Sin diálogo no hay salida

Aquí nada está resuelto, las Elecciones Presidenciales del 28 de julio no han cumplido el objetivo de recuperar la paz y la convivencia democrática trazado en los Acuerdos de Barbados. La crisis postelectoral está generando una tensión política que mantiene en suspenso al país y acelera la incertidumbre social, nada es predecible. El país tiende a paralizarse y la recuperación económica que venía en marcha puede sufrir un grave retraso. Gobierno y oposición están en la obligación política de abrir espacio al diálogo porque, definitivamente, sin diálogo no hay salida.

La tensión política postelectoral puede tener muchas interpretaciones que permiten celebrar o negar la realidad social. Estamos ante un conflicto político y social de múltiples dimensiones donde se expresa, de un lado, la batalla por el poder con el protagonismo desmesurado de factores antagónicos que relegan el país y otorgan prioridad a sus intereses particulares. Por otro lado, está el forcejeo internacional con Venezuela como factor determinante en la nueva geopolítica del petróleo.

Las reservas de petróleo y la ubicación geográfica de Venezuela, la convierten en un factor clave dentro de la estrategia geopolítica del Gobierno de EEUU para el hemisferio occidental. Las implicaciones regionales y globales de esta estrategia, en medio del conflicto postelectoral, están redefiniendo las relaciones entre EEUU y Venezuela con la aplicación de nuevas sanciones a funcionarios públicos y pudieran provocar la renovación de sanciones financieras y petroleras. Así mismo, la crisis política está propiciando un desventajoso reacomodo de las relaciones comerciales y de cooperación con Brasil y Colombia.

En medio del marasmo político postelectoral, es necesario dejar a un lado la vocinglería de bajo calibre y la diatriba de micrófonos para abrir espacio al diálogo y la negociación. Es necesario comprender que el país está en una situación crítica que solo puede encontrar alternativas de solución en un clima político interno de convivencia dentro de la diversidad y respeto a los principios fundamentales de la democracia. La situación del país exige que sus dirigentes se pongan a la altura del momento histórico para garantizar el retorno a la Política.

En esta coyuntura, el diálogo y la negociación resultan inevitables y determinantes para la estabilidad de la región y la recuperación económica de Venezuela. Esto puede ser una premisa que ayude a definir acuerdos internacionales y una política de cooperación y comercialización petrolera que garantice el respeto a la Soberanía Nacional y abra espacio a las alianzas estratégicas con el capital transnacional porque en las relaciones internacionales la estabilidad política e institucional de cada país es vital. La tensión política es un obstáculo y el diálogo puede conducir a novedosos acuerdos que repercutan en el fortalecimiento de las relaciones internacionales, la recuperación económica y la reinstauración del Estado de Bienestar Social.

La complejidad de la situación requiere una mediación confiable y sólida que bien pueden cumplir Brasil y Colombia por ser los países que no han asumido una posición de apoyo a ninguna de las partes en conflicto. Esta mediación puede resultar determinante para iniciar el dialogo que conduzca a la negociación sin la intervención de la Organización de Naciones Unidas -ONU- que ha mantenido una posición más beligerante y próxima a EEUU.

El diálogo como alternativa política sugiere saltar del laberinto de la confrontación subalterna, relegar las posiciones dogmáticas, abandonar la gallera y la vocinglería de micrófonos para asumir la política con la altura necesaria y consolidar un esfuerzo que garantiza beneficio para los factores involucrados y poder avanzar pensando en el país porque sin diálogo no hay salida a la crisis política.



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Darío Morandy


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