“No se ha visto mayor locura que la de Chávez, querer hacernos a todos iguales. Siempre habrá ricos y pobres, como habrá grandes y pequeños; es la ley divina. El problema social no tiene más que una solución: caridad en los ricos y resignación en los pobres. Después de pensadas estas simplezas nuestros Obispos de la jerarquía eclesiástica, se dan media vuelta en la cama, se arrebujan con la cobija y se quedan profundamente dormidos”.
Es cierto que hay diferencias entre los seres humanos, en inteligencia, en salud, en vigor físico, en todo; pero estas diferencias son inmensamente menores que las de fortuna y medios de subsistir, y nuestro modelo económico social, en vez de repartir la riqueza según las diferencias naturales y a disminuir en lo posible éstas, las reparte según diferencias artificiales que él crea y las ahonda, haciendo que, cuanto más ricos los ricos, sean más pobres los pobres. Si no estuvieran acaparados los medio de producción, y para mantener esa expoliación no se malgastaran miles de millones al año y la riqueza se repartiera conforme a las diferencias naturales, habría diferencias, es cierto, pero, créanlo, serían muy pequeñas, en realidad no habrían ricos y pobres, y, sobre todo, se establecería por sí mismo un mecanismo que fuera borrando esas diferencias, así como el actual las marca más y más.
La repartición actual de la riqueza, que arranca de una serie no interrumpida de robos y expoliaciones, además de ir ahondando las diferencias mediante la desigual educación que reciben ricos y pobres. Con una educación racional y verdaderamente social y provechosa recibida por todos, las diferencias naturales irían haciéndose menores y serían de poca importancia. Siempre sería diferente la aptitud para hacer relojes que la necesaria para manejar una hacienda agrícola o para tejer telas; pero los capitalistas han establecido que sean de más valor precisamente los trabajos de menor utilidad, y mientras por hacer pan se cobra un salario miserable, se ve en las vidrieras de los comercios mamarrachadas con una tarjeta en que se fija su precio en millones. Y luego vienen a hablar del arte, de la inspiración y de otras estupideces.
En cuanto a lo de la caridad en los ricos y resignación en los pobres. Baste indicar que es una inmoralidad. Ahí están los jerarcas de la iglesia, que en tratándose de socialismo hacen gala de la más absoluta, la más crasa, la más disparatada ignorancia. Hay muchas gentes que con cualquier explicación puramente verbal se quedan tan orondos y satisfechos y tan convencidos de que poseen la verdad absoluta o poco menos. ¿Se trata de socialismo? Pues venga uno de esos sabios que en vez de cabeza llevan un tablero de ajedrez y sus piezas, y ármese la partida. Y allí salen la naturaleza humana y el fin para que fuimos creados y el origen metafísico de la propiedad y el derecho al propio perfeccionamiento y otro sin fin de estupideces que no vienen al caso.
El deber de todo ser humano razonable es abrirse a la gracia del progreso y no empeñarse neciamente en retardar su obra. Y para esto lo que hace falta es estudiar; pero estudiar hechos (que no es lo mismo que sucesos).
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