El General Baduel y la "Ortodoxia Marxista"

En su intervención de salida del Ministerio de Defensa, el General Baduel pronunció un discurso que tuvo un alto impacto en los medios de comunicación, donde formuló un conjunto de opiniones acerca del presente de la revolución bolivariana y de su futuro socialista. Al margen de planteamientos absolutamente pertinentes, que se han venido repitiendo desde años en forma sistemática, relacionados con la superación del modelo rentístico, la necesidad de incrementar la capacidad de generar la riqueza para ser distribuida en forma equitativa, la exigencia de fundamentar teóricamente nuestra vía al socialismo, etc., se colaron afirmaciones carentes de sustento real y otras no exentas de imprecisiones.

En primer lugar, el General Baduel asevera que “nuestro socialismo debe ser profundamente democrático”, como si hubiera alguna otra posibilidad de aplicar la fórmula socialista que no sea en el marco de una vigorosa democracia. Digámoslo de una vez por todas, todo aquello que aspire a ser socialismo y no esté acompañado de un régimen democrático, sencillamente no puede denominarse socialismo. Las relaciones socialistas de propiedad, que le dan el verdadero poder al pueblo, se tienen que traducir en el ejercicio del poder político a través de ese mismo pueblo. El secuestro del poder político por parte de algún grupo de la sociedad solo es posible en casos en que no es el pueblo quien realmente posee los medios de producción, es decir, la fuente del poder y de la riqueza social. Obviamente, en estos casos no podremos hablar de socialismo. Socialismo y democracia son conceptos indisolubles. Tratar de separarlos no es otra cosa que un contrabando, darle la razón a quienes acusan de antidemocrático al régimen socialista. Un régimen “socialista” antidemocrático, sencillamente, no es socialista.

Incluso, cuando hablamos de “dictadura del proletariado”, que desde la óptica del marxismo no es otra cosa que un régimen de dominación de la inmensa mayoría de la población, encabezada por el proletariado, para romper el régimen de explotación capitalista, nos referimos al sistema democrático de mayor amplitud que conoce la humanidad a lo largo de su historia hasta el momento de la supresión del capitalismo. Se trata, de hecho, del ejercicio del poder por parte de la inmensa mayoría de la población, algo desconocido en los regímenes sociales dominados por la explotación del hombre por el hombre. La palabra dictadura no debe confundir en relación al carácter profundamente democrático de un proceso donde la mayoría de la población le arrebata el poder a la burguesía, lo cual transcurre -e históricamente los cambios sociales exhiben esta constante- con algún grado de violencia, la violencia actuando como “partera” de las grandes transformaciones históricas. Esta ha sido protagonista, incluso, en una revolución “pacífica” como la venezolana. La dictadura del proletariado debe concebirse como la respuesta de las mayorías a la dictadura -disfrazada de democracia- que impone la burguesía en el capitalismo.

Por otra parte, el General Baduel hace alusión a una supuesta negación de la “división de poderes” y de la presencia de “contrapesos” por parte de la “ortodoxia marxista”. Más allá del hecho de no definir, en qué consiste o quién representa la “ortodoxia marxista”, es preciso aclarar que, en lo que se refiere al marxismo-leninismo, lo que se refuta es la capacidad de la democracia burguesa de garantizar el ejercicio pleno de los derechos contemplados en el marco legal del sistema, tales como: la libertad, igualdad, equidad, solidaridad, etc. A pesar de sus adornos y maquillajes, entre los cuales se cuenta “la división de poderes”, la democracia burguesa ha demostrado tercamente su incapacidad para plasmar valores universales como los enunciados anteriormente y muchos otros.

Para nosotros está muy claro desde hace mucho tiempo y se confirma, día a día, a través de la inhumana practica social y política del capitalismo, que la democracia burguesa, pese a sus remiendos, es un gran fraude, una verdadera estafa que ilusiona a las mayorías con quimeras inalcanzables.

En cuanto al socialismo, inexistente aún en nuestro país, será el pueblo en el ejercicio del poder quien definirá la estructura más adecuada de la institucional democrática. Si bien, de esta estructura dependerá en buen grado la eficiencia del funcionamiento democrático, no será esta estructura o alguna “división de poderes” lo que determinará el carácter verdaderamente democrático del régimen político. Este carácter emanará de relaciones sociales mucho más profundas, en última instancia, de las relaciones de propiedad sobre los medios de producción.

Finalmente, observamos una notable confusión -no sólo en el General Baduel- en cuanto al concepto Capitalismo de Estado. Desde la perspectiva capitalista, esto significa el protagonismo del Estado en el ámbito económico con el propósito de generar riqueza y regular la economía al servicio del capital.

Desde la óptica socialista, sobre todo desde el enfoque de la transición, el capitalismo de Estado expresa una situación, en la cual, temporalmente, se le cede al capital privado los derechos de explotación de recursos naturales y la posibilidad de participar en sectores estratégicos de la economía, siempre bajo la dirección y el control del Estado y sólo cuando éste último no esté en capacidad de hacerlo directamente.

Ahora bien, referirse en términos de capitalismo de Estado a un Estado popular-revolucionario o socialista, en ambos casos propietario sobre los medios de producción, es, a nuestro juicio, un tremendo error conceptual que, obviamente, tendría nefastas consecuencias prácticas.

Para comenzar, cuando nos referimos al Estado en el socialismo no estamos hablando del mismo Estado que conocemos en la actualidad. Se trata de un Estado que ya no ejerce su dominación sobre el pueblo con fines de enriquecer a una élite de la sociedad, sino que sirve de instrumento a la sociedad organizada para su desarrollo. Un Estado de esta naturaleza, administrando los recursos de la sociedad, no puede catalogarse de capitalista. Lo que hace capitalista al Estado no es el hecho de que administre recursos y que juegue un papel preponderante en la economía, sino: su carácter de clase; qué tipo de relación guarda con la sociedad; cómo participa la sociedad en él; en beneficio de quién lo hace... Si no comprendemos esa diferencia sustancial del Estado en el capitalismo y el socialismo, no estaremos en capacidad de resolver las tareas más elementales de la fase actual de nuestra revolución. Ni siquiera estaremos capacitados para comprender la necesidad de suprimir el actual Estado burgués y sustituirlo por uno socialista.

Por otra parte, si hablamos de propiedad socialista, lo hacemos fundamentados en la propiedad de toda la sociedad sobre los medios de producción. Y como el Estado en el socialismo no es otra cosa que una estructura de poder “diluida”, como dijera alguien, en la sociedad y al servicio de ésta, es este Estado quien -subordinado a la voluntad popular- sirve de plataforma para organizar a la sociedad. ¿Qué otra instancia pudiera cumplir con ese rol, en qué estructura de la sociedad pudieran involucrarse todos los sectores de la sociedad si no es en el Estado? ¿Serán los Consejos Comunales, los Consejos de Fabrica, los Consejos de Planificación, etc.?, Bueno, pero es que esas son precisamente las estructuras del nuevo Estado socialista.

Cuando en 1917, Lenin lanzó la consigna de “Todo el poder a los soviets”, se trataba de transferir el poder a los trabajadores sobre la base de nuevas estructuras de organización, propias de las realidades de la Rusia zarista. Utilizar las desviaciones ocurridas posteriormente, así como el amargo desenlace del socialismo europeo para negar el nuevo rol del Estado en el socialismo, es cerrar los ojos ante las realidades, volver a las utopías.

Vamos a debatir, pero cuidado con los contrabandos.

jfaria11@yahoo.com


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Jesús G. Faría

Economista. Miembro de l Asamblea Nacional Constituyente. Miembro del Dirección Nacional del PSUV. jesusfaria.psuv.org.ve

 @JesusFariaPSUV

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