Vladimir Ilich Ulianov Lenin nació en la ciudad de Simbirsk (hoy Ulianovsk) el 22 de abril de 1870, murió el 21 de enero de 1924. Discípulo de Marx y Engels. Comienza su carrera revolucionaria en la Universidad, de la cual fue excluido por agitador. Propagador incansable del marxismo revolucionario, combate implacablemente toda clase de oportunismos. Creó el partido bolchevique. Vivió deportado en Siberia. Exiliado en Inglaterra, en Francia y en Suiza, desde donde dirige el Partido bolchevique. Toma parte en los congresos de la II Internacional y en la Conferencia de Zimmerwald. Denunció la quiebra de la II Internacional en 1914 y la traición de la inmensa mayoría de los jefes de la socialdemocracia o “social imperialista”. Preparó la Revolución de Octubre de 1917. Entró en Rusia y condujo al proletariado a la conquista del poder. “El leninismo, es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria o, más exactamente, es la teoría y la táctica de la revolución proletaria en general, la teoría y la práctica de la dictadura del proletariado en particular...”
El genial socialista ruso, fiel continuador e intérprete de las doctrinas de Carlos Marx y Federico Engels, dirigente de la primera revolución proletaria victoriosa, creador del primer Estado socialista que abrió el camino luminoso de una nueva civilización. Fundador de la III Internacional. A fines de 1893 trasladase a San Petersburgo, donde dos años más tarde unifica los círculos obreros marxistas que existían en la ciudad, fundando con ellos la organización “Unión y lucha por la emancipación de la clase obrera”. En este mismo año prodújose en San Petersburgo una formidable huelga de los obreros textiles, en la que tomaron parte más de 35.000 huelguistas. El movimiento había sido organizado y dirigido por Lenin a través de la “Unión y lucha por la emancipación de la clase obrera”. Desde ese momento, Lenin, frente a las posiciones de la socialdemocracia reformista, con Plekhanov, aparece ante el movimiento obrero internacional como la figura marxista más relevante del partido socialdemócrata ruso. Lenin toma parte activa en los congresos internacionales y conferencias celebrados por la II Internacional en la etapa de 1900 a 1916.
En agosto de 1914 cuando estalló la guerra, el primer interrogante que se planteó fue si los socialistas tenían que asumir la “defensa de la patria”. ¿Debía el partido socialista apoyar políticamente la guerra, votar el presupuesto militar, renunciar a la lucha contra el gobierno zarista y agitar a favor de “la defensa de la patria”? La respuesta de Lenin fue ¡No! El partido no debe hacerlo no tiene el derecho de hacerlo, no porque se trate de una guerra sino porque es una guerra reaccionaria, una lucha bestial entre los esclavistas para lograr una nueva redivisión del mundo. “El problema de que grupo dio el primer golpe militar o declaró primero la guerra, no tiene ninguna importancia para determinar la táctica de los socialistas. La charla sobre la defensa de la patria, el rechazo de la invasión enemiga, el que la guerra sea defensiva, etcétera, implica en que ambos bandos un completo engaño al pueblo”. “Durante décadas, tres bandidos (la burguesía y los gobiernos de Inglaterra, Rusia y Francia) se armaron para desposeer a Alemania. ¿Por qué sorprenderse, entonces, de que los dos bandidos (Alemania y Austria-Hungría) Hayan atacado antes de que los tres bandidos consiguieran las nuevas armas que habían ordenado? La burguesía Alemana engaña a la clase obrera y a las masas trabajadoras, cuando declara que hace la guerra en beneficio de, la libertad y la cultura, para liberar a los pueblos oprimidos por el zarismo. Las burguesías inglesas y francesas, engañan a la clase obrera y a las masa trabajadoras cuando declaran que hacen la guerra, contra el militarismo y el despotismo alemán”. Una superestructura política de tal o cual tipo no puede cambiar los reaccionarios fundamentos económicos del imperialismo. Por el contrario es el fundamento el que subordina a la superestructura. En nuestros días es tonto pensar siquiera en una burguesía progresista en un movimiento burgués progresista. Toda la “democracia burguesa, se ha vuelto reaccionaria”. Esta caracterización de la “democracia imperialista” constituye la piedra fundamental de la concepción leninista.
Las vidas de Marx y Engels, fundadores del socialismo científico, son inseparables, como lo son las de Lenin y Stalin, los realizadores del socialismo. Sobre esos cuatro gigantes del pensamiento socialista se edificó la teoría revolucionaria del movimiento obrero; ellos son los pilares sobre los que descansó la edificación de la sociedad socialista. La obra inconmensurable de Lenin y Stalin registrase con toda su grandeza y trascendencia histórica en el período de 1900 a 1950 y con la máxima exaltación histórica a partir de la victoria de la gloriosa Revolución de Octubre de 1917. En la Rusia zarista cuajábase un poderoso movimiento obrero sabiamente dirigido por Lenin que presagiaba grandes tormentas revolucionarias. La primera estalló en 1905. La segunda, en 1917, y cambió el rumbo del mundo. La Revolución de Febrero la hicieron los obreros, los soldados, es decir los campesinos que estaban en el ejército. Los obreros de San Petersburgo asestaron al zarismo el golpe mortal. Pero ellos no sabían todavía que el golpe había sido mortal. A menudo sucede que los oprimidos no pueden gozar del fruto de su triunfo porque no se dan cuenta de su importancia. Cuando estalló la Revolución de Febrero Lenin estaba en Zurich. Para volver a Rusia, que todavía estaba en guerra con Alemania, tuvo que atravesar este país.
El Vagón Blindado. Lenin encontró una gran ayuda en un socialista suizo, Platten, quien se prestó a conseguir del gobierno alemán el tránsito por este país del grupo de exiliados rusos. El gobierno alemán aceptó permitir a Lenin y a otros veintinueve emigrados volver a Rusia en un vagón blindado. El gobierno alemán estuvo representado en estas negociaciones por Erich F. Lundendorff, que indudablemente estuvo de acuerdo en hacer volver a Lenin a Rusia con la esperanza de que contribuyera a la inestabilidad de la situación militar de ese país, ya en plena desintegración. El día 15 de abril de 1917 salía de la estación de Zurich, el grupo de desterrados que viajaban junto con su valedor Platten, en medio de los insultos de los “socialistas” que habían acudido a ella. Al llegar a su país Lenin dijo “que la fruta estaba madura y no había más que sacudir el árbol”. Los enemigos de los bolcheviques posteriormente adujeron que este viaje a través de Alemania era una evidencia de que eran agentes del gobierno alemán.
La verdadera política bolchevique comenzó con la llegada de Lenin, de su recién exilio. Lenin apareció el último día de la Conferencia de Marzo de los bolcheviques. Presentó su Tesis el 4 de abril de 1917, “Sobre las tareas del proletariado en la revolución actual”, que precipitó una crisis en el Partido Bolchevique. Condenó al gobierno provisional de Kerensky, lo derribó y asumió el poder. Llamó a acabar con la guerra y definió la tarea de los bolcheviques como la preparación de los soviets para tomar todo el poder y establecer un estado obrero. Al comienzo casi toda la dirección bolchevique se opuso a la posición de Lenin de reorientarse hacia el abandono del apoyo al gobierno provisional burgués, y a la perspectiva de reorientar la lucha del proletariado y del campesinado pobre para la lucha por el poder, con su oposición irreconciliable al “frente popular” de febrero. El objetivo de esta operación era unificar a todos los oprimidos y explotados contra la burguesía imperialista “democrática” apoyada por los mencheviques y los “social-revolucionarios” (social-patriotas). Lenin quería la unidad de las masas revolucionarias basada en la lucha de clases, no la unidad de los charlatanes “socialistas” con los capitalistas liberales para engañar a las masas. Cualquiera que no entendiese la diferencia entre estas dos formas de “unidad” tenía que ser barrido del movimiento obrero.
LA REVOLUCIÓN DE MARZO. Llegamos al primer acto de la revolución rusa. La falta de víveres en Petrogrado, determinada por una paralización de los transportes a causa de grandes nevadas, produjo una revuelta en la capital el 8 de marzo de 1917 (24 de febrero, según el antiguo calendario ruso). Una muchedumbre que iría engrosando de modo continuo y que acabaría contando con 200.000 personas, marchó amenazadora, hambrienta, enarbolando banderas rojas y entonando La Marsellesa. Hostigada por la policía, continuó, sin embargo, el camino, cada vez más densa, hasta llegar a la Plaza Znamesnskaia, donde tuvo lugar un gran mitin. Doscientos mil hombres y mujeres se habían reunido a tal fin, pero fueron recibidos a tiros por la policía, sin que la plaza se despejara. La llegada de los cosacos fue recibida con aclamaciones por la muchedumbre que empezaba a pensar ya en el triunfo de una revolución radical. La repetición de las manifestaciones en días siguientes produjo gran cantidad de victimas, hasta que el día 12 el presidente de la Duma, Rodzianko, desafiando un “ukase” del zar que ordenaba la inmediata disolución de la Asamblea, formó un gobierno mixto de burgueses y socialistas para intentar la salvación de la monarquía que estaba naufragando. Pero junto a la Duma se formó el Soviet (Consejo, en ruso) de campesinos, obreros y soldados, naciendo una dualidad de poderes que hizo ineficaces los primeros pasos de la Revolución.
El día 15, el zar Nicolás II abdica en Pskov en su hermano Miguel, el cual, a su vez, renunció al día siguiente. El 17 se formaba un gobierno provisional presidido por el príncipe Lvov, y del que pronto fue figura señalada Alejandro Feodorovitch Kerenski, joven abogado de 36 años, afiliado a la socialdemocracia. Ministro de Justicia en el gobierno provisional, pronto pasaría a desempeñar el Ministerio de la Guerra para alcanzar el 20 de julio, la presidencia de un gabinete, todavía mixto de burgueses y socialistas, pero con mayoría de estos últimos. Kerenski será el liquidador de la tentativa democrática en el viejo imperio de los zares. El gobierno provisional todavía se mostraba partidario de continuar la guerra realizando un esfuerzo supremo. Había ordenado el traslado del ex-zar al palacio de Tsarkoie Zelo, donde Nicolás II se reunió con Alejandra y sus hijos. Pero los campesinos desertaban de los regimientos del frente, ante la noticia del reparto desordenado de tierras, el Estado se diluía en un caos espantoso, y las órdenes del gobierno no eran acatadas por nadie.
En los meses críticos de la revolución los partidos del “frente popular”, los liberales, los mencheviques y los “social-revolucionarios”, cercados por las masas revolucionarias, no encontraron otra forma de defenderse que la calumnia más vil contra los bolcheviques. Caían como llovidas del cielo las acusaciones de que los bolcheviques estaban ligados al Estado Mayor alemán, a las Centurias Negras, que eran bandas de matones reaccionarios y “patriotas” que, actuaban con el apoyo del gobierno zarista en aterrorizar a los revolucionarios y que apoyaban la implantación en Rusia de una monarquía constitucional, e en última instancia de una república.
Siempre ha sucedido –escribió Lenin en 1916- que después de la muerte de los dirigentes revolucionarios populares entre las clases oprimidas sus enemigos traten de asumir sus nombres para engañarlas. Para nosotros los comunistas, desde la perspectiva de los intereses de las masas trabajadoras y de la clase obrera de Rusia, no cabe la menor duda, y al respecto no se puede vacilar, que el mal menor sin duda alguna, sería la derrota del zarismo ya, sin demora, en la guerra actual. Una de las formas de engañar a la clase obrera es el pacifismo y la propaganda abstracta a favor de la paz. En el capitalismo, especialmente en su etapa imperialista, las guerras son inevitables. Si los imperialistas acuerdan la paz será sólo un respiro antes de una nueva guerra. Sólo la lucha revolucionaria de masas contra la guerra y el imperialismo que la origina puede garantizar una paz verdadera. Sin unas cuantas revoluciones la llamada paz democrática es una utopía de la clase media. La clase oprimida que no trata de aprender a utilizar las armas ni trata de conseguirlas merece que no se le trate mejor que un esclavo. El contenido ideológico-político del oportunismo y el del social-chovinismo son idénticos: colaboración de clases en lugar de lucha de clases, en lugar de utilizar sus dificultades a favor de la revolución; los oportunistas y chovinistas se vieron investidos de un gigantesco poder a causa de su alianza con la burguesía, con el imperialismo y la oligarquía.
“La emancipación del proletariado debe ser obra del proletariado mismo”, nos enseñaron siempre Marx y Engels. Y para luchar por su emancipación económica, el proletariado debe conquistar ciertos derechos políticos. Además, Marx y Engels vieron con toda claridad que la revolución política en Rusia tendría también una enorme importancia para el movimiento obrero de la Europa Occidental. La Rusia autocrática ha sido siempre el baluarte de toda la reacción europea. La situación internacional extraordinariamente ventajosa en que colocó a Rusia la guerra de 1870, que sembró por largo tiempo la discordia entre Alemania y Francia, naturalmente, no hizo más que aumentar la importancia de la Rusia autocrática como fuerza reaccionaria. Únicamente una Rusia libre, que no tuviese que oprimir a los polacos, finlandeses, alemanes, armenios y otros pueblos pequeños, ni de azuzar continuamente a Francia contra Alemania, daría a la Europa contemporánea la posibilidad de respirar aliviada del peso militar, debilitaría a todos los elementos reaccionarios de Europa y aumentaría las fuerzas de la clase obrera europea. Por lo mismo, Engels, teniendo también en cuenta los intereses del movimiento obrero del Occidente, abogó calurosamente por la implantación de la libertad política en Rusia.
Con perspectivas formidables cerrose el siglo XIX y asomose al siglo XX el socialismo y, tras el, el movimiento obrero. De 1900 a 1950 habría de florecer toda una gama de organizaciones internacionales que ponían de relieve la potencialidad del movimiento obrero y su evolución hacia formas nuevas más amplias, respondiendo así a las exigencias de las realidades con que se enfrentaba. Pero, a su vez, en su desarrollo, iría poniendo de relieve sus fallas, sus contradicciones, dos líneas de conducta; una, la del socialismo autentico; otra, la del socialismo oportunista, reaccionario, revisionista, renegado de las teorías de Marx y Engels, implicado en una política de colaboración en oposición de los intereses de la clase obrera y de la revolución para servir los del imperialismo. La unidad con los oportunistas es la alianza de los trabajadores con su propia burguesía nacional, e implica dividir las filas de la clase obrera revolucionaria.
Salud Camaradas Revolucionarios.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria. Socialismo o Muerte
¡Venceremos!