Sin tetas no hay socialismo

Creo que fue en la TV de Colombia donde surgió la obra "Sin tetas no hay paraíso", cuyo título y trama causaron gran excitación, particularmente en nuestro país, donde la escasez de pollos es soportable mas no así la falta de pechugas.

No descubro nada al manifestar que los senos de las mujeres contemporáneas constituyen un artículo de primera necesidad que estimula los sentidos o al menos la vista, el tacto y el afán por la degustación entre los varones criollos.

Hasta hace algunos años el atractivo femenino resaltaba a través de otros atributos. Nuestros antepasados andaluces, con fuerte influencia árabe, ubicaron el gancho de las féminas en la mirada. Durante ocho siglos de ocupación moruna las mujeres en España salían forradas de la cabeza a los pies, con ropajes y coberturas que no les permitían asomar ni la nariz y apenas si podían lucir los ojos. De allí entonces las canciones sobre los ojos tapatíos, las miradas que matan y la costumbre de hacer ojitos.

Gracias a la modernidad y al recalentamiento mundial los ropajes femeninos se hicieron más reveladores; finalmente se descubrió el hueco de ozono y entonces surgió la verdad, desnuda, naturalmente.

Al disminuir el ropaje la atención masculina se centró en prominencias que durante siglos estuvieron ocultas o camufladas con rellenos y otros artificios engañosos. Fue cuando se supo que no todo el monte era orégano.

Por suerte alguien descubrió el silicón y las lolas de concurso se convirtieron en un fenómeno inflacionario, al alcance de las escuálidas de pecho plano pero con boloñas de billetes en la cartera.

Hace poco expresé la necesidad de financiar los implantes para las camaradas dispuestas a meterle el pecho al socialismo. La idea, por así decirtlo, tomó cuerpo y ahora las aspirantes a miembras del PSUV lucen sendos melones, cual actrices de la TV privada, sin nada que envidiarle a las oligarcas.

Hoy en día las maxi tetas se han globalizado. Afortunadamente las chinas todavía no han entrado en la pelea. Cuando lo hagan, de seguro el silicón se agotará como ocurrió con la leche en polvo. Entonces, si no aprovechamos nuestras vacas gordas, quedaremos chupándonos el dedo.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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