—El admirable indio Juárez: "Desearía que el protestantismo se mexicanizara, conquistando a los indios; éstos necesitan una religión que les obligue a leer, y no les obligue a gastar sus ahorros en cirios para los santos." Benito Juárez, el salvador de la patria, veía muy lejos.
Ahora bien, la "ósmosis" entre la intrahistoria y la historia, se ha activado de tal modo que la oposición entre historia (que ya no quiere decir sólo ni siquiera predominantemente: política) e intrahistórica, de día en día va desapareciendo.
Y se habla allí de "el egoísmo aparente de los hombres que llevan una ciencia, una nación o leyes en su seno… para parir pueblos o para producir ideas nuevas; es lo que Balzac llama "la maternidad de las masas". La maternidad y no la paternidad, Lo mismo que no dice "engendrar", sino "parir" (enfanter) pueblos nuevos. Y añadir que deben unir en sus poderosas cabezas "las tetas de la mujer a la fuerza de Dios". ¿Dios es macho o hembra?
¿No será una mera cavilación, un fruto de soberbia, de petulancia, tal vez de locura, esto de creernos solos? Porque yo, cuando me sereno, me veo acompañado, y recibo cordiales apretones de manos, voces de aliento, palabras de simpatía, todo género de muestras de no encontrarme solo ni mucho menos.
Es fundamento de las sociedades civilizadas que nadie tiene derecho a tomarse la justicia por su mano, y menos que otros cualesquiera aquellos a quienes se supone encargados de hacer cumplir, en última instancia, por la fuerza, los fallos de la llamada Justicia. El sable, o se saca para dar con él de filo, o se le tiene envainado; para lo que no debe nunca desenvainarse es para dar con él de plano.
En los pueblos de Nuestramerica, en esta viva armonía de las naciones vinculadas por todos los lazos de la tradición, de la raza, de las instituciones del idioma, como nunca las presentó juntas y abarcando tan vasto espacio la historia del mundo, bien podemos decir que hay algo tan alto como la idea de la patria, y es la idea de Nuestramerica; la idea como una grande e imperecedera unidad, como una excelsa y máxima patria, con sus héroes, sus educadores, sus tribunos; desde el golfo de México hasta los sempiternos hielos del Sur.
En la política abundan los bergantes (pero no mucho más que en la vida; lo que pasa es que se les ve más). Es claro, y más grave aún, que la política (como la vida perro, otra vez, se ve más) es impura. Y, sin embargo, es inevitable, hay que hacerla y, de hecho, todos, querámoslo o no, la estamos haciendo siempre, por acción o por omisión.
La poesía es una cosa y la literatura otra. Con literatura no se hacen ferrocarriles, ni puertos, ni fábricas, ni agricultura, y sin poesía es casi imposible hacerlos. Y lo que come la energía allá y acá no es la imaginación poética, no el libre mercado, no es el idealismo, no es el saber soñar: es la literatura, o, mejor dicho, el literatismo; es la constante repetición de los mismos lugares comunes; es e tresillo espiritual. Y hasta los negocios se hacen literatura y no poéticamente.
Ya la cuestión no está en realizar nuestras ideas, sino en saber en qué puedo ser útil, porque cada hombre se debe a sí mismo, a la patria, a la humanidad; nosotros no hacemos otra cosa sino consumismo alimentando un sueño vano.
¡La Lucha sigue!