La revolución de las mujeres en España

El cine es un magnífico referente, un excepcional reflejo de la sociedad. No creo que un analista, un sociólogo, un antropólogo, un periodista… hagan más certeras inferencias de cómo es, cómo funciona una sociedad, basándose principalmente en estadísticas, a menudo sospechosas de manipulación, o en vivencias personales, sobre esta materia relativa a los dos o varios sexos. Lo que desde luego sí puedo constatar es que en España no tropiezo nunca con análisis que haga alusión alguna a la diferencia notable entre la sociedad española y la de las naciones europeas, tanto de lo que llaman la Europa Vieja como las nórdicas, y a sus causas. Pero a mí me parece determinante esa diferencia, en ésta de la relación entre sexos y derechos, aunque haya otros factores que también lo son. Me refiero a tres hechos…

Uno es la participación, en el corto espacio de 21 años, de todas las naciones europeas en dos guerras mundiales, en las que no estuvo España, que de algún modo canaliza los esfuerzos de los países implicados en llevarse bien. El otro es que, a cambio de no estar presente España en ninguna de las dos grandes guerras, se embarcó en una desgarradora guerra civil cuando cada nación europea (salvo Finlandia en 1918) había olvidado de largo su última guerra civil. Y el tercero es la importancia de lo que en las sociedades vertebradas en democracia convencionalmente burguesa, tiene la tolerancia. Pues la intolerancia existente en ellas, ha estado siempre alojada en general en Europa sólo en círculos concretos, religiosos o ideológicos, subordinada a la tolerancia institucional y general. Mientras que la intolerancia formó parte sustancial del nacional catolicismo que articuló a la sociedad española durante los 40 años que duró la dictadura.

Habida cuenta estas consideraciones preliminares, la evolución, en todos los sentidos y desde luego en este del papel y derechos de la mujer en Europa, es fundamental. En cualquier película o serie británica, francesa, danesa o alemana, se aprecia perfectamente el tacto y la sensibilidad en la relación hombre mujer que brilló por su ausencia en las cuatro décadas de franquismo, y ya llovía sobre mojado pues el absolutismo monárquico de siglos y su maridaje con la Iglesia propiciaban ese ninguneo de la mujer. Casi medio siglo es mucho tiempo para no configurar una mentalidad cuya estela sigue observándose en grandes porciones de sociedad española y en porciones de la judicatura, pese a que las leyes a raíz de la inauguración de esta modalidad democrática han allanado e igualado a ambos sexos y han ido incluso más allá.

Sin embargo España siempre ha sido "diferente". Diferente por exceso o por defecto. Y así como la democracia no lo decide una ley pues es un proceso, además del constituyente, en el que las instituciones, la judicatura, los medios y el pueblo han de esforzarse para que de la teoría legislativa pase el país entero a la práctica democrática, en esta materia relativa al rol de la mujer se ha forzado, y se fuerza, demasiado la evolución social. Y esto es así hasta el extremo de que la desigualdad entre mujer y hombre en el pasado tiene todas las trazas de haberse invertido. Y en muchos aspectos, el retraimiento del hombre ante ella y las consecuencias de una problemática interpretación judicial, política, empresarial y mediática de las relaciones, tanto ordinarias como sexuales, marcan en esto también la falta de la naturalidad que se aprecia en el cine europeo en esas mismas relaciones. Naturalidad que en Europa se corresponde con un efecto evolutivo lento, mientras que en España, no ya en su cine sino en la calle y por doquier, es a todas luces un efecto atropellado, precipitado y desestabilizador.

Habrá dado un impulso esta "revolución" de una parte de las mujeres españolas, a la superación de las desigualdades entre los sexos. Es posible. Pero el papel en este asunto de una obsesión absurda y al mismo tiempo desbocada, sólo atenta a eso, a superar esa desigualdad pasada entre hombre y mujer, ha hecho mucho daño, ha ido en detrimento de la causa secular del pensamiento y la acción favorables a las clases deprimidas. Y esto es así, hasta el punto de no serle posible localizar a la clase trabajadora de qué parte organizada de sociedad, de qué formación política o de que Sindicato puede esperar algún día el estrechamiento de las tremendas desigualdades sociales en general…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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