“¡La igualdad! ¡Primer deseo de la naturaleza! ¡Primera necesidad del hombre y primer nudo de toda asociación legítima! Siempre y por todas partes, la pobre raza humana, entregada a unos antropógafos más o menos hábiles, sirvió de juguete a todas las ambiciones, de pasto a todas las tiranías. Siempre y por todas partes se ha dominado a los hombres con bellas palabras: jamás y por ninguna parte se han obtenido las cosas con las palabras. Desde tiempo inmemorial se nos repite con hipocresía: “los hombres son iguales”, y desde tiempo inmemorial la desigualdad más deshonrosa y horrorosa pesa insolentemente sobre el género humano. La Revolución francesa no es más que el postillón de otra revolución mucho más grande, mucho más solemne y que será la última”.
Las mujeres delegadas que asistieron al V Congreso, no sólo participaron en los trabajos de carácter general, sino que, al mismo tiempo celebraban reuniones, cambios de impresiones, que tendían al estudio concreto de los problemas de la mujer trabajadora; a crear un organismo internacional de las mujeres socialistas. Han sido las pioneras de este proceso de organización y de educación política de la mujer Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo y Virginia González, las figuras más representativas del movimiento internacional femenino de final de siglo. En esta época, el movimiento obrero español contaba con la primera mujer socialista dirigente, Virginia González la primera militante que formó parte de la Ejecutiva de la U.G.T. y de la dirección del Partido Socialista Obrero Español, más tarde ardiente defensora de la gran Revolución rusa, fundadora del Partido Comunista Obrero Español.
En la Comisión número 9 surgió el problema de la colaboración ministerial, como consecuencia de la actitud del “socialista Millerand”, que había aceptado un puesto de ministro en el gobierno burgués de Francia. Jaurés apoyó la colaboración. Este problema determinó uno de los grandes debates políticos del Congreso. En el Congreso de París, pues, quedó planteado el nuevo problema llamado del “colaboracionismo”, que habría de llevar a una parte de la socialdemocracia a traicionar los principios del socialismo y del internacionalismo. Millerand abrió la puerta de esa política por la que, más tarde, pasarían los Briand y todos los arrivistas para dar el tipo de socialistas como Noske, Mac Donald, De Man, Kerensky y tantos otros que, sin desprenderse de su etiqueta “socialista”, se convirtieron en los mayores enemigos del socialismo y de la revolución y en los mejores y más fieles aliados de la burguesía de cada país en contra de los intereses de la clase obrera.
En el dictamen presentado por la Comisión, ésta fijaba su posición en torno a este problema:
El Congreso recuerda que la lucha de clases prohíbe toda especie de alianzas con una fracción cualquiera de la clase capitalista.
Admitiendo que circunstancias especiales hagan necesarias coaliciones en algunos lugares (bien entendido, sin confusión de programa ni de táctica), estas coaliciones, que el Partido debe procurar reducir al mínimo hasta su completa eliminación, no serán toleradas en tanto que su necesidad no haya sido reconocida por la organización regional en la que se produce..., etc.
El español Pablo Iglesias, al ser consultado, dio la siguiente contestación:
“Mi parecer es que ni los socialistas pueden aceptar bajo su responsabilidad cargo alguno de ningún gobierno burgués, ni el Partido Socialista la presencia de uno o varios de sus miembros en gobiernos que tienen por misión defender el régimen del salario capitalista. Los socialistas no deben ir al poder a hacer cumplir las leyes hechas por la clase explotadora, para mantener en la esclavitud, en la miseria y en la ignorancia a los trabajadores; deben ir tan sólo a anular todos, absolutamente todos los privilegios capitalistas...”
La anterior resolución es una de las más importantes decisiones aprobadas por un Congreso Internacional; pero, al mismo tiempo, descubría que, en el seno de los partidos socialdemócratas, el oportunismo, y con él toda clase de desviaciones, adquirían carta de naturaleza. El caso de Millerand, “el caso Bernstein”, ligeramente aludido en el Congreso por algunos delegados, algunas ideas “municipalistas”, las corrientes “colaboracionistas” y el apego al parlamentarismo eran una elocuente prueba de las corrientes negativas que con tanta fuerza evidenciaba el Congreso. Fue Rosa Luxemburgo quien atacó vigorosamente las posiciones revisionistas antisocialistas de Bernstein, poniendo de relieve la importancia y gravedad de unos problemas que habrían de llevar a la Segunda Internacional al descrédito y a traicionar sus propios fundamentos. El problema de la paz y de la guerra, las teorías revisionistas, las posiciones “colaboracionistas”, las influencias “parlamentarias” y “municipalistas”, serían su muerte política; la apartarían del camino trazado por Marx y Engels. La resolución había sido elaborada por Kautsky y su último párrafo débese a una enmienda de Plejanov.
El Congreso, por medio de la Comisión número 10, reitera las posiciones en relación con la manifestación del 1º de Mayo y pasa a examinar el problema de los “trusts”, consignado por primera vez en un orden del día. La ponencia correspondiente emitió un dictamen cuya parte esencial decía así:
La única salida real a la opresión actual de esas coaliciones es la nacionalización y, a un estado consecutivo, la regularización internacional de la producción en los sectores donde los “trusts internacionales” han alcanzado su más alto desarrollo.
El problema de la “huelga general”, aunque no figuraba en el orden del día, fue planteado por Briand, pero el Congreso rechazó sus posiciones y ratificóse en los acuerdos que, a este respecto, había adoptado el de Londres, que decían:
El Congreso es de opinión que las huelgas y los boicots son los medios necesarios para realizar la tarea de la clase obrera, pero él no ve la posibilidad actual de una [huelga general internacional]. Lo inmediatamente necesario es la organización sindical de las masas obreras porque de la extensión de la organización depende la extensión de las huelgas a las industrias enteras de los países enteros.
Más tarde sería Georges Sorel, el ideólogo de un sindicalismo revolucionario antiparlamentario, quien situaría en un primer plano “la violencia” y el mito de la huelga general. Sus ideas empezaban a manifestarse en el seno de los Congresos Internacionales.
Por último, el Congreso concretó sus resoluciones orgánicas llevando a la práctica sus decisiones en virtud de las cuales establecía un organismo central permanente del socialismo mundial, fijando su domicilio en Bruselas. Las atribuciones del nuevo organismo serían las siguientes: Que importa que los Congresos internacionales, que en el porvenir serán el Parlamento del proletariado, tomen las resoluciones que guiarán al proletariado en su lucha liberadora. Que estas decisiones, resultado del acuerdo internacional, deben ser traducidas en actos.
1º Un Comité de organización será nombrado tan pronto como sea posible por las organizaciones socialistas del país donde tendrá lugar el próximo Congreso.
2º Un Consejo permanente internacional, teniendo un delegado por país, será formado y dispondrá de los fondos necesarios. Preparará el orden del día del Congreso siguiente y pedirá informes a cada nacionalidad adherida al Consejo.
3º Ese Comité escogerá un secretario general retribuido encargado; de procurar las informaciones necesarias; de redactar un código explicativo de las resoluciones adoptadas en los congresos; de distribuir los informes sobre el movimiento socialista de cada país.
La Comisión Interparlamentaria que había sido creada en Londres, cuya secretaría llevaba Vaillant, y que apenas si había dado señales de vida, quedó definitivamente constituida como organismo dependiente de la Oficina Central cuyo domicilio sería igualmente Bruselas.
El V Congreso de la Internacional daba por finalizados sus trabajos. Con el siglo XX, la Segunda Internacional dábase una vida orgánica y una dirección permanente por medio de su secretariado Internacional. Con el V Congreso iniciábase una nueva era del movimiento obrero. Del tronco de la Primera Internacional había surgido la Segunda; de 1900 en adelante, de la Segunda Internacional surgirían nuevas ramas de actividades independientes, tales como la acción sindical, la acción parlamentaria y municipalista, la acción de la juventud socialista y de la mujer, el movimiento cooperativo.
El movimiento obrero internacional que integraran la Primera y Segunda Internacionales hasta 1900, transformaríase en un mosaico de organizaciones que, independientes de la acción del anarquismo y de los aspectos negativos del propio movimiento socialista, con sus corrientes oportunistas, con la acción de los Bernstein, de los Kautsky, de los Vandervelde, Millerand y compañía, abría rumbos nuevos. Desde el V Congreso ya no volverían a celebrarse otros en los que aparecieran englobadas todas las organizaciones sindicales y políticas, juveniles, de mujeres, cooperativas, deportivas y culturales, etc., que constituían el conjunto del movimiento obrero. Cada una de estas actividades iniciaba un proceso propio por adquirir su mayoría de edad; en lo sucesivo contarán con su propia organización internacional, con su propio aparato de dirección encargados de interpretar sus problemas específicos dentro de las concepciones generales del socialismo. Así se esbozaba, teóricamente, a finales de siglo, el movimiento obrero en su aspecto internacional; pero ello no quiere decir, ni mucho menos, que haya interpretado justamente, refiriéndose a la Internacional, la misión histórica que le correspondía de acuerdo con los principios revolucionarios del socialismo.
De 1900 a 1950 habría de florecer toda una gama de organizaciones internacionales que ponían de relieve la potencialidad del movimiento obrero y su evolución hacia formas nuevas más amplias, respondiendo así a las exigencias de las realidades con que se enfrentaba. Pero a su vez, en su desarrollo, iría poniendo de relieve sus fallas, sus contradicciones, dos líneas de conducta; una, la del socialismo auténtico; otra, la del socialismo oportunista, reaccionario, revisionista, renegando de las teorías de Marx y Engels, implicado en una política de colaboración en oposición con los intereses de la clase obrera y de la revolución para servir a la burguesía.
El V Congreso de París cerraba un capítulo de medio siglo de historia del movimiento obrero internacional y abría otro cargado de presagios revolucionarios que se producirían a pesar de los esfuerzos que empezaban a realizar por evitarlos aquellos que, renegando del marxismo, renegaban del socialismo. En el orden sindical, cerrábase el siglo XIX con un Congreso “malogrado”; pero el reformismo, incrustado ya fuertemente en el movimiento sindical, divorciado del verdadero espíritu de lo que había sido la Primera Internacional y, en sus primeros tiempos, la Segunda, llevaría adelante sus ideas extrañas a los intereses de la clase obrera y de la revolución para servir los de la burguesía. No otra cosa significó su “sindicalismo independiente autónomo”, su “profesionalismo”, su “acción económica independiente de toda acción política”, renegando así de los principios fundamentales del socialismo. Los resultados negativos de esa política de los Gompers, de los Legien, de los Jouhaux, de los Citrine, de los Mertens, están registrados en las páginas del movimiento obrero sindical de 1900 a 1950. Esos cincuenta años de historia revelaron con claridad meridiana el papel que han jugado los que, habiendo renegado del socialismo, están incapacitados para interpretar y defender los intereses del proletariado.
También el Vaticano, por medio de los Sindicatos Socialcristianos, buscaba constituir una Internacional. El desarrollo del movimiento sindical en algunos países lleva a la celebración de reuniones internacionales en las que se va perfilando la idea de la creación de una Internacional de sindicatos católicos.
En julio de 1900 celébrase una Conferencia Internacional de estas organizaciones en Aix-Chapelle (Bélgica), en la que están representados los Sindicatos católicos de Alemania, Bélgica y Holanda. Esta Conferencia es el antecedente de una acción de relaciones internacionales de los sindicatos católicos que determinó la creación de un Secretariado internacional en la Conferencia celebrada en Zurich en 1908, transformado más tarde en la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos.
Salud Camaradas, Bolivarianos.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria. Socialismo o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net