Entrevista imaginaria entre Pior Kroptkin y Federico Engels

El 24 de Diciembre del año 1890 a las 2 de la tarde con una fuerte nevada , durante uno de los inviernos más atroces en décadas en el hemisferio norte , dos talentosos revolucionarios se encontraron en una habitación reservada del Café Latino de Berna, la entrevista había sido concertada de manera ultra secreta para evitar el asedio de los organismos de seguridad, por miembros connotados de los irreconciliables movimientos anarquista y comunista con la intención de trazar una estrategia común para hacer la revolución en el viejo continente, aquellos legendarios paladines eran el alemán Friedrich Engels y el ruso Piotr Kropotkin quienes llegaron simultáneamente en sendos carruajes, embozados con sombreros y gruesos abrigos de piel, el viejo Engels que a la sazón tenía setenta años llevaba la cabeza cubierta con una fina gorra inglesa o linguee de cuero y su larga barba estaba cubierta de escarcha, mientras que al ruso solo se le veían sus vivaces y fulgurantes ojos porque la ushanka de tupida piel negra con orejeras se confundía con su oscura y desordenada barba. Al subir las escaleras entraron al cuarto número 14 el cual estaba confortablemente cálido por un crepitante fuego de la chimenea y a un costado de la misma una mesa con dos sillas, copas y sendas botellas, una de un añejo whisky escoces que era la bebida preferida del alemán y otra de un excelente vodka para el oriundo de la tierra de los zares; el resto del grupo de alrededor una docena de jóvenes entre hombres y mujeres intrépidos y fogueados en la subversión, estaban sentados a prudencial distancia para no interferir en el diálogo de los insignes personajes de cuyos resultados, podría depender el éxito o fracaso de los acontecimientos venideros.

Comenzó a hablar Engels con un largo discurso acerca de la importancia de la unidad de los revolucionarios para derrocar al capitalismo en Europa y para limar asperezas expresó una suerte de arrepentimiento por lo expresado por Marx en contra del ácrata Josep Proudhon en el libelo "Miseria de la filosofía" escrito en el lejano año de 1847, trató de justificar a su amigo y paisano aduciendo que en el ensayo "La sagrada familia", Karl hacia un grato elogio del anarquista francés, y en defensa de ambos nunca mencionó la expulsión de la Primera Internacional del finado Mijail Bakunin por él y Marx . Luego en perfecto alemán contestó con voz grave y pausada Kropotkin recordándole al heredero del marxismo la infamia de este hecho que generaría entre los dos pensamientos un rencor casi insalvable, a lo que ripostó Friedrich asomando la tesis que las dos personalidades no podían convivir en la dirección revolucionaria. A medida que transcurría el tiempo se vaciaron las botellas y hubo que reponerlas y la conversación siguió de manera fogosa y brillante en estos términos:

F Engels-Lo que sucede es que usted mi estimado, ve el mundo con los ojos aristocráticos de un príncipe feudal que no entiende las condiciones infrahumanas en las que vive el proletariado.

P Kropotkin haciendo gala del sarcasmo que lo caracterizaba le dijo-amigo Engels usted se dedicó a extraer plusvalía a los obreros de su fábrica de Mánchester para sostener al "Topo" y a su familia, mientras este escribía sobre la explotación; he ahí una gran contradicción entre lo que se predica y lo que se hace.

_Marx y yo siempre practicamos la máxima maquiavélica del fin justifica los medios y esta actitud se tradujo en la monumental obra teórica al servicio del proletariado, producto del brillo intelectual del Moro.

_Pero la visión libertaria del anarquismo es insuperable tanto por sus filósofos individualistas como Godwin,Thoureau y Stirner , como por los teóricos del anarquismo colectivista representado entre otros por Bakunin y el joven Errico Malatesta; en estas visiones utópicas la libertad de la humanidad no tiene límites, el hombre se auto determina sin la necesidad de un Estado represivo.

_También nosotros creemos en que la desalienación del ser humano sólo es posible en un reino de libertad y pasa por la destrucción del Estado, pero la derrota de la Comuna de Paris nos demostró la necesidad de una dictadura transitoria del proletariado.

_Los ácratas estamos firmemente convencidos que el poder aun a nombre de la clase obrera, corrompe y genera estamentos privilegiados que oprimen a las clases explotadas.

Así fue transcurriendo el diálogo entre ideas y licor cuando por los cristales de la amplia ventana que daba a la plaza, se filtraron los canticos de un grupo de niños que junto a una hoguera, acompañados de flauta y violín entonaban bellos villancicos y luego en medio de aquella blanca noche invernal, hubo un silencio sobrecogedor cuando el coro de la calle interpretó la hermosa canción de navidad "Noche de Paz" de Josep Mohr y Frans Xever Gruber.Por un extraño sortilegio los dos dirigentes dejaron de discutir y la conversación dio un giro sorprendente en torno a la figura emblemática de Jesús. Kropotkin señaló que él era ateo, pero que su admirado amigo, escritor y anarquista cristiano, el príncipe León Tolstoy le había señalado que el Nazareno fue un libertario predicador de la hermandad y el amor. Engels señaló que ellos siendo ateos, habían comprendido al Jesús de carne y hueso esperanza de los humildes discutiendo la dialéctica humanista de Fuerbach. Al final de aquella memorable conversación, ambos concluyeron que la interpretación de la necesidad del Estado hacía imposible una reconciliación entre los dos movimientos, pero coincidieron en que si algún día se producía tal alianza, ella se haría realidad por el vínculo del amor por la humanidad predicado por Jesús.

Los jóvenes acompañantes, entusiasmados libaban y brindaban, sacaron dos guitarras y una balalaica e interpretaron alegres kalincas, el viejo Engels se entusiasmó y bailó una movida danza con una bella joven rusa anarquista, de largo pelo azabache e intensos ojos azules como el cielo. Todos oyeron decir a Kropotkin que el corazón del anciano Engels ardía de pasión y rieron al unísono. A las dos de la mañana los dos carruajes llegaron a la estación ferroviaria donde ambos grupos se separaron para cumplir con su destino de apóstoles y mártires de la libertad, muchos morirían jóvenes en pos de una utopía.

*Tomado del libro “Fantasmas de Eternidad” escrito por el Profesor Universitario César José Burelli Valero

 

joseburelli@hotmail.com



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José Burelli

Economista. Maestría en Relaciones Internacionales. Subdirector de Cultura UNESR. Profesor de la UNEFA, Universidad Pedagógica de Caracas.

 joseburelli@hotmail.com

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