"El pueblo descontento con su suerte se quedó sin palabras para explicarse a sí mismo lo que le pasaba. Si el pasado era oscuro y el futuro ya estaba aquí, solo quedaba vivir en el presente. Quizá ese miedo es irracional, creado por noticias falsas, injustificado. Seguro que las redes sociales, en manos de pirómanos con ramificaciones bancarias, son en buena medida responsables de esa angustia".
La política, la religión y los gobiernos han sido creados por nuestros amos, burgueses, los que dinamitan la convivencia, los explotadores, los invasores, los tramposos, los sin escrúpulos, los egoístas, los autoritarios, los sectarios, los cobardes, los integristas, los que mercantilizan la vida, los que solo tienen manos y ojos para ver y tocar negocios y mercancías. Para mejor dominarnos, para mejor sojuzgarnos, para debilitarnos, dividiéndonos en partidos, rechacemos absolutamente todo lo que hoy se llama política. Toda participación de la clase obrera en la política gubernamental de la clase media no podrá producir otros resultados que la consolidación del orden de cosas existente, lo cual necesariamente paralizaría la acción revolucionaria socialista.
Crean el capital, es decir, la propiedad que explota al trabajo asalariado y que no puede acrecentarse sino a condición de producir más trabajo asalariado a fin de explotarle de nuevo. En su forma actual, la propiedad se mueve en el antagonismo entre el capital y el trabajo asalariado.
Ser capitalista significa no sólo que se ocupa una posición personal en la producción. Sino una posición social. El capital es un producto colectivo; no puede ser puesto en movimiento sino por el esfuerzo conjunto de muchos miembros de la sociedad y, en último término, sólo por el esfuerzo conjunto de todos los miembros de la sociedad.
El precio medio del trabajo asalariado es el mínimo del salario, es decir, la suma de los medios de existencia indispensables al obrero para conservar su vida como tal. Por consiguiente, lo que el obrero se apropia por su actividad es estrictamente lo que necesita para su existencia. No de ninguna manera abolir esta apropiación personal de los productos del trabajo, indispensable a la mera reproducción de la vida humana: esta apropiación no deja ningún beneficio líquido que pueda darle poder sobre el trabajo de otro. Lo que queremos es suprimir ese modo infame de apropiación que hace que el obrero no viva sino para acrecentar el capital y no viva sino en tanto lo exigen los intereses de la clase dominante.
En la sociedad burguesa, el trabajo viviente no es más que un medio de acrecentar el trabajo acumulado. En la sociedad socialista, el trabajo acumulado no es más que un medio de ampliar, enriquecer y hacer más fácil la existencia de los trabajadores.
De este modo, en la sociedad burguesa el pasado domina al presente; en la sociedad socialista es el presente el que domina al pasado. En la sociedad burguesa el capital es independiente y tiene personalidad, mientras que el individuo que trabaja está sometido y privado de personalidad.
¡Y es la abolición de semejante estado de cosas lo que la burguesía considera como la abolición de la individualidad y de la libertad! Y con razón. Pues se trata efectivamente de abolir la personalidad, la independencia y la libertad burguesas.
Pero si el mercantilismo desaparece, el comercio libre desaparece también. Toda la palabrería sobre el librecambio, lo mismo que todas las fanfarronadas liberales de nuestros burgueses, tienen sentido únicamente en relación con el comercio no libre, con el burgués sojuzgado de la Edad Media; pero no tiene ningún sentido al tratarse de la abolición del mercantilismo, de las relaciones burguesas de producción y de la burguesía misma por el socialismo.
Desde el momento en que el trabajo no pueda ser convertido en capital, en dinero, en una palabra, en poder social susceptible de ser monopolizado; es decir, desde el instante en que la propiedad individual no pueda transformarse en propiedad burguesa, desde ese instante declaráis que la personalidad está suprimida.
¡La Lucha sigue!