo: la palabra está pronunciada a pesar de todas las ironías, pues un santo parece imposible en nuestros tiempos de desencantos; es como un anacronismo de una edad media que ya se olvidó. Pero solamente los emblemas y la presentación cultural de cada tipo en sí mismo, una vez que se ha incorporado al círculo de lo terrenal, retornan siempre forzosamente, matemáticamente una y otra vez en ese evidente juego de analogía que llamamos Historias. Siempre, y en cualquier época, habrá hombres que intentarán vivir una existencias santa, porque el sentimiento religiosos de los pueblos necesita constantemente la forma más elevada del alma; sólo la manera de realizarse variará con la mudanza del tiempo. Nuestro concepto de la santificación de la existencia por medio de un impulso interior, no tiene nada que ver con las figuras talladas en madera de la Legenda aurea, pues hace tiempo que hemos separado la figura del santo, de los concilios teológicos o de los conclaves; "santo", para nosotros, significa solamente egoísmo en el sentido de una entrega completa de la existencia a una idea religiosa.
¡Cuán es la imagen de la conciencia destrozada de un hombre que vacila y que cae bajo el peso de su responsabilidad en vez de rodearse de una aureola de santo! Ni la admiración, ni la complaciente divinización por parte de sus adeptos, ni el continuo reguero de peregrinos que acude sin interrupción, ni toda esa aprobación ruidosa y entusiasta, nada de esto, en fin, engaña a ese espíritu siempre en guardia, a esa conciencia íntegra, de cuanto de teatral encierra esa cristiandad de literatura, y de lo que hay de anhelo de fama escondido dentro de su humildad; no le pasa por alto, que el curso de los años, se ha mezclado en su voluntad religiosa, antaño tan pura, una buena porción de insinceridad y de pose evangélica, a causa de esa continua confusión coram publico. Y de nuevo se cierra todas las puertas que conducen a la santidad: "Sí, la había, pero todo ha quedado manchado por la vanidad. No hay Dios para aquel que ha vivido así, sólo para conquistar la gloria entre los hombres".
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!