El socialismo menos sistemática, pero más práctica, intenta apartar al pueblo de todo movimiento revolucionario, demostrándoles que no es tal cambio político el que podrá beneficiarles, sino solamente una transformación de las condiciones de la vida material, de las relaciones económicas. Pero nótese que por transformación de las condiciones de la vida material, este socialismo no entiende, en modo alguno, la abolición de las relaciones de producción burguesas, lo que no es posible más que por vía revolucionaria, sino únicamente reformas administrativas realizadas sobre la base misma de las relaciones de producción burguesas, que, por tanto, no afecten a las relaciones entre el capital y el trabajo asalariado, que no harían, en el mejor de los casos, sino disminuir los gastos que requiere su dominio y simplificar el trabajo administrativo del gobierno burgués.
Por creer que lo que servía para Rusia podía trasladarse a otros países con trayectorias, historias y cosmovisiones diferentes (es la amargura de un Mariátegui alertando a los ortodoxos de la necesidad de un marxismo latinoamericano que no fuera "ni calco ni copia" del soviético, y que terminaría siendo expulsado de la Komintern por pretender que la emancipación en Perú debía contar con los indígenas, mayoría social por otra parte en su país, aunque no viniera en los catecismos del marxismo). Por último, por creer que un crecimiento ininterrumpido traería un reino de la abundancia que terminaría con todos los problemas humanos y sociales, ignorando la necesidad humana de trascendencia, el agotamiento del planeta y los problemas del productivismo heredado por la modernidad.
Pero la forma rudimentaria de la lucha de clases, así como su propia posición social, les lleva a considerarse muy por encima de todo antagonismo de clase, Desean mejorar las condiciones materiales de todos los miembros del pueblo, incluso de los privilegiados. Por eso, no cesan de apelar a todo el pueblo sin distinción, e incluso se dirigen con preferencia a la clase dominante. Porque, a su parecer, basta con comprender su sistema para reconocer que es el mejor de todos los planes posibles de la mejor de todas las sociedades posibles.
Repudian, toda acción política, y sobre todo, toda acción revolucionaria, se proponen alcanzar su objetivo por medios pacíficos, intentando abrir camino al nuevo evangelio social valiéndose de la fuerza del ejemplo, por medio de experiencia en pequeña escala, que, naturalmente, fracasan siempre.
Más estas obras socialistas encierran también elementos críticos. Atacan todas las bases de la sociedad actual. Han proporcionado en su tiempo, por consecuencia, materiales de un gran valor para instruir al pueblo. Sus tesis positivas referentes a la sociedad futura, tales como la desaparición del contraste entre la ciudad y el campo, la abolición de la familia, de la ganancia privada y del trabajo asalariado, el proclamar la armonía social y la transformación del Estado en una simple administración de la producción; toda estas estas tesis no hacen sino enunciar la desaparición del antagonismo que comienza solamente a perfilarse y del que los inventores de sistemas no conocen todavía sino las primeras formas indistintas y confusas.
¡La Lucha sigue!