El pueblo es sabio y dice muy bien cuando dice que, aun admitiendo que el estado socialista presente todas las dificultades e inconvenientes que señalan sus detractores de todos los campos el clerical, el oligarca-burgués y el capitalista, todo ello sería un grano de arena junto a la montaña de injusticias y sufrimientos que caracteriza al imperialismo. << Según ellos, toda idea nueva tiene que pasar por tres períodos: 1.º ¡Es imposible! 2.º Va contra la religión. 3.º ¡Ya lo sabíamos! Ahora bien, el socialismo camina rápidamente hacia el tercer período.>>
Cuando de socialismo se trata, no faltan pobres diablos que se imaginan un régimen socialista cómo el reinado de la discordia y la prescripción de toda libertad.
Para hablar de socialismo, lo primero es enterarse de las cosas y para enterarse del socialismo a fondo, para poder juzgarlo como quieren hacerlo los sectores de la oposición, es preciso ante todo darse un baño algo más concentrado que el que han recibido de economía política, dejarse de preocupaciones y prejuicios y estudiar el problema con sencillez y sin propósito previo de hacerlo para dedicarse a satanizarlo.
Los economistas liberales nos llaman reaccionarios, nos acusan de ir contra el espíritu liberal, de ser demasiado gubernamentales, mientras que los clericales y la oligarquía nos acusan de disolventes, de enemigos del orden y de todo gobierno. Asimismo, los que gritan que el socialismo se inclina, ya a la derecha o ya a la izquierda, ya al absolutismo o ya a la anarquía, nos hacen reír y nos convencen más cada día de que el socialismo no se inclina a ninguna parte, sino que va perfectamente derecho a proporcionar a todos, ricos y pobres, la mayor suma de bienestar de que es susceptible el pueblo reunido en sociedad.
El socialismo –dicen algunos, y lo repiten el infinito número de los tontos oposicionistas- va camino de destruir la propiedad, la religión y la familia, entendiendo, ¡claro está!, por propiedad, la del capitalismo burgués; por religión, la religión ortodoxa y puramente formal y oficial, la dirigida a refrenar las masas, según se dice; y por familia, la poligamia vergonzante y la esclavitud real y efectiva de la mujer, dónde unos señorones, tienen dos barraganas o más. La grande industria ha destruido la familia obrera, no dejando de ella más que la forma, y a quien trate de romper esta forma para vivificar su espíritu y restablecerla, le acusan de destructor de la familia
Los padres de la iglesia nos dicen que el socialismo es ateo e impío o inmoral. Y dicen que el Papa ha condenado el socialismo, (en cual Encíclica) lo que condena el Papa ni es socialismo ni es nada; que en Roma hilan muy delgado y saben dejar siempre libre la retirada y que no sirve crear fantasmas para después tener que desaparecerlos. No hay nada de todo eso que han dicho los padres de la iglesia que es el socialismo. Todo eso es erudición libresca huera y mal digerida. El socialismo no es una cosa así como el dogma católico que tenga sus sagradas escrituras invariables y siempre las mismas, no es la letra de Marx, o de Rodbertus, o de Schaeffle, o de otro cualquiera.
Nada más engañoso que pretender entroncar el socialismo venezolano del siglo XXI, con el espíritu que produjo los gobernantes de la U.R.S.S., cierto, sí, que de aquel espíritu lleva algo, lo lleva vivificado por la experiencia de largos años de lucha. No ha de ir por ese camino el nuevo socialismo, sino que, estudiando atenta y lealmente el proceso económico-social moderno, tratará de sacar de sus entrañas mismas indicaciones respecto a su dirección para cumplir la labor de facilitar el camino del progreso, destruyendo los obstáculos que le retardan.
El socialismo ha conseguido captarse una benevolencia que antes no se le concedía, y, sobre todo, ha sumado en sus filas hombres que, harán en breve del partido PSUV un núcleo poderoso, que baste por sí sólo a derribar el sistema burgués actual. Haciendo que las fuerzas divergentes concurran a la gran corriente central.
No está el país tal mal como se dice, no. La numerosísima y honorable clase de los tontos, los simples de mollera, los pobres de espíritu y demás congéneres tienen su capital social de donde echar mano. Constituye el tal capital social un enorme almacén de vulgaridades de todas clases, un rastro de lugares comunes enterrados entre frases de gacetilla.
“La desviación que ven algunos en el socialismo que no es más que una ilusión óptica, o mala vista, o ganas de hablar; la verdad es más fuerte que la razón, razones se llaman a todos los motivos de obrar que engendra y sostiene nuestro estado social pasajero y caduco”.