La oligarquía criolla cegada por igual ceguera que la que perdió a la aristocracia, se empeña en conservar a todo trance sus privilegios y cierra los ojos a la luz. No quiere ver que dueño el pueblo de potentes medios de producción, a la libre concurrencia sucede la asociación, no quiere ver que está condenada a morir cómo clase. No cabe más ciencia del derecho político que una ciencia histórica, la que resulta del estudio de la evolución política; no es posible más aristocracia que la que ha habido. La oligarquía no lucha por principios políticos, sino por la hegemonía sobre el país y sus riquezas.
A toda hora alzan su voz los leguleyos de la oligarquía y, aguzan cuanto pueden el ingenio, y nos trazan la historia de lo que llaman libertades políticas y de lo que denominan derechos individuales. Y sirva esta observación para los revolucionarios teóricos por sistema, que son de la misma madera que los agiotistas, les ayudan no pocas veces y muchos se confunden y encarnan en uno. El triunfo de la oligarquía asociada con el imperialismo, significaría la esclavitud definitiva de los venezolanos.
Las cosas han cambiado y no poco, el pueblo va adquiriendo conciencia de su fuerza y de su derecho, de la justicia de su causa. ¡Libertad! Gritan, sí, libertad, que ella baste para la ruina de la oligarquía, libertad, verdadera libertad. Las misiones y las leyes nuevas nos llevan a la socialización de los medios de producción, de los instrumentos de trabajo. Libertad, sí, verdadera libertad, no libertad capitalista, libertad, la que el socialismo pide e irá bajando la ganancia del accionista, del capitalista que come sin trabajar, y subiendo el salario del trabajador, hasta que llegue el día en que cada cual goce del fruto de su trabajo y solo de él. El proceso libre de trabas nos lleva a un estado en que el capital no producirá nada a quien no lo trabaje por sí, ni le producirá más que lo que valga su trabajo; disponiendo cada uno del instrumento de su labor.
Los progresos del trabajo suelen ser lentos; pero constantes y fecundos, la cuestión es dar trabajo y abaratar el costo de la vida, y el que sostenga otra cosa es porque no ha meditado tan profunda y desinteresadamente los problemas económicos-sociales por los cuales está atravesando el pueblo. Hay algunos de los más conspicuos que han llegado en sus profundas meditaciones a verdades trascendentales, tales como que el mayor mal del pobre trabajador es tener que vivir y que su mayor enemigo es la concurrencia de brazos que produce la ley férrea del salario.
La propiedad es un robo, y el capitalismo es la esclavitud de los pueblos en desarrollo, el ideal por el que pelea el socialismo es el que ha de emancipar a los trabajadores. La verdad es que el síntoma que más esperanzas infunde a nuestra causa es el de que, a medida que se despierta en el pueblo una sed de aprender y estudiar dentro de sus medios y luces. Las Misiones le están dando esa oportunidad.