"A partir de comunidad de intereses y de presión de mil agentes exteriores a ellas y que las unen, caminan las voluntades humanas, unidas en pueblo, el contrato social inmanente, pacto hondamente libre, esto es, aceptado con la verdadera libertad, la que nace de la comprensión viva de lo necesario, con la libertad que da el hacer de las leyes de las cosas leyes de nuestra mente, con la que nos acerca a una como omnipotencia humana. Porque si en fuerza de compenetración con la realidad llegáramos a querer siempre lo que fuera, sería siempre lo que quisiéramos. He aquí la raíz de la resignación viva, no de la muerte, de la que lleva a la acción fecunda de trabajar en la adaptación mutua de nosotros y el mundo, a conocerlo para hacerlo nuestro haciéndonos suyo, a que podamos cuanto queramos cuando sólo podamos querer lo que podamos llevar a cabo" .
—El socialismo supone una transformación de la moral burguesa, puesto que incluye una humanización de las relaciones entre los pueblos, es decir, supone que los valores que en el capitalismo jerarquizan la convivencia o subordinan unos pueblos a otros dejan de cumplir tal función precisamente porque la posesión, que es el medio de encumbrarse y de adquirir valor, se ha hecho imposible.
Dentro del socialismo, el trabajo deja de ser una frustración para convertirse, por una parte, en una expansión de las facultades creativas del pueblo y, por otra, en un enriquecimiento del ámbito en que se desarrolla su vida.
La utilidad final de una obra, se ha de estimar no por la utilidad de lo producido y por si esto vale lo que cuesta, sino por el trabajo que proporciona, pues eso de que el trabajo no vale lo que cuesta es quitarle a uno con una mano lo que se le da con la otra, son sofismas de que ha inficcionado la economía política, la plaga del socialismo, con la que acabarán el inmaculado sufragio universal y los derechos individuales.
Si no estuvieran acaparados los medios de la producción, y para mantener esa expoliación no se malgastaran y derrocharan miles de millones de dólares al año, y la riqueza se repartiera conforme a las diferencias naturales, habría diferencias, es cierto, pero, créanos el burgués, serían muy pequeñas, en realidad no habría ricos y pobres, y, sobre todo, se establecería por sí mismo un mecanismo que tendiera a ir borrando esas diferencias, así como el actual tiende a marcarlas más y más.
La repartición actual de la riqueza, que arranca de una serie no interrumpida de robos y expoliaciones, tiende además a ir ahondando las diferencias mediante la desigual educación que reciben pobres y ricos.
Diferencias en cantidad, que en calidad es otra cosa. Siempre sería diferente la aptitud para hacer relojes que la necesaria para manejar una finca agrícola o para tejer telas; pero los burgueses han establecido que sean de más valor precisamente los trabajos de menos utilidad, y mientras por hacer pan se cobra un salario nada espléndido, se ve en los escaparates cualquier mamarracho con una tarjetita en se fija su precio en miles de dólares. Y luego vienen a hablar del arte, de la inspiración y de otras mentiras.
Hasta llegar a este término de libertad, del que aún, no valen ilusiones, estamos lejos, la Historia va haciendo a los pueblos, la Historia, que es algo del hado. Les hace un ideal dominando diferencias, y ese ideal se refleja sobre todo en una lengua con la literatura que engendra.
La lengua es el receptáculo de la experiencia de un pueblo y el sedimento de su pensar; en los hondos repliegues de sus metáforas ha ido dejando sus huella el espíritu colectivo del pueblo, como en los terrenos geológicos el proceso de la fauna viva. De antiguo los hombres rindieron adoración al verbo, viendo en el lenguaje la más divina maravilla.
—Y no sólo de pan vive el hombre, sino de pensamiento. Que no es el hambre, sino la idea del hambre, la que le hace las revoluciones. Lo que hay en el fondo de la historia es el pensamiento.
¡Pueblos de todos los países, pensad!
¡La Lucha sigue!