El derecho a un aborto legal y seguro, no es solamente una cuestión de salud pública y un derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo si no también una cuestión de clase, que afecta a los sectores más pobres de la sociedad venezolana.
La práctica del aborto es una realidad, siempre existió. Un embarazo de cada cuatro termina en un aborto inducido.
No quiero entrar en el debate inútil de porque una mujer aborta y si está bien o no, pero quiero decir que siempre es una decisión difícil. Todas y todos conocemos una amiga, una pareja o nosotras mismas quien practicó un aborto y hemos entendido el porqué.
Cada año en el mundo se mueren 70.000 mujeres de las complicaciones de un aborto inseguro en países donde no está legalizado y 5 millones de mujeres tiene secuelas (se practican 20 millones de abortos inseguros). En Venezuela, se mueren de una a dos mujeres cada semana.
¿Pero quien son estas mujeres que mueren y porqué?
Las que mueren son las que no tienen el dinero para pagar una clínica privada donde se le practicará de manera limpia con técnicas que se conocen muy bien. Son las que no tienen los 3.500 BFs (hasta 5.000 BFs).
Estas mujeres se van por otras vías donde las técnicas no son seguras o se practican ellas misma el aborto (con cualquier cosa, ganchos, inyección de jabón…) y llegan muriendo a los hospitales donde no les hacen caso, las tratan mal y a veces las echan por haberse practicado este aborto.
Es un negocio muy bueno para los médicos, no son ellos los que se quejarán del sistema aunque haya también médicos que los practican porque creen en este derecho de las mujeres y no quieren que mueran más mujeres.
En esta situación, no son todas la mujeres iguales ante un embarazo no deseado y un aborto. ¡Hay una diferencia de clase entre ellas!
En una sociedad capitalista, patriarcal, muy católica y machista, el tema del aborto entra en el cuadro de la situación de la mujer en esta sociedad: oprimida, utilizada como un objeto de venta, excluida, menos pagada por un empleo igual que a un hombre, apartadas del espacio público donde el papel más valorado es la reproducción, la crianza de los niños y las tareas del hogar.
Pero en un país donde se está planteando el Socialismo se tiene que plantear la mujer como un actor entero de la sociedad pública y para esto necesita estar en plena posesión de sus derechos humanos, sexuales y reproductivos. El derecho al aborto es un paso imprescindible para lograr a ser este actor.
Pero aunque se tiene que hablar el tema en las estructuras legales del Estado. No habrá cambios de mentalidad del pueblo sin que se lleve el tema al mayor número de mesas posible, en las comunidades, grupos de mujeres, comités de salud, etc... Los grupos políticos, partidos y sindicatos revolucionarios tenemos que llevar esta lucha para lograr la sociedad que soñamos, que queremos.
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