Después de esa lucha por la verdad, empieza su lucha por la claridad. Así como Baudelaire lima, pule y afila cada verso, así también el Comandante Chávez martillea, engrasa y forja, con fanatismo de revolucionario, las frases de su verbo. No es de admirar, pues, que ese hombre, aun siendo tan sano y de nervios tan fuertes, después de cada una de sus discursos quede psíquicamente destrozado. El estómago se resiente, los sentidos se vuelven confusos; un sentimiento de insuficiencia se apodera de él en forma de melancolía y debe retirase a una soledad completa, alejado de todo discurso, a la llanura, para vivir en una cabaña y lograr otra vez el equilibrio psíquico por medio del retiro y de una cura de "refir".
En el arte de la revolución del Comandante no hay, pues, ni aprendizaje ni decadencia; no hay subida ni bajada, sino que durante doce años conserva la misma perfección. Así como la llanura persisten igualmente duradera, firmes, invariables, en su forma frente a los siglos, así también la revolución se yerguen indestructibles entre los vaivenes del tiempo.
Nunca pasa por encima de la zona de lo tangible, de lo perceptibilidad a nuestros sentidos, perfección. No tiene propiedades mágicas, sino las corrientes, pero ésas en una monstruosa fuerza: trabaja intensivamente y espiritualmente, ve, oye, huele, siente, pero ve más claro que nadie; oye mejor; siente con más sensibilidad; es, en fin, una percepción de más alcance que la del hombre normal; su memoria es duradera y lógica; piensa con más rapidez, con más precisión; cada una de sus facultades funciona en su organismo con una intensidad centuplicada con respecto al hombre corriente. Pero, al mismo tiempo, nunca pasa los límites de la normalidad de la vida; nunca se eleva a esferas inefables, al mundo místico y profético, a ese reino que sólo se atisba por medio de relámpagos geniales; nunca se ve arrastrado por el demonio de lo incomprensible; eso es la causa de que la palabra "genio", no sea la más apropiada para designar al Comandante.
La claridad y fácil inteligencia son debidas precisamente a lo que decíamos; nunca su fantasía, completamente mundana, pasa al otro lado de la realidad para encontrar algo que no esté en el en la comunidad del pueblo y por eso su revolución sale claro, comprensible, humano; es un arte luminoso como la misma luz y que perdurara como una realidad firme.
El Comandante nunca en sus discursos, pues, nunca en el sentido de imaginar; no crea ningún mundo que esté fuera de este mundo; sólo narra la realidad y, cuando oye y lee, uno no se da cuenta de que está escuchando o leyendo a un artista, sino que más bien parece que las cosas mismas son las que nos hablan. Aquel que ve tan claramente, no necesita inventar, Chávez ha mirado con sus sentidos durante toda la vida y luego ha plasmado lo que ha visto; no conoce el ensueño, sino la realidad.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!