Las tareas del 27 de abril

Aquéllos que no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo

George Santayana

Se puede engolar la voz. Se pueden hipar quejosos suspiros en cada una de las peroratas. Se puede fruncir el ceño y pronunciar alguna vulgaridad de cuando en vez. Pero no hay ungimiento ni Pentecostés que pueda evadir la brusca, áspera, tangible realidad de las cosas: una victoria electoral cantada fue trastrocada en una derrota política. Curiosa taumaturgia. Penosa alquimia. Patética reiteración del disparate.

Nunca como en esta circunstancia hostil ha sido más cierta la frase afamada que sirve de epígrafe a estas líneas. Sin una descarnada, pormenorizada y puntillosa reflexión acerca del pasado reciente, no nos será dado hallar la asertiva estrategia que se requiere y lo que queda de oposición será devorado por el pragmatismo electoralista, efímero por su propia naturaleza, sin derecho a futuro alguno ni capacidad para construirlo.

¿Y si las cosas se hubiesen hecho de otro modo?

No sé si con otra estrategia, otro discurso, otra política, otra candidatura, la victoria electoral hubiera transmutado en victoria política, y no en el pantanoso fracaso actual. Pero sí sé que se hizo todo lo que había que hacer para que el régimen de partido-Estado no pudiese darse el lujo de reconocer una derrota electoral y transferir el poder a su contrario. Veamos y saquemos cuentas. El innecesario desafío de postular una candidatura inhabilitada al margen de la legalidad hegemónica. La desmañada, zopenca y nunca bien ponderada frasecilla: "Maduro, ven pa’cá, yo lo que quiero es verte preso". La falencia de algún género de interlocución, negociación, acuerdo y pacto con el gobierno que se buscaba sustituir (véase mi artículo "El zarpazo", de junio 2024, en el que me adelantaba al fraude en ciernes: https://www.aporrea.org/ideologia/a331484.html). La estúpida ostentación de flamígeras amenazas con las recompensas gringas, las sanciones y los juicios penales internacionales. ¿En serio así querían que ése a quien se caracterizaba de dictador y sus adláteres protototalitarios admitieran su derrota y entregasen las llaves del Palacio con una sonrisa en los labios? Para decirlo de otra manera: la oposición extremista de ultraderecha puso las cosas en términos tales que los gerifaltes del poder no podían hacer otra cosa sino lo que hicieron el 28J. No se justifica lo que ocurrió, sólo se procura comprenderlo.

Diciéndolo con todas sus letras, se trató de un timo, de una mascarada: sin creer realmente en ella, usándola como pretexto para pretender viabilizar el embeleco extremista, se utilizó la ruta electoral como un arma arrojadiza cuyo fin último era el exterminio del contrario. Sólo que los rusos también juegan, Garrincha dixit.

La ruta democrática: voto y acuerdo

De esta recapitulación sucinta se sigue que no basta el voto para que la ruta democrática produzca el cambio político que se anhela. Frente a un régimen de partido-Estado se requiere de un pacto que incluya a quienes se pretende desplazar del gobierno. Un acuerdo pormenorizado que los implique en la ecuación del futuro poder. Y para ello lo primero es tener de vocero a quien sea escuchado del otro lado. El pueblo opositor convocado a primarias hizo exactamente lo contrario.

No sé si unos gobernantes inoculados por la peste extremista de la teoría marxista-leninista del Estado podían ser persuadidos de un pacto para la alternancia en el gobierno o para la conformación de un gobierno de coalición que los guareciera de inescrutables excesos por venir. Por lo pronto, tomemos nota de que eso fue lo que se hizo en España, Chile, Sudáfrica y en los nueve comunismos de Europa oriental para viabilizar sus transiciones de la dictadura o el totalitarismo a la democracia. No sé si algo así era posible. Lo que sí sé es que la única otra opción diferente al pacto es el derrocamiento a la fuerza del régimen (que es, según parece, la opción escogida por el extremismo abstencionista recalcitrante), a fines de lo cual usted debe ostentar u organizar más poder de fuego que su contrario. Si no lo tiene, trague grueso (principalísima virtud de un político de nación) y mejor regrese a la primera opción.

Queda una tercera: esperar sentado en un banquito que el régimen implosione a causa de sus múltiples contradicciones internas, pero es obvio que una interlocución de la oposición democrática con sus capitostes menos radicales no sólo puede ayudar a acelerar ese colapso sino que sería la base a partir de la cual se puede gobernar, hegemonizar el confuso proceso que se desprenda de él.

¿Para qué votar el 27A?

Dicho todo lo cual puede escrutarse una estrategia de cara a la confrontación electoral de abril pero que vaya más allá y que ayude a cumplir por cuarta vez con la mítica maldición sisífica (las otras tres fueron en 2006, en 2015 y en 2021). Empujar la piedra de nuevo a la cima acaso sea una tarea que tome años, pero cuanto antes se comience mejor. Toca iniciar la tarea ya, por más empinado y neblinoso que se muestre el sendero.

Del balance que aquí se hace, con los pies en la tierra, sin eufemismos inútiles y diciendo las cosas sin atenuantes, se desprende que las tareas de abril son al menos tres:

  1. Salvar del naufragio lo que pueda ser salvado (gobernaciones, alcaldías, diputaciones), para lo cual debe preservarse la ruta electoral y no salirse nunca de ella.

  2. Recomponer la interlocución con el gobierno y comenzar a tantear de nuevo la posibilidad de un acuerdo con el régimen de partido-Estado por improbable que luzca, pero sin el cual el voto es una cáscara vacía.

  3. Deslindar de una vez por todas y para siempre a la oposición democrática de la peste extremista, que es además condición del punto 2.

En otras palabras, y tal vez es la tarea principal, que se reconforme una nueva oposición democrática en el encuentro de los moderados, con líneas amarillas a derecha e izquierda, sin extremismos perniciosos ni entreguismos ramplones, que pueda ser actor principal de la audaz negociación que Venezuela reclama para salir del muladar en que la hemos sumido.

Si hay constancia, tesón y firmeza en esta triple estrategia, acaso haya como volver a alcanzar la cima de la montaña. Y ojalá que esta vez seamos capaces de sostener y afincar y fijar la piedra allí, porque sólo desde esa cumbre nos será dado otear la tierra prometida de una patria nueva, reconciliada consigo misma, reinstitucionalizada y reconstruida.



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Enrique Ochoa Antich

Político y escritor de izquierda democrática. Miembro fundador del Movimiento al Socialismo (MAS).

 @ehochoa_antich

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