¿De dónde venimos?
Recordemos que la Revolución Bolivariana inicialmente planteó la refundación de la República mediante la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, con el firme propósito de desmantelar las viejas estructuras del poder representadas por el Pacto de Punto Fijo; pero sin intenciones de salirse del marco general del modo de producción capitalista reinante en Venezuela. Su fundamento ideológico fue el llamado ‘árbol de las tres raíces’ que data de los años 80 y que se apoya en una raíz bolivariana, zamorana y robinsoniana. La raíz bolivariana se refiere a los conceptos de libertad, justicia e igualdad social y a la cosmovisión geopolítica de una América Latina integrada en una sola nación, tal y como lo soñó Simón Bolívar. La raíz zamorana se refiere a la noción de tierras y hombres libres y a la unidad cívico-militar propuesta por Ezequiel Zamora. Y la raíz robin-soniana hace referencia al clamor por ser originales y auténticos en la construcción de nuestros propios modelos de sociedad, tal y como lo exigió Simón Rodríguez.
Así fue como en lo económico y social se trazó un plan de desarrollo nacional basado en los denominados ‘cinco ejes del equilibrio’, estos son: el económico, político, social, territorial e internacional; que le permitieran al país avanzar hacia su soberanía plena sobre un programa estratégico que lograra salirse del marco de la dependencia y de las prescripciones neoliberales de los organismos financieros internacionales como el Banco Mundial y el FMI.
Los objetivos principales de este proyecto de desarrollo nacional fueron el fortalecimiento del Estado como factor regulador en materia económica, financiera y social, y con ello la redistribución del ingreso nacional a favor de las clases humildes en el marco de una democracia participativa y protagónica. Además y en materia de las relaciones internacionales, se buscaba el fortalecimiento de la soberanía nacional en el marco de la construcción de un mundo pluripolar.
En este sentido, la introducción de una serie de leyes habilitantes en materia energética, agraria, económica, financiera, política y social a inicios del año 2002 para impulsar la nueva sociedad, se inscribió en el marco de un proyecto de carácter reformador con miras a erradicar la grave injusticia social existente en el país y así fortalecer la paz social que había eclipsado aquél trágico 27 de Febrero de 1989 y que culminaría en la elección de Hugo Chávez a la presidencia de la República una década más tarde.
La reacción de la desplazada clase dominante puntofijista y de sus aliados internacionales frente a las 49 leyes habilitantes, como era de esperar, fue extremadamente violenta y se materializó en el golpe de Estado de 2002 y el paro-sabotaje petrolero de 2002-2003. Ante el fracaso de sus métodos descaradamente violentos, la oposición jugó al chantaje y al engaño para poder abrir el referendo revocatorio del año 2004, del que el Presidente salió victorioso. Así es como, impulsado por los latigazos de una oposición fascista que en nada aceptó el nuevo proyecto reformista de país; Chávez, a comienzos del 2005 y en ocasión de la conmemoración de otro aniversario más del 27 de Febrero, llega a la conclusión de que la anhelada justicia social no se puede realizar en el marco del capitalismo, al que ha llegado a considerar como un sistema esencialmente inhumano. Es por ello que lanza entonces la famosa consigna de ‘inventar el socialismo del siglo XXI’ y llama a abrir un gran debate nacional para conocer y recoger todas las ideas en torno a este tema en el marco más amplio posible.
En lo que respecta a su propia visión o definición del ‘socialismo del siglo XXI’, a grandes rasgos, podemos afirmar que el presidente Chávez parte de un imperativo moral que nace de la indignación de que cada ser humano debe sentir ante tanta injusticia social y miseria humana generada por el capitalismo. En este sentido el Presidente ha concluido que el ‘nuevo socialismo del siglo XXI’ debe constituirse de las enseñanzas del cristianismo originario, de las experiencias y modos de vivir de nuestros pueblos indígenas, así como del pensamiento de nuestros próceres libertadores tal y como está reflejado en el ‘árbol de las tres raíces’.
En el plano político, el socialismo del siglo XXI debe manifestarse en una democracia participativa y protagónica, expresión a su vez del verdadero poder popular; mientras que el plano económico debe fomentar el cooperativismo, la libre asociación de los productores, la propiedad colectiva, la banca popular y los núcleos de desarrollo endógeno, sin que se descarte, sin embargo, la continuidad de la propiedad privada de los medios de producción.
Lo que hay que destacar aquí, tal y como el mismo Chávez lo ha reiterado innumerables veces, es que aún cuando el Presidente no tiene una definición acabada del ‘socialismo del siglo XXI’, lo percibe en primer lugar como un ‘socialismo bolivariano y latinoamericano’. De igual manera, Chávez ha puesto énfasis en que el ‘socialismo del siglo XXI’ no es marxista, lo que no quiere decir que Chávez no tenga aproximaciones al socialismo científico; algunos de cuyos aportes teóricos ha reconocido públicamente.
¿Hacia dónde vamos?
Aquí cabe señalar que desde el inicio el concepto ‘socialismo del siglo XXI’ ha carecido de claridad, siendo el inventor del termino y principal proponente del mismo, el intelectual alemán Heinz Dieterich quien figura (o ha figurado por un tiempo) entre los asesores de Hugo Chávez en asuntos relacionados con el proceso bolivariano. Para Dieterich, en primer lugar no están dadas las condiciones para el socialismo en América Latina en el plano inmediato ya que, según él,
“no sólo no existe un programa socialista latinoamericano arraigado en las masas, sino tampoco hay sujetos sociales organizados y con capacidad operativa, para realizarlo. … Por lo tanto, plantear la implantación del socialismo regional hoy como alternativa a la balcanización o la anexión neoliberal a Estados Unidos no sería más que un deseo.” (Dieterich, 2005a: 174/175, énfasis de D.)
Por ello, sugiere que el proyecto bolivariano nacional y regional permanezca a mediano plazo dentro de los parámetros del capitalismo, proyectando el ‘nuevo socialismo del siglo XXI’ tan sólo como un ‘horizonte estratégico’ (Dieterich 2005). ¿De qué entonces trata el tal ‘socialismo del siglo XXI’ Dieterichiano? - Según Dieterich, se trata de un ‘Nuevo Proyecto Histórico de las Mayorías’, al que también denomina ‘democracia participativa’ o ‘democracia real’ que se fundamenta en los tres pilares de una ‘nueva institucionalidad’: 1. En una economía de equivalencias democráticamente organizada, 2. en una administración pública al servicio de las mayorías, y 3., en el ejercicio de la democracia directa mediante plebiscito en asuntos de interés público. El método sugerido por Dieterich para ‘volar a la nueva sociedad’ es la evolución pacífica: tal y como un gusano se convierte en mariposa - un estado de evolución superior-, el capitalismo se convertirá en socialismo. Sólo se requiere ‘la práxis consciente del ser humano’, esto es, la implementación efectiva de la nueva institucionalidad. (2005a).
De acuerdo a Dieterich, existen tres requisitos objetivos en la implementación de una economía socialista basada en el intercambio equitativo de todos sus bienes y servicios, cuya medida es el respectivo tiempo de trabajo necesario para generarlos. Estos requisitos son: primero, el que se disponga de una matemática de matrices para poder calcular el valor exacto de cada producto; segundo, la digitalización total de la economía, y tercero, la existencia de una ‘avanzada red informática entre las principales entidades económicas’ (Dieterich: 2005b).
Según estos criterios y como lo ha afirmado el mismo autor, no había condiciones objetivas para una economía socialista en tiempos de la URSS, ni tampoco las hay en América Latina en este momento. A lo mejor existirán en Europa, o EEUU., dónde, sin embargo, no hay conciencia social para el necesario impulso hacia un cambio socialista. Quiere decir que, según Heinz Dieterich, las condiciones objetivas necesarias para la implementación del nuevo socialismo del siglo XXI existen en los países tecnológicamente súper-avanzados, mientras que las condiciones subjetivas, la conciencia social y política, existen en las regiones del ‘Tercer Mundo’ y así ninguno de los dos puede hacer la revolución socialista.
Llama poderosamente la atención que en esta concepción Dieterichiana del “nuevo socialismo del siglo XXI” no figura, en absoluto, la noción de la lucha de clases contra el orden burgués-capitalista establecido, y se supone entonces que ante la ‘obsolencia’ del factor subjetivo clásico de la revolución socialista – la clase obrera -, el socialismo se realizaría mediante una especie de apelación a la razón de las clases dominantes para que éstas, a raíz de la evolución “lógica” del capitalismo hacia un estado de organización social superior, bajen pacíficamente de su trono y pasen, como si nada, del modo de producción capitalista al socialista; en el que la producción de ganancias deja de existir y con ello las mismas clases dominantes burguesas. La confusión que esta peculiar concepción reformista ha creado en torno al concepto ‘socialismo’ no podría ser mayor y ha causado grandes estragos en cuanto al avance real de la revolución en Venezuela.
En este contexto cabe recordar que después de la caída de la Unión Soviética se puso de moda, entre la misma izquierda, declarar muerto a las ideas del marxismo, a la lucha de clases, a la clase obrera como sujeto revolucionario y al propio socialismo como necesaria negación del capitalismo, alegando la adaptabilidad y capacidad de renovación infinita del capitalismo, y abrazando con ello el revisionismo.
Así es como por ejemplo la idea de un ‘nuevo proyecto histórico’ que sigue siendo basado en un mercado donde se intercambian valores de cambio y en el que sigue imperando,la producción de ganancias y la explotación del trabajo en la esfera de la producción (1), pretende sustituir el concepto del modo de producción socialista en el que impera la producción planificada de valores de uso para la satisfacción inmediata de las necesidades humanas y en el que no hace falta un mercado como instancia intermediadora, ya que se planifica, se produce y se consume en comunidad.
Considerando que Carlos Marx, más que un teórico del socialismo, fue el economista por excelencia del capitalismo, por haber detectado su esencia explotadora y sus leyes tendenciales de desarrollo, hoy más que nunca el estudio de las principales obras del marxismo tanto del siglo XIX como del siglo XX, es de vital importancia para la comprensión de nuestra realidad capitalista contemporánea y, sobre todo, para su negación y superación exitosa.
Esto es precisamente lo que las clases dominantes burguesas a escala mundial quieren evitar a toda costa: la ‘resurrección’ de un marxismo libre de deformaciones, dinámico en su aplicación e implacable como arma en contra de un sistema perverso que descansa sobre la explotación económica, la dominación política, la discriminación social, la militarización genocida y la alienación humana. Considerando además que el socialismo, en el siglo XXI, no puede ser otra cosa que el opuesto exacto del capitalismo en el siglo XXI, el estudio del marxismo genuino que no es otra cosa que el estudio del capitalismo genuino, es tan necesario hoy día como hace 160 años. Es por eso que las clases dominantes están interesadas de que seamos bombardeados, dentro de nuestro propio campo de la izquierda, con las recetas de los reformistas y revisionistas estilo Dieterich para enrumbarnos definitivamente a una dirección equivocada.
Hoy, la realidad palpable en todas partes del mundo sigue siendo la que ha sido formulada desde hace exactamente 160 años por Carlos Marx y Federico Engels, en su Manifiesto del Partido Comunista:
“Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.” (Marx/Engels)
A todos los que dudan de la existencia de la lucha de clases y de su vigencia como método para cambiar la realidad en el siglo XXI, específicamente aquellos del campo reformista y revisionista dentro de la izquierda; les recomendamos que lean los documentos estratégicos de seguridad y defensa que emanan de los think tanks adscritos a los ministerios de defensa de las clases burguesas a escala global, quienes no tienen dificultad en absoluto de identificar a su enemigo en términos marxistas de clases sociales.
Tal es el caso del Centro para el Desarrollo, Conceptos y Doctrinas del Ministerio de la Defensa británico, que a través de su documento ‘Programa Global de Tendencias Estratégicas 2007-2036’, ayuda a formular las futuras políticas de defensa de Gran Bretaña. Ahí leemos lo siguiente acerca de la progresiva pauperización de vastos sectores de la sociedad capitalista global y sus posibles consecuencias para la estabilidad del orden social:
“Las clases medias podrían convertirse en una clase revolucionaria, asumiendo el papel que Marx había previsto para el proletariado. La globalización de los mercados laborales y la reducción de los niveles de bienestar y empleo podrían disminuir la afinidad que siente la gente hacia sus Estados nacionales particulares. La brecha creciente entre ellos y un número pequeño de individuos súper ricos que están a la vista de todos, podría propulsar un desencanto con la meritocracia, mientras que las crecientes clases bajas urbanas posiblemente constituirán una amenaza cada vez mayor para el orden social y su estabilidad, en la medida en que la carga de sus deudas adquiridas y el fracaso de las pensiones empiezan a hacer estragos. Frente a este doble reto, las clases medias del mundo podrían unirse y utilizar su acceso al conocimiento, recursos y habilidades para moldear los procesos transnacionales acorde a sus intereses de clase” (DCDC, 2007:80).
“Moldear los procesos transnacionales acorde a sus intereses de clase” es una manera elegante para circunscribir el término revolución global. Así que de la boca de las clases dominantes, los escépticos pueden enterarse de que la lucha de clases está vivita y coleando y tanto es así que este hecho es digno de aparecer en la categoría de ‘choques estratégicos’, en sus doctrinas de defensa y seguridad.
La lucha de clases sigue vigente hasta que haya desaparecido el modo de producción capitalista que las agudiza, hasta que se de una transformación revolucionaria de la sociedad entera, o hasta la extinción conjunta de las clases en conflicto; como advirtieron Marx y Engels en su tiempo.
¿Cuál es nuestro objetivo principal y con qué método lo alcanzaremos?
Nuestro objetivo principal es, sin duda alguna, el socialismo, entendido en el sentido de la negación radical del capitalismo. Podemos llamarlo ‘socialismo del siglo XXI’ siempre y cuando tengamos claro que esto no puede significar otra cosa que la negación radical del capitalismo del siglo XXI, esto es, del capitalismo plenamente globalizado. Parece que existen dos caminos o métodos distintos para alcanzar el socialismo: uno, la reforma, que plantea el mejoramiento de las condiciones de vida mediante la redistribución del ingreso nacional a favor de las clases humildes, así como un mayor grado de participación política y económica de éstas para ‘nivelar’ las diferencias más agudas entre las clases sociales; y dos, la revolución, que plantea la erradicación de la explotación económica en el plano de la producción misma y el establecimiento de una producción socialista planificada, efectuada y disfrutada por todos en una sociedad sin clases, libre de opresión, discriminación y alienación.
Rosa Luxemburgo, en su polémica contra las tesis de Eduard Bernstein a finales del siglo XIX, señaló que para los marxistas existe una relación inseparable entre la reforma social y la revolución socialista ya que la lucha por la reforma social es un medio, mientras que la revolución social es el fin último de esta misma lucha. Advirtió que los reformistas o revisionistas son aquellos que pretenden separar estos dos momentos entrelazados de la lucha revolucionaria de clases, convirtiendo la reforma social en fin último y olvidándose de la propia revolución social. (Luxemburgo: 1899)
Recordemos que el marco general de este debate lo constituye la controversia sobre la ‘naturaleza’ del capitalismo. Los revisionistas o reformistas asumen que el capitalismo posee una extraordinaria habilidad de adaptación, y la capacidad de paliar o inclusive hacer desaparecer las crisis económicas y sociales, por lo que la disposición de las clases trabajadoras a hacer una revolución desaparece completamente. Esto es, en última instancia, la misma tesis del supuesto ‘fin de la historia’ que celebra el capitalismo como ‘único modelo viable’ y ‘mejor de los mundos’, como el máximo estado evolutivo de la civilización humana. Los revolucionarios marxistas en cambio sostienen que el capitalismo, debido a sus contradicciones internas, produce inexorablemente unas crisis económicas y sociales a escala cada vez mayor hasta que llega el punto de su colapso general cataclísmico, por lo que el socialismo se vuelve una necesidad histórica si la humanidad toda no quiere perecer en la barbarie.
Es por eso que la relación entre reforma y revolución como explicado por Rosa Luxemburgo debe estar en el epicentro de cualquier debate estratégico y programático en el seno de quienes apoyamos al presidente Chávez y de todas las fuerzas de la izquierda en Venezuela y América Latina para evitar que caigamos en una mera política de adaptación, conformismo, pactos y consensos de clase que en nada avanza la causa de la revolución social y del socialismo. Ahora y propiamente entrando en materia de una estrategia revolucionaria, bolivariana y socialista, en defensa del proceso revolucionario en Venezuela, podemos afirmar lo siguiente a manera de una síntesis resumida:
1. Nuestro objetivo principal es construir el socialismo en Venezuela, en América Latina y necesariamente en todo el mundo, ya que el capitalismo globalizado amenaza con extinguir a la humanidad entera, y lo que está en juego es nada más ni nada menos que la supervivencia de la especie humana.
2. La base social clasista con interés primordial en superar el modo de producción capitalista es y sigue siendo la clase trabajadora, quiere decir, todos los miles de millones de seres humanos en el planeta que no poseen otra cosa que su fuerza de trabajo de cuya venta en el mercado laboral depende su misma vida. Aunados a ellos contamos con determinados sectores de las clases medias y excepcionalmente con uno u otro individuo de la misma burguesía que simpatiza con la idea del socialismo. Contamos también con nuestros pueblos indígenas, cuyo modo de reproducción, vida y convivencia con la naturaleza está diametralmente opuesto al modo de producción capitalista, desintegra-dor en lo humano, depredador en lo económico y devastador en lo ecológico.
3. El método para alcanzar nuestro objetivo es librar conscientemente la lucha de clases, que tiene que ser encausada, sistematizada y enrumbada por medio de un genuino partido revolucionario, que inevitablemente tiene que lograr la difícil tarea de ser una firme guía teórica y una constante y confiable referencia en el plano estratégico y táctico sin desprenderse de las masas y sin que decaiga en un club exquisito de iluminados que todo lo imponen “desde arriba”. En nuestro caso concreto, este es precisamente el reto para el PSUV que además tiene que ser depurado y relanzado si quiere cobrar vida y entrar en resonancia con las masas. ‘Resonancia’ aquí quiere decir una relación dialéctica, mutuamente estimulante entre las masas trabajadoras y su partido que logre generar una auténtica teoría y práxis revolucionaria; esto es, la transformación radical de nuestra realidad.
4. La estrategia revolucionaria no es otra cosa que la dialéctica entre teoría y práxis. En términos generales podemos definir la estrategia como una especie de brújula que nos orienta en la consecución de nuestros fines y un hilo conductor que entrelaza los objetivos a corto, mediano y largo plazo. Es la garantía de que no caigamos ni en los debates estériles que impiden intervenir en la realidad, ni en el activismo ciego que rinde culto a la ‘acción por la acción’. Una estrategia revolucionaria bien definida es también la garantía de que los medios no se nos conviertan en fines. Entre los elementos más importantes que determinan la estrategia en general figuran el tipo del conflicto y el entorno histórico del conflicto. Además, una estrategia revolucionaria contiene elementos tácticos tanto de carácter ofensivo como defensivo, siendo la combinación sabia de los dos, la que determina su éxito.
a) En lo que respecta al tipo del conflicto, en nuestro caso estamos ante un escenario de dos aspectos: A nivel interno existe un conflicto de clases sociales que oscila entre el conflicto velado (cuyas contradicciones se reflejan en la Constitución del 1999) y el conflicto abierto (expresado en el golpe de Estado y paro-sabotaje petrolero 2002/2003). A nivel externo estamos confrontados con una guerra de baja intensidad dirigida en contra del gobierno del presidente Chávez por el gobierno norteamericano y sus aliados en la región. Acuñado por estrategas militares estadounidenses en los años 70, la guerra de baja intensidad se refiere a una combinación de opciones militares y no-militares para su aplicación específi-camente en el ‘Tercer Mundo’, con fines de resguardar los intereses de los EEUU en áreas que considera de importancia estratégica.
Según el manual de entrenamiento de las Fuerzas Armadas estadounidenses de mayo de 1986,
“El Conflicto de Baja Intensidad es una lucha político-militar limitada para conseguir objetivos políticos, militares, sociales, económicos o psicológicos. A menudos es de larga duración y comprende desde presiones diplomáticas, económicas y psicológicas hasta terrorismo e insurgencia. El Conflicto de Baja Intensidad es generalmente limitado a un área geográfico específico y se caracteriza frecuentemente por sus limitaciones en cuanto a armamento, táctica y niveles de fuerza (militar) se refiere. El Conflicto de Baja Intensidad involucra la real o posible aplicación de medidas militares hasta justamente por debajo del nivel de una batalla entre fuerzas armadas regulares” (Hippler 1988).
Este tipo de ofensiva por parte del gobierno norteamericano en contra del gobierno del presidente Chávez desde el principio de su gestión es, sin duda, lo que más ha determinado a nuestras propias acciones o más bien reacciones a lo largo de estos nueve años de Revolución Bolivariana. Sin embargo y contrario a lo deseado por el adversario, su estrategia del conflicto de baja intensidad ha contribuido enormemente a la radicalización y fortalecimiento del proceso venezolano; mientras que las concesiones hechas al adversario por parte del gobierno del presidente Chávez han contribuido al debilitamiento del proceso revolucionario ya que no han dado los resultados esperados y han bajado la moral entre las propias filas. Esto es uno de los factores que han incidido en el resultado negativo del referéndum sobre la Reforma Constitucional del 2 de diciembre de 2007.
b) En cuanto al entorno histórico del conflicto, en nuestro caso hay que destacar lo siguiente: Debido a la posición de Venezuela en el mercado mundial como exportador de petróleo, debido a su modelo de acumulación específico, rentista-petrolero, debido además a la casi ausencia de una clase trabajadora industrial (concentrada en la industria petrolera), y debido a la mentalidad rentista-paternalista generalizada que ha penetrado a todas las clases sociales; no se ha podido desarrollar una conciencia de clase entre las clases oprimidas, tarea que ahora debe colocarse en el orden del día ya que las clases dominantes sí la tienen, y sí la están aplicando en forma de su ideología burguesa.
¿Qué hacer?
Por todo lo antes expuesto, sugerimos, en el plano inmediato, lo siguiente:
1. Crear un auténtico partido revolucionario cuyo liderazgo debe provenir del propio seno de las clases humildes y trabajadoras; sin perder, en ningún momento, el vínculo estrecho con su base social.
2. Crear escuelas de formación de cuadros que luego tendrán la tarea de conscientizar a las masas, de llevar la conciencia política y la conciencia de clase a todos los rincones y ámbitos de la vida nacional.
3. Crear unidades de formación popular (UFP) para apoyar el trabajo de los cuadros, a efectos de llevar a cabo una masiva campaña de conscientización de la población en general, mediante talleres, charlas, foros, publicaciones y trabajos de campo.
4. Empujar enérgicamente una agenda que se desprenda del consenso de clases hasta ahora existente, y que avance la causa de las clases humildes y trabajadoras; para darle un nuevo impulso al proceso revolucionario.
5. Al efecto, no darle más concesiones a la oposición, que en su gran mayoría proviene de las clases medias y alta.
6. Identificar y promover los líderes naturales comprometidos con el proceso para ocupar los espacios político-administrativos en todos los niveles y así bajar el grado de dependencia de una sola figura emblemática, en este caso, el Presidente Chávez.
7. Establecer alianzas activas y vinculantes entre todas las fuerzas progresistas de América Latina con miras a una defensa común en caso de ser agredido uno de los miembros de la alianza; asegurando así la continuidad de los procesos revolucionarios y de cambio que se están dando en nuestra región.
8. Ampliar masivamente el frente de comunicación e información en el campo revolucionario para contrarrestar la constante campaña de desinformación y difamación a nivel nacional e internacional.
9. Actuar con todo el peso de la ley en contra de cualquier intento de desestabilización en el país.
10. Elaborar un detallado programa de transición al socialismo para Venezuela, considerando sus peculiaridades en el plano económico, político y social, y someterlo a estudio, discusión, revisión y aprobación de la población.
Notas
(1) Dieterich, en su discurso en el XVI Festival de la Juventud en Agosto de 2005, sostenía lo siguiente: “Una economía es socialista, cuando opera sobre el valor, realiza intercambios de equivalencias y planea democráticamente los principales parámetros de la economía, tanto en la macroeconomía, por ejemplo, la tasa de inversión y el presupuesto nacional, como en la microeconomía, particularmente en cuanto a la tasa de plusvalía (plusvalor/capital variable), es decir, la intensidad de la explotación del trabajo.” (Dieterich 2005b; nuestro énfasis.)
Referencias
Dieterich, Heinz: Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI, Instituto Municipal de Publicaciones, Caracas 2005 a)
Dieterich, Heinz: La Revolución Bolivariana y el Socialismo del Siglo XXI. Discurso pronunciado en el “XVI Festival Mundial de la Juventud”, 13.08.2005 b)
http://www.debatecultural.net/Observatorio/Heinz Dieterich.htm; revisado 29.12.07
Development, Concepts and Doctrine Centre (DCDC), The DCDC Global Strategic Trends Programme 2007-2036, Enero 2007. Documento descargable en: http://www. cuttingthrough thematrix.com/articles/strat_trends_23jan07.pdf; revisado 29.12.07
K. Marx & F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista (1848), digitalizado para el Marx-Engels Internet Archive por José F. Polanco en 1998 y retranscrito para el Marxists Internet Archive por Juan R. Fajardo en 1999. Disponible en: www.marxists. org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm; revisado 29.12.07
Luxemburg, Rosa: Reforma o revolución (1899). Descargable en: http://www.marxists.org/espanol/luxem/index.htm; revisado 30.12.07
Hippler, Jochen: Low Intensity Warfare and its implications for NATO, 1988. En:
http://www.jochen-hippler.de/Aufsatze/low-intensity_conflict/low-intensity_conflict.html; revisado 30.12.07jutta@franzlee.org