En este momento, América Latina se constituye en el laboratorio socio político más importante del Planeta Tierra. En tiempo real, en simultaneo, se puede observar el rotundo fracaso de los dos modelos que pugnan por erigirse como forma exitosa de enfocar y gerenciar la política pública.
El fracaso, en ambos casos tiene el mismo origen, en el fondo les motiva el mismo egotismo: la acumulación de poder (económico, militar y político, si lo político está en la cola, de último), en ambos está ausente la razón fundamental de su existencia como servidores públicos: la gestión eficiente de los recursos compartidos por la sociedad, con integridad, respeto, benevolencia y compasión.
Ejercer cargos públicos, de alto perfil político, en ambos casos, es contar con una tarima para ofender, insultar, humillar, despilfarrar, derrochar, matar, robar. Unos en nombre del capitalismo y otros en nombre del socialismo. Todos persiguen lo mismo, solo difiere detrás de que y quienes esconden sus oscuras intenciones.
La primavera en América Latina, y en el mundo, pasa por buscar un nuevo camino, un nuevo modelo político, donde gestionar el aparato público sea una labor de integridad y respeto, donde todos tengan la oportunidad de aportar sus ideas, su trabajo, y esto sea respetado. El único criterio valido es que la gestión mejore la calidad de vida de absolutamente todos los seres vivos, proteja el ambiente y se ejerza con integridad.
La dualidad, el rojo o azul, la derecha o la izquierda, es producto de la necesidad de mantener polarizada a la sociedad, de esa manera los que le proponen abonan su terreno de mezquindad y disputa permanente, de guerra, muerte y dolor. La nueva organización socio política debe aportar, luz, integridad y respeto. La diversidad forma parte de la naturaleza, por lo tanto, también de un nuevo modelo político inclusivo, o sea, eso que llamamos democracia, pero ejercida desde el amor y no desde el odio.
Las nuevas generaciones, aquellas que heredan el rotundo fracaso de los dos modelos políticos imperantes, son los llamados a re inventar el modelo, sin embargo, los que formamos parte del fracaso, por acción o por omisión, debemos asumir nuestras responsabilidades y dar un paso al frente para acompañar el proceso. Un buen primer paso sería reconocer que debemos volver a empezar.