Los púgiles experimentados siempre aguardan su turno convenientemente para lanzarse a la pelea. Son cuidadosos, audaces, y sobre todo, utilizan la inteligencia, aun cuando se trate de hacer amagos o propinar certeros ganchos de izquierda. Eso si, respetando las reglas establecidas. La experiencia siempre es una ventaja de la cual hay que sacar provecho. Demás está decir, que cuanto más consagrados son
los contrincantes, se impone más entusiasmo y expectativas por el combate.
Algo similar suele ocurrir en una contienda electoral.
Contrario a la exaltación que generalmente provoca la escogencia del presidente de una nación, las anunciadas elecciones en Venezuela lucen insulsas, enteramente manoseadas, venenosas, desequilibradas. Hay un aventajado que se levanta en el medio del cuadrilátero electoral; solitario, sin adversario. Es un retador a todo gañote, desafiante y convencido de su superioridad; se siente invencible y hace alarde de ello. Muestra sus bien alimentados músculos y con sus enfundados puños lanza golpes al aire queriendo derribar al invisible rival.
Todo su alrededor está desierto, la esquina contraria del ring no tiene contendor. No hay nadie a quien enfrentar. Sin embargo, todas las reglas y normas de la supuesta competencia permiten adelantar las acciones del espectáculo boxístico. El réferi sonríe al anticipado vencedor y los jueces están ansiosos de declararlo ganador sin haber comenzado la competencia. Para ello, por decisión unánime, han decretado nocaut técnico a algunos oponentes que ni siquiera se han acercado a la lona. Cuando todos esperábamos conocer las reglas del juego, nos sorprenden con el anuncio de un increíble resultado.
El ganador de la irreversible ventaja celebra en hombros de sus promotores. Aun sobre el cuadrilátero, los agentes de seguridad se afanan por proteger al único competidor; miran para todas partes, están mosca. No sea que aparezca un loco desafiando inoportunamente y el show termine sin caravanas, sin fiestas ni bandas musicales.
No hay nada más aburrido que pagar una entrada para una competencia, que sin haber comenzado, ya se sabe que hay un ganador anunciado.