La Historia hoy, como siempre, es apasionadamente; el espectáculo más bello realizado por el hombre por cuanto representa el despliegue en el tiempo de su lucha consigo mismo, con los demás y con la naturaleza preguntándose eternamente por su destino.
El 5 de agosto de 1895 es otro día de luto para el proletariado mundial: Federico Engels dejaba de existir. El continuador sistemático, infatigable, de la obra de Marx desaparecía para siempre. El Congreso Internacional de Zurich de 1893 había contado con sus consejos y hasta con su participación directa. El próximo, el que se celebraría en Londres en 1896, ya no contaría con su presencia y colaboración. El movimiento obrero internacional quedaba huérfano. Sus fundadores habían desaparecido. Pero a la vez Marx y Engels la habían dado su mayoría de edad. Nuevos valores del movimiento obrero darían continuidad a su obra.
Ni Marx ni Engels gustaron de asistir personalmente a los congresos. Tomaron parte directa en muy pocos. Marx, en el de La Haya en 1872, y Engels, en el de La Haya y, después, en la etapa de la Segunda Internacional, en el de Zurich de 1893. Pero si no tomaban una parte directa en los congresos, no por eso dejaban de contribuir a su preparación. No en una labor de intriga, como les acusaban los elementos anarquistas, sino con la más elevada ayuda política, por encima, justamente, de las maniobras y de las intrigas de toda clase de los verdaderos elementos intrigantes. Dos cerebros, dos colosos del pensamiento y de la filosofía como Marx y Engels eran incapaces de descender a las maniobras mezquinas de los que perturbaban con su “ronroneo” y pequeñeces la gran obra histórica que estaban realizando y que se proyectaba sobre los fundamentos mismos de la sociedad burguesa, del mundo capitalista. A través de la vida de los dos genios aparecen constantemente las pruebas irrefutables de su grandeza de espíritu abarcando con su acción y con fuerza de titanes el conjunto de un mundo social condenado a desaparecer y, al mismo tiempo, mostrando el camino, las perspectivas, de un mundo nuevo, no sobre especulaciones utópicas, sino sobre bases reales cimentadas en una incontrovertible dialéctica histórica. Marx y Engels, durante su existencia, fueron el faro político que guió a los hombres más valiosos del movimiento obrero revolucionario. Gracias a su talla intelectual y a su clarividencia supieron ganar para el movimiento obrero a los hombres más preclaros de la intelectualidad de su tiempo y de todos los tiempos.
Así, no es extraño que, sin asistir a los congresos internacionales de una forma directa, estuvieran presentes con su pensamiento. Contribuían poderosamente a la labor preparatoria de cada Congreso Internacional con sus juicios políticos sobre los problemas fundamentales que serían examinados; con su correspondencia política con los hombres más eminentes del movimiento obrero de cada país, de cada partido, de cada organización, de cada periódico. Marx y Engels podría decirse que no eran dos individualidades, sino una entidad, el corazón y el cerebro del movimiento obrero internacional. Ningún problema importante escapaba a su conocimiento, a su estudio, a su análisis crítico despiadado.
La muerte de Marx había sido una pérdida irreparable –nunca más justa tal definición-; con la de Engels, la entidad que constituían las dos figuras desaparecía, pero quedaba su obra; de ella se alimentarían las generaciones de aquella época y las futuras. El corazón y el cerebro de esa entidad seguiría animando el palpitar y el pensamiento del movimiento obrero, de la lucha por el socialismo hasta nuestros días. De su obra gigantesca saldrían nuevos valores, y entre ellos alguno que pudiera ser considerado como el heredero directo y continuador de aquella entidad. Y Marx y Engels, en efecto, tienen sus fieles continuadores con talla, como ellos, de gigantes, en Lenin, Stalin y Mao. La nueva entidad del pensamiento marxista que, a los veintidós años de la muerte de Engels, alumbraría el camino de una nueva etapa del movimiento obrero internacional, la más grandiosa, la que ofrecería la realización del triunfo de las ideas de Marx y de Engels con la victoria de la Revolución proletaria en esa parte del mundo, rompiéndose así el primer eslabón de la cadena de la sociedad burguesa y capitalista.
El socialismo, a los veintidós años de la muerte de Engels, no era un sueño, no era una aspiración que se perdía en la lejanía de una perspectiva, sino una realidad en una parte del mundo. Las bases de una nueva civilización, la civilización socialista, estaban echadas. Presidía esa civilización la estrella de cinco puntas que guiaría desde ese momento a los proletarios, a los pueblos, hacia sus objetivos fundamentales de liberación. Cuando moría Engels nacía el movimiento obrero Lenin, que contando con veinticinco años de edad, ya había mostrado al movimiento obrero el portento de su talento en una serie de trabajos que representaban sus primeras y valiosas aportaciones al marxismo.
Engels conservó hasta el último aliento su optimismo, su fe inquebrantable en el socialismo. No dejó de trabajar sobre la obra de Marx y hasta el último momento, poniendo en orden sus papeles, sus archivos; preparando las nuevas ediciones de sus obras; recopilando sus trabajos; sacando adelante El Capital, la obra cumbre de Marx y del socialismo; escribiendo nuevos prefacios, siendo cada uno de ellos nuevas aportaciones a la teoría del marxismo. Vivió y murió para la obra de Marx, que era a la vez su obra; la obra del socialismo científico y revolucionario. Pero al mismo tiempo, como Marx, vigilaba, corregía, criticaba, atacaba la obra de los falsos socialistas y de los principales ideólogos de la burguesía. Nada escapaba a su ojo crítico. La preocupación de Engels por los congresos nacionales e internacionales, por las conferencias preparatorias, es inseparable de sus trabajos, de su acción política orientadora. En el programa de Erfurt está su colaboración. “Nuestra campaña con respecto al Congreso de fusión de 1891 (Bruselas) –decía a su amigo Sorge en noviembre de 1890- se ha logrado plenamente”. El problema de la unidad no fue para Marx y Engels una nueva palabra, sino, en todo momento, un problema fundamental; por eso tenían para él una singular atención; confiando en las masas, en su desarrollo, era natural que de su unidad dependiera, entonces como ahora, la garantía máxima para el logro de todos los objetivos. “Solamente cuando yo pienso en el Congreso Internacional de Bruselas el próximo año – decía en enero de 1891- creo sinceramente que ha sido correcto mantenerse en buenas relaciones con Gompers, que, en cualquier caso, tiene detrás de él más obreros que el Partido Socialista americano”. He ahí su preocupación por la unidad, por estar ligado a la clase obrera, por no separase de las masas, sino por estar con ellas, dentro de ellas. La posición personal de Gompers, entonces como más tarde, era de lo más reaccionaria; pero no era Gompers lo que contaba para Engels, eran los obreros americanos que estaban detrás de él a los que quería ver representados en el Congreso de Bruselas, ganados para la Internacional. Estas preocupaciones no eran incompatibles con una inflexibilidad en la defensa de posiciones de principio.
Refiriéndose a una situación especial del movimiento obrero de los Estados Unidos, en el que los grupos alemanes emigrados jugaban un papel importante, pero que se caracterizaban por su sectarismo, por su estrechez, Engels, en otra carta a su amigo Wichnewetzky, le decía: “Nuestra teoría es una teoría en evolución, no un dogma para aprender de memoria y repetir mecánicamente... En otro párrafo de la carta decía: “Yo pienso que toda nuestra acción ha mostrado que es posible marchar codo a codo con el movimiento general de la clase obrera, en cada una de sus etapas, sin abandonar o esconder nuestra propia posición, inclusive organización distinta, y yo temo que si los alemanes de América escogen una vía diferente, cometerán un gran error...” Engels consideraba que lo importante era “ganar la oreja” de la clase obrera, porque así era posible explicarle el socialismo, hacerlo comprender. Y cuando un obrero, las masas, comprenden qué es el socialismo, se abrazan a él para siempre porque han comprendido que el socialismo son ellas mismas. Que su emancipación, que su bienestar, que el establecimiento de un orden social nuevo dependen solamente de ellas y que la fuerza para implantar ese mundo nuevo radica en ellas mismas. Engels registra su satisfacción por los resultados del Congreso de Bruselas, el penúltimo Congreso de su vida, en los siguientes términos: “Los marxistas han vencido en toda la línea, tanto en los principios como en la táctica...”
El Congreso de Zurich de 1893, fue el último Congreso al que Engels aportó sus consejos y orientación y, finalmente, su contribución directa, ya que fue clausurado por él, bien en contra de su voluntad, pues detestaba hablar en público. Engels, ironizando con su propia vida, mantenía la esperanza de ver finalizar el siglo, pedía vivir hasta 1900, pero su esperanza le hizo traición. El 5 de agosto de 1895 desaparecía el segundo timonel que había dirigido la nave del socialismo. Todas las banderas rojas del proletariado aparecieron con crespones negros; todos los corazones proletarios estaban de duelo.
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Parte de un artículo de V. I. Lenin sobre Federico Engels: Tomado del libro Marx, Engels y el marxismo.
“El 5 de agosto de 1895 falleció en Londres Federico Engels. Después de su amigo Carlos Marx (fallecido en 1883), Engels fue el más notable sabio y maestro del proletariado contemporáneo de todo el mundo civilizado. Desde que el destino relacionó a Carlos Marx con Federico Engels, la obra a la que ambos amigos consagraron su vida se convirtió en una obra común. Y así, para comprender lo que Federico Engels ha hecho por el proletariado, es necesario comprender claramente la significación de la doctrina y actividad de Marx en pro del desarrollo del movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels fueron los primeros en demostrar que la clase obrera con sus reivindicaciones surge necesariamente del sistema económico actual, que, con la burguesía, crea inevitablemente y organiza al proletariado. Demostraron que la humanidad se verá liberada de las calamidades que la azotan no por los esfuerzos bien intencionados de algunas que otras nobles personalidades, sino por medio de la lucha de clases del proletariado organizado. Marx y Engels fueron los primeros en dejar sentado en sus obras científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la sociedad contemporánea. Toda la Historia escrita hasta ahora es la historia de la lucha de clases, la sucesión de la dominación y victorias de unas clases sociales sobre otras. Y esto ha de continuar hasta que desaparezcan las bases de la lucha de clases y del dominio de clases: la propiedad privada y la producción social caótica. Los intereses del proletariado exigen que estas bases sean destruidas, por lo que la lucha de clases consciente de los obreros organizados debe ser dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es una lucha política.
Estos conceptos de Marx y de Engels los ha hecho suyos en nuestros días todo el proletariado en lucha por su emancipación. Pero cuando los dos amigos, en la década del 40, participaron en la literatura socialista y en los movimientos sociales de aquel tiempo, estos puntos de vista eran completamente nuevos. A la sazón había muchos hombres de talento y sin talento, honrados y sin honradez, que, por el ardor de la lucha por la libertad política, en la lucha contra la autocracia de los monarcas, de la policía y del clero, no percibían el antagonismo existente entre los intereses de la burguesía y los del proletariado. Estos hombres ni siquiera admitían la idea de que los obreros actuasen como una fuerza social independiente. Por otra parte, ha habido muchos soñadores, algunas veces geniales, que creían que bastaba tan sólo convencer a los gobernantes y a las clases dominantes de la injusticia del régimen social existente para que resultara fácil implantar en el mundo la paz y el bienestar general. Ellos soñaban con un socialismo que triunfara sin lucha. Finalmente, casi todos los socialistas de aquella época y, en general, los amigos de la clase obrera consideraban al proletariado sólo como una úlcera y veían con horror que, paralelamente al crecimiento de la industria, iba creciendo también esta úlcera. Por eso todos ellos pensaban en el modo de detener el desarrollo de la industria y del proletariado, de parar “la rueda de la Historia”. Contrariamente al horror general ante el desarrollo del proletariado, Marx y Engels cifraban toda todas sus esperanzas en el continuo crecimiento numérico de éste. Cuantos más proletarios haya, tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria y tanto más próximo y posible será el socialismo. De expresar en pocas palabras los méritos de Marx y Engels ante la clase obrera a tener conocimiento y conciencia de sí misma y sustituyeron los ensueños por la ciencia.
He aquí por qué Engels y su vida deben ser conocidos de todo obrero; he aquí el motivo de que insertemos en nuestra recopilación, que, como todo lo que editamos, tiene como objeto despertar la conciencia de clase de los obreros, un esbozo sobre la vida y actividad de Federico Engels, que es uno de los grandes maestros del proletariado contemporáneo.
Cita de Lenin: ¡Gloria eterna a Federico Engels, gran luchador y maestro del proletariado!
¡Qué lumbrera intelectual se ha apagado!
¡Qué gran corazón ha dejado de latir!
Salud Camaradas Bolivarianos:
Hasta la Victoria Siempre.
Patria. Socialismo o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net