Las Doctrinas en discusión a mediados del siglo XIX, durante el tiempo en que se formó la Liga de los Justos y, más tarde, la Primera Internacional, son las de Babeuf, Saint-Simón, Owen, Fourier y Cabet, que comprenden el período de 1800 a 1850. Correspondientes a otra etapa aparecen Blanqui, Proudhon, Blanc, Marx y Engels, que inician una nueva época en la historia del movimiento obrero. En esta época de mediados de siglo existía una gran confusión entre las palabras socialismo y comunismo. “En 1847 –dice Engels en su prefacio a la edición inglesa del Manifiesto del Partido Comunista –se llamaban socialistas, de una parte, todos los adeptos a los diferentes sistemas utópicos: los owenistas en Inglaterra y los fourieristas en Francia, reducidos a meras sectas y en proceso de extinción paulatina; de otra, toda clase de curanderos sociales que prometían suprimir, con sus diferentes emplastos, las lacras sociales sin dañar el capital ni el beneficio. En cambio, la parte de la clase obrera que había llegado al convencimiento de la insuficiencia de las simples revoluciones políticas y proclamaba la necesidad de una transformación fundamental de toda la sociedad se llamaba comunista...”
El documento que, en nombre de la Liga de los Justos, elabora Weitling en 1836, La Humanidad tal como ella es y tal como ella debiera ser, está inspirada en las ideas de Babeuf mezcladas con las utopías de Fourier y Cabet.
Babeuf (1760-1797) es el primer propagandista de un socialismo o comunismo popular, insurreccional, sin doctrinarismo ni retórica, pero utópico, que reclama para el pueblo “libertad, pan, pan bueno; todos los objetos indispensables y necesarios, pero de buena calidad y en abundancia...” Los documentos que dan una idea más exacta de sus concepciones son el llamado Manifiesto de los Iguales y su Análisis. Del Manifiesto de los Iguales arranca la conspiración de Babeuf (1796) y sus teorías insurreccionales situadas en el campo de la lucha de clases y de la defensa de los intereses de las masas populares. Por su interés histórico y por la relación directa que guarda con la creación de la Liga.
Las bases ideológicas o de doctrina del comunismo de Babeuf están sintetizadas en su Análisis, en quince puntos.
1. La naturaleza ha dado a todos los hombres un derecho igual al disfrute de todos los bienes.
2. El fin de la sociedad es defender esa igualdad, atacada frecuentemente por el fuerte y el malo en el estado natural, y aumentar, con el concurso de todos, los disfrutes comunes.
3. La naturaleza ha impuesto a todos la obligación de trabajar. Nadie puede sin crimen sustraerse al trabajo.
4. Los trabajos y los frutos obtenidos deben ser comunes para todos.
5. Hay opresión cuando uno se agota por el trabajo y carece de todo mientras el otro nada dentro de la abundancia sin trabajar.
6. Nadie puede sin crimen hacerse exclusivamente dueño de los bienes de la tierra o de la industria.
7. En una verdadera sociedad no debe haber ni ricos ni pobres.
8. Los ricos que no quieren renunciar a lo superfluo a favor de los indigentes son enemigos del pueblo.
9. Nadie puede por acumulación de todos los bienes, privar a otro de la instrucción necesaria para su felicidad; la instrucción debe ser común.
10. El fin de la Revolución es destruir la desigualdad y restablecer la felicidad de todos.
11. La Revolución no está terminada; porque los ricos consumen todos los bienes y mandan exclusivamente, mientras los pobres trabajan como verdaderos esclavos, se consumen dentro de la miseria y no son nada dentro del Estado.
12. La Constitución de 1793 es la verdadera ley de los franceses porque la ha aceptado solemnemente el pueblo; porque la Convención no tenía el derecho de cambiarla; porque, para llegar a ello, ha hecho fusilar al pueblo que reclamaba su ejecución; porque ha destituido y degollado a los diputados que cumplían su deber con defenderla; porque el terror contra el pueblo y la influencia de los emigrados han presidido a la redacción y a la pretendida aceptación de la Constitución de 1795, que no tiene para ella, ni siquiera la cuarta parte de los votos que había obtenido la de 1793; porque la Constitución de 1793 ha consagrado los derechos inalienables para cada ciudadano de aceptar las leyes, de ejercer los derechos políticos, de reunirse, de reclamar lo que considere útil, de instruirse y de no morir de hambre, derechos que el acto contrarrevolucionario de 1795 violó abierta y completamente.
13. Todo ciudadano tiene que restablecer y defender, dentro de la Constitución de 1793, la voluntad y la felicidad del pueblo.
14. Todos los poderes procedentes de la pretendida Constitución de 1795 son ilegales y contrarrevolucionarios.
15. Los que han puesto la mano sobre la Constitución de 1793 son culpables de lesa majestad.
Es raro encontrar en la bibliografía política o social referencias a las doctrinas del gran revolucionario francés guillotinado a los treinta y siete años de edad por querer transformar la sociedad burguesa en una sociedad “comunista”, de acuerdo con sus concepciones idealistas, en la que la igualdad social no fuera un mito, sino una realidad.
Después de Babeuf aparece Saint-Simón, esa figura singular descendiente de Carlomagno, heredero de una corona ducal, grande de España, considerado como uno de los precursores del socialismo. Saint-Simón aboga por reformas, pero no ataca las causas que determinan la miseria de las masas. Respetando la estructura social del régimen burgués, lo confía todo al establecimiento de reformas que den solución a los problemas fundamentales que se derivan de la estructura económica del sistema capitalista. No se propone destruir la sociedad burguesa, sino mejorarlas por medio de un orden social perfecto establecido a priori que no es más que la justificación de la utopía de sus concepciones basadas en gran parte en las ideas de los “reformadores” del siglo XVIII. Saint-Simón no confiaba en el pueblo. Para él las masas eran incapaces de asegurar la dirección económica y política de la sociedad, atribuyendo esa misión “a los más capaces”, es decir, a los “industriales, a los “sabios”, si bien condicionaba que este papel dirigente se ejerciera no en beneficio de una minoría, sino de la colectividad, en particular de “las clases más numerosas y pobres”.
“Todas las instituciones sociales –dice Saint-Simón- deben tener por propósito el mejoramiento de la condición moral, intelectual y física de las clases numerosas y pobres...” A cada uno –pedía- según su capacidad; a cada capacidad, según su trabajo... Saint-Simón ya aparece en el movimiento obrero español. Algunos “radicales” y “federales” de aquella época (1850) se llamaban simonianos. Sin embargo, Núñez Arenas afirma que son las doctrinas de Fourier las que introducen el socialismo en España. Después de terminada la guerra en los Estados Unidos, en la que había tomado parte luchando a las órdenes de Washington, Saint-Simón habíase desplazado a México, donde propuso al virrey establecer un canal que uniera los dos océanos a través del istmo.
La idea central de Saint-Simón aspiraba a “la organización científica de la Humanidad” con la exaltación “a la industria”. Pero entendiendo por “industria” el trabajo, todo lo que hay de creador en el nombre laborioso. Propugnó por una federación europea y por su organización política. Para Saint-Simón había tres clases sociales fundamentales: el clero, la nobleza y la clase “industrial”. En 1821 publica su obra El sistema industrial. Para él no había proletarios: todos eran productores. Prescindiendo del pueblo trataba de establecer los principios de una nueva religión desarrollando sus ideas por medio de un “catecismo de los industriales” y de su obra definitiva: El nuevo cristianismo (1825). No se pueden calificar de socialistas la mayor parte de las ideas de Saint-Simón; pero, teniendo en cuenta la época en que vivió, anterior a la formación del movimiento obrero, puede ser considerado como uno de los precursores del socialismo científico de mediados del siglo XVIII. Según el profesor Jean Dautry, en su prefacio del estudio Saint-Simón, trozos escogidos, Saint-Simón da continuidad a los enciclopedistas y anuncia a Marx. “Pos-enciclopedista y prosocialista –dice-” serían los términos que mejor lo definirían...”
Las teorías de Roberto Owen (1771-1858), el sociólogo inglés, influyen poderosamente en el movimiento obrero británico y en el seno de la Primera Internacional. Su pensamiento se proyectó sobre el primer período de la Primera Internacional por mediación de los dirigentes tradeunionistas. “La naturaleza –decía Owen- nos ha dado un suelo capaz de producir en abundancia todo lo que el hombre desea, más en nuestra ignorancia, hemos plantado el espino en lugar de la viña.” Su socialismo tiene un sentido filantrópico. En una ocasión se dirige a los reyes de Europa “Suplicándoles tomen en sus manos la regeneración social...” Owen trata de demostrar por medio de ejemplos la posibilidad de establecer sociedades, cooperativas modelo, en las que se confundirían obreros y patronos, teniendo los primeros una participación en los beneficios. Siendo director de una fábrica en New Lanark (1800), perfecciona el trabajo y el maquinismo, consagrándose a la vez a la educación de los trabajadores de su empresa y al mejoramiento de sus condiciones de vida. Preconizaba una política de altos salarios, en la época primitiva de la acumulación del capital, que determinaba las condiciones de miseria de las masas que describe Marx en El Capital y Engels en La situación de las clases obreras en Inglaterra. En ese mismo período aparece la acción de los obreros en contra del maquinismo, en el que veían un nuevo instrumento de explotación determinante de una mayor miseria, y las leyes para la protección de las máquinas.
Como otros utopistas, Owen sueña con la creación de comunidades modelo, de población limitada. Realiza en Inglaterra algunos ensayos que fracasan. Más tarde intenta llevarlos a la práctica en América, fracasando igualmente. Con Owen inícianse en Inglaterra la legislación social, la política de reformas, “las leyes de caridad para los pobres” y los primeros fundamentos del derecho obrero. El socialismo inglés vivió bajo la influencia de las doctrinas de Owen durante mucho tiempo. Los owenistas jugaron un gran papel en la formación de los sindicatos y cooperativas ingleses. Los dirigentes británicos que participaron en la formación de la Primera Internacional, en su mayoría obedecían a las influencias del pensamiento oweniano. En esa medida frenaron su acción revolucionaria y fueron, hasta nuestros días, el pensamiento conservador y reaccionario que impidió el desarrollo del movimiento obrero internacional de acuerdo con principios y concepciones verdaderamente socialistas y revolucionarias.
Charles Fourier (1772-1837), del que ya existe constancia de que ejerció alguna influencia directa en el movimiento obrero español por medio de ciertos intelectuales radicales de aquella época. Sus teorías fueron conocidas y divulgadas por los periódicos revolucionarios de aquel período. “La felicidad del pueblo no puede encontrarse más que en la Asociación”. “Saltibanques del progreso en tanto vea uno en vuestras sociedades un enfermo falto de socorro, o un hombre en plena validez falto de trabajo y de pan, vuestro sistema no será más que una caricatura social, ausente de razón, de luz y de espíritu religioso...” Las violencias de la Revolución Francesa le horrorizaban porque, en el fondo, no era más que un reformador social. Fourier exaltaba el principio de “asociación” con la creación de ciudades modelo, ciudades perfectas en las que desaparecerían todos los males sociales y el hombre alcanzaría la suma perfección. Esperaba encontrar un día un potentado filantrópico que pusiera a su disposición su fortuna para con ella convertir en realidad su teoría ofreciendo el primer ejemplo de una ciudad modelo, de un falansterio. Esperando este potentado se pasó la vida. En 1842 publícanse en España por primera vez las obras de Fourier. “Más tarde –dice Núñez de Arenas en su estudio sobre el movimiento obrero español- propáganse las ideas fourieristas por medio de la “Democracia Pacífica”, que tuvo la habilidad de hacerlas aceptar incluso por los capitalistas...”
Esteban Cabet (1788-1856) es otro de los hombres que influyen en el movimiento obrero español, sobre todo en Cataluña. Comunista utópico, en 1842 publica su libro Viaje a Icaria, que ha tenido una gran influencia en el desarrollo de las ideas socialistas impregnadas de un cristianismo primitivo. Después de Owen y Fourier, Cabet es otro utopista que intenta convertir en realidad sus ideas y los sueños de su Icaria.
En su crédito comunista dice: “Yo quiero la comunidad por la opinión pública; yo quiero un régimen transitorio durante el cual la propiedad sea mantenida; yo soy, más que revolucionario, un reformista; yo soy un demócrata; yo apoyo los esfuerzos de todas las sectas que quieren el progreso, de los socialistas, de los sansimonianos, de los fourieristas, invitándoles a no detenerse en el camino.” “Yo diré a los reformistas: Yo deseo que nos concedan la reforma parlamentaria. A los socialistas: Yo hago votos porque nos concedan la Asociación de los trabajadores. A los fourieristas: Yo seré igualmente, dichoso si os facilitan el establecimiento de un gran número de falansterios. Más yo no soy ni hebertista ni babounista...”
El documento que daba por constituida la comunidad icariana constaba de 183 artículos. Trátase en realidad, de toda una pieza constitucional en la que se establecen derechos, deberes, normas políticas, de relaciones de todo orden, de familia, de sociedad, de trabajo, etc., como si se tratara de sus principios generales: Fraternidad, Igualdad, libertad, Unidad, Solidaridad, Comunidad y Religión, dan una idea de cuáles eran las concepciones fundamentales de Cabet, que trataba de plasmarlas en realidad con la realización de su famosa comunidad icariana. De esta sociedad aparecía como gerente Cabet, y como gerente y director de ella se marchó a tierras de América, donde, al poco tiempo de establecerse, se producía un poco el fenómeno bíblico de la Torre de Babel: nadie se entendía, y Cabet, agobiado por el fracaso, vivió el tormento de todas sus consecuencias.
Salud Camaradas Revolucionarios.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria. Socialismo o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net