A propósito de haberse celebrado el pasado ocho de marzo el Día Internacional de la Mujer, decidí consultarles a mis allegados cuál consideran que es el rol que cumplen las mujeres trabajadoras en la coyuntura política, económica y social por la que atraviesa Venezuela, las respuestas fueron bastante completas y bien argumentadas, lo que me generó satisfacción.
Los planteamientos de mis encuestados confirmaron lo que los movimientos sociales y políticos liderados por mujeres han demostrado: ser mujer es sinónimo de fuerza, de constancia, de tenacidad, de afecto y acto amoroso, pero no de un amor edulcorado por las series de doncellas rescatadas por príncipes azules, sino de ese amor alimentado por la pasión, pasión por las ideas, por la justicia, por la libertad, la igualdad y la sororidad.
En un mundo tradicionalmente gobernado por hombres, las mujeres se han unido como un bloque, en bloques, a favor de causas que reivindican sus derechos –nuestros derechos- y han traído a la palestra temas eternamente controversiales, como el aborto. Han levantado la voz en contra del acoso sexual y la violación, pero también han visibilizado a la mujer afrodescendiente, a la mujer indígena, a la mujer empobrecida, a la mujer lesbiana, a la mujer que ha decidido no tener hijos, a la campesina, a la trabajadora, a todas y cada una de las mujeres que por años han sido relegadas a un segundo o tercer plano de la existencia familiar, social, política y económica en los distintos pueblos del mundo.
Desde la lucha por el derecho a ejercer el sufragio -incluso antes- el camino de las mujeres ha sido de batallas constantes, de desenmascarar prejuicios, sortear insultos y vencer el irrespeto. Las feministas, han sido tildadas de feminazis y los rencores, miedos y etiquetas arraigadas por años, muchas veces han prevalecido en contra de nuestras congéneres, de nuestras hermanas. Puta, fácil, perra, son palabras que usamos en contra de nosotras mismas. Para muchos, una mujer libre siempre es una puta, una mujer dueña de su cuerpo, de su sexualidad, de su vida, siempre es una puta. Una mujer que ha obtenido un alto cargo en una empresa, en un partido, en una organización, fue, es y será una puta, pues con alguien se acostó para lograrlo, y en torno a ella se tejen un montón de historias que ponen en duda sus capacidades intelectuales y alto desempeño.
Nosotras somos nuestras peores enemigas cuando nos lo proponemos, pero también nos hemos dado cuenta de lo poderosas que llegamos a ser cuando nos enfrentamos al mundo -y a sus incongruencias- unidas, juntas, hermanadas, como un solo cuerpo, como un solo útero, como un solo cerebro, un solo corazón, que bombea la sangre que nos mueve, pero que representa también, la sangre derramada por miles, millones de mujeres asesinadas por hombres, ya que las cifras de femicidios y feminicidios –así diferenciados- son alarmantes alrededor del mundo. Las violaciones y agresiones a mujeres se han convertido en noticia cotidiana y nadie debe mantenerse impasible frente a tal situación, mucho menos la justicia de los gobiernos.
Ante este escenario, es preciso reconocer el papel de la mujer en la Venezuela actual, reflejo fiel de una historia de superación y batalla continuas, protagonizada por nuestras heroínas de la lucha independentista y de nuestras guerreras del día a día. Así, Isbelia –joven madre, estudiante y trabajadora- nos dice: "creo que ha quedado demostrado el poder que tenemos ante las adversidades, he visto cómo mujeres que por mucho tiempo sólo trabajaron en su casa, salieron de las cuatro paredes, se enfrentaron a la crisis y han puesto su mayor imaginación para garantizar una comida saludable a sus hijos. Al principio la crisis tuvo cara de mujer y supimos darle frente a la situación pues el capitalismo tuvo que buscar otras estrategias; las primeras cosas que desaparecieron fueron los artículos dirigidos a las mujeres, y aunque muchas estaban inconscientes de tal perspectiva, supimos hacerle frente."
Cruz –profesor universitario- coincide con lo antes expuesto y afirma que las mujeres trabajadoras hacen maravillas con los pocos recursos que tienen para mantener a un grupo familiar. "Yo creo que los economistas de Harvard no tienen un doctorado como ellas, es más, la mujer que sabe cómo administrar una familia también sabe cómo administrar un país", asegura.
El también formador comunitario, explica que las mujeres que se encuentran en la alta política y hasta las que están en las organizaciones sociales de base, a través de su participación activa, han desarrollado lineamientos políticos coherentes con la defensa y protección social de la mujer y la familia, sólo que el secuestro de los partidos por intereses económicos y de liderazgo las han opacado, al igual que la crisis financiera nacional.
Sin embargo, Antonio, docente y padre de familia, tiene sus reservas acerca de la creación de esas políticas de protección, y asevera que aún queda mucho por hacer: "La mujer trabajadora venezolana, debe asumir un papel activo en la toma de consciencia del proyecto de país que se debe construir, para superar tanta dependencia en la adquisición de bienes y servicios fundamentales para el normal funcionamiento de las actividades cotidianas, sobre todo aquellas que desempeñan roles fundamentales en el quehacer político y económico."
Como podemos observar, una palabra clave que define la labor femenina en la Venezuela actual es conciencia, por eso Alberto, joven estudiante universitario, propone lo siguiente: "La mujer trabajadora actual en el rol protagónico que juega ante la sociedad, debe brindar un aporte de conciencia ante las adversidades, desde cualquier espacio que se encuentre levantar la voz en contra de la disminución de su calidad de vida… A su vez, participar activamente en los movimientos de mujeres que se movilizan masivamente… Yo creo en la valentía y el ingenio de la mujer venezolana ante la crisis."
Por su parte, Elvira –docente jubilada- manifiesta que el aporte de la mujer debe traducirse en "sentido común, trabajo bien realizado donde estés y respeto a quienes no comparten las ideas políticas." Se evidencia así, que lo racional y lo emocional, expresado a través del amor, deben conjugarse en nosotras las venezolanas para sacar adelante este país, criterio que María –activista política, madre y profesora universitaria- ratifica contundentemente: "su papel es ser valientes para hacer lo que se tiene que hacer. Asumir el enderezamiento de la sociedad, que es urgente, ya que el hombre no lo hará jamás, definitivamente. Es urgente que la mujer asuma directamente y con carácter, la corrección de las conductas inadecuadas, con firmeza y amor, solo la mujer lo haría bien y rápido."
En el mismo orden de ideas, Juan, deportista e instructor falconiano, considera que "es muy importante que la mujer de hoy tiene que brindar además de su aporte laboral, ese apoyo anímico, consejero y esperanzador que hoy requiere toda la población para seguir de pie ante todas las adversidades que enfrentamos a diario."
Igualmente, Antonio acota que la mujer "también deberá contribuir con el ejemplo al resaltar los valores tales como la honestidad, el respeto, la solidaridad, el trabajo, la responsabilidad, la honradez, entre otros, porque sin duda alguna, nuestra crisis es total y multidimensional, y por ende debe ser abordada holísticamente."
Analizados todos estos planteamientos en torno al rol de la mujer frente a la coyuntura que vive nuestro país, como fémina me pregunto: ¿somos capaces de cumplir con estas expectativas? Por las argumentaciones presentadas a lo largo de este artículo dirán que la respuesta es un rotundo sí –y créanme que estoy de acuerdo- pero si una de nuestras batallas principales es la igualdad de género, considero que el papel del hombre en la sociedad actual debe ser igual de exigente, pero impregnado, a la luz de esta nueva era, de una concepción eminentemente pro feminista, donde se respete, valore y reivindique la labor de la mujer, desarrollando con ella funciones colaborativas de índole social, familiar y de construcción y reconstrucción nacional.
Por eso, Isbelia no lo duda ni un momento y con la dulce firmeza que la caracteriza, aclara: "Las mujeres seguimos asumiendo roles dentro del ámbito económico social, es decir, gran parte sale a trabajar o trabaja desde diferentes actividades económicas, pero sigue siendo responsable de todas las demás cosas que la sociedad le ha impuesto, es decir, no hemos asumido que la educación, la crianza, hacer comida, asear la casa, es una responsabilidad colectiva, pues todos vivimos en ella, entonces seguimos colocando tareas en nuestra espalda pero no nos hemos desprendido de ninguna."
En definitiva, el poder femenino es asombroso, como mujeres somos capaces de cumplir con múltiples roles en la vida diaria, de satisfacer nuestros deseos, necesidades y aspiraciones personales; de cubrir las expectativas que se forman en torno a nuestro desempeño; a parir hijos, parir ideas, promover el hecho creativo y creador, pero sobre todo, a propiciar una sociedad de iguales que valore el trabajo de todos, con todos y entre todos, fomentando el bien común y la conciencia colectiva en esta matria/patria nuestra, llamada Venezuela.
* Periodista, docente universitaria, coordinadora del CIM Falcón.
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