Partir de
1860, la vida del movimiento obrero comienza a manifestarse con cierta
intensidad, saliendo poco a poco de los efectos de la represión iniciada
en 1848. Así como aquella época la situación de diferentes países
era muy similar, el resurgir del movimiento obrero en 1860 ofrecía
igualmente muy parecidas realidades.
En 1862, diez
años más tarde de la disolución de la Liga Comunista, celebrábase
en Londres una Exposición Universal que aprovecha Marx para establecer
contacto con los numerosos grupos de obreros que acuden a visitarla.
Las delegaciones de Francia fueron muy importantes.
El 5 de agosto,
Marx organiza una fiesta de confraternidad internacional en Free Mason’s
Tavern, local facilitado por la masonería de Londres. En esta reunión
fue lanzada la idea de crear “Comités de Trabajadores para el intercambio
de correspondencia sobre las cuestiones de la industria internacional”.
Esta idea anticipaba la organización de la Asociación Internacional
de los Trabajadores de todo el mundo, sin excepción de razas ni de
colores. Marx, con la creación de Comités de Relaciones, seguía el
mismo proceso que había determinado la constitución de la Liga de
los Comunistas. Sin embargo, su idea central era la de crear una dirección
internacional que unificara los movimientos obreros nacionales contribuyendo
a su desarrollo. El proyecto se enfrentaba con serias dificultades.
Marx establecía una táctica para ir eliminándolas.
Hasta los propios
enemigos de Marx reconocen que realizó el trabajo con gran habilidad
y diplomacia para asegurar su éxito. El nuevo tipo de organización
que correspondía a las realidades de aquella época, escapaba a las
bases orgánicas que habían sustentado a la Liga Comunista y a las
formulaciones ideológicas establecidas en el Manifiesto Comunista.
En 1862 existía un movimiento sindical de cierta importancia que agrupaban
los trabajadores, al margen de sus concepciones filosóficas. La idea
de agrupar todas las fuerzas del proletariado era el objetivo fundamental,
pero el camino para lograrlo ofrecía grandes dificultades. El manifiesto
inaugural elaborado por Marx es una verdadera obra maestra. Hacía falta
conciliar tendencias opuestas; los proudhonianos, los amigos de Blanc
y los cooperadores, en Francia; los cartistas y los sindicatos, en Inglaterra;
los amigos de Mazzini, en Italia, y los partidarios de Lassalle, en
Alemania.
Pocos meses
más tarde (1863), con ocasión de una insurrección en Polonia, organizase
en Saint James Hall, de Londres, un mitin internacional de solidaridad
en su favor, con cuyo motivo encuéntranse nuevamente varios de los
dirigentes que habían asistido a la fiesta de confraternidad internacional
celebrada durante la Exposición Universal. En este mismo año fúndase
la Asociación General de Trabajadores Alemanes presidida por Fernando
Lassalle, que tanta importancia habría de tener en el movimiento obrero.
El 28 de septiembre
de 1864, bajo la presidencia del profesor Beesly, celebrose un importante
mitin en Martin’s Hall de Londres, en el que intervienen Tolain, por
Francia; Wolf, secretario de Mazzini, por Italia, y Marx, verdadero
inspirador de la reunión, por Alemania. Es en esta reunión donde queda
acordada la creación de la Asociación Internacional de los Trabajadores.
En el mitin
se nombra un consejo encargado de redactar el proyecto de estatutos
de la Asociación para ser presentados a un Congreso que se proyectaba
celebrar el año siguiente en Bruselas. Componían este Comité representantes
de Inglaterra, Francia, Italia, Polonia, Suiza y Alemania. Más tarde
incorporaronse representantes de otros países, hasta unos cincuenta
miembros en total. El domicilio social fue establecido en Londres, 18
Greek Street. La primera reunión del Consejo general elegido tuvo lugar
el 5 de octubre 1864, en la que se examinaron los problemas de carácter
general y local, cotizaciones, etc., y se eligieron subcomisiones. El
Comité acordó reunirse todos los martes a las 8. En la reunión fue
designado, asimismo, un Consejo Central integrado por: Odger, presidente;
Weeler, tesorero, Gremer, secretario; Le Lubex, por Francia; Wolff,
por Italia, y Marx, por Alemania. Un criterio centralista propugnado
por Wolff fue rechazado, prevaleciendo el punto de vista de Marx sosteniendo
que la asociación debería inspirarse en principios federalistas para
respetar cierta autonomía de las secciones. Una organización de composición
heterogénea no podía encerrarse en un marco estrecho. Había que superar
las formas rígidas del pasado, los métodos de organizaciones secretas,
carbonarias, para interpretar abiertamente ante las masas las nuevas
realidades sociales de la clase obrera. La posición de Marx encuentra
su expresión más acabada en el llamamiento a los trabajadores y en
los propios Estatutos de la Asociación, ambos documentos elaborados
por él.
Es curioso
observar cómo, poco tiempo más tarde, el grupo Mazzini y después
los anarquistas combatirán despiadadamente a Marx, acusándole de “autoritario”,
tratando de justificar así su política intrigante y de división que
les lleva a escindir la Internacional.
El Congreso
Central reuniose el 18 de octubre de 1864 designando los cargos del
mismo. El 1º de noviembre del mismo año vuelve a reunirse. En esta
reunión Marx lee el proyecto de Estatutos y de un llamamiento;
con unas enmiendas sin importancia ambos trabajos fueron aprobados unánimemente.
El Consejo acordó dar las gracias a Marx, Weston y Lubex “por la
elaboración de un llamamiento tan admirable”. La cuestión
de imprimir los Estatutos fue dejada para otra reunión.
El Congreso
proyectado no se llevó a efecto; en su lugar celebrose lo que puede
considerarse como la primera Conferencia formal de la Asociación y
que tuvo lugar en Londres del 25 al 29 de septiembre de 1865. En esta
Conferencia desarrollose un amplio trabajo, dejando centrada la actividad
de la Asociación. Los diferentes delegados dieron cuenta de la situación
de sus respectivos países. La verdad es que el balance no era nada
optimista. A excepción del delegado de Suiza, todos aportaron
impresiones poco halagadoras. Los amigos de Lassalle estaban apartados
y los primeros trabajos no habían logrado grandes éxitos en los sindicatos
ingleses ni entre los amigos de Proudhon en Francia. Los sindicatos
ingleses eran potentes y ricos, pero sus Estatutos “mezquinos y rigurosos”
no les permitían hacer nada. De otra parte, a excepción de un
reducido grupo, la mayoría de los dirigentes no querían saber nada
de la acción política, y entendían por acción política los trabajos
de la Internacional. Los litigios que aparecen siempre al principio
de la organización de todo movimiento imponían una sensible pérdida
de tiempo.
“El Consejo
General –dice Franz Mehring en su libro Carlos Marx- destacó con
su presidente Odger, su secretario general Cremer y algunos otros vocales
ingleses, a Marx y sus dos principales colaboradores en los asuntos
internacionales; Eccarius y Jung, un relojero suizo residente en Londres
que hablaba a la perfección el alemán, el inglés y el francés. De
Francia acudieron Tolain, Fribour y Limousin, todos los cuales habían
de desertar, años más después, de la Internacional y, con ellos,
Schily, un viejo amigo de Marx ya desde 1848, y Varlin, uno de los héroes
y mártires de la Comuna de París. De Suiza vinieron el encuadernador
Dupleix, en representación de los obreros latinos, y Juan Felipe Becker,
un antiguo cepillero y agitador incansable, representando a los obreros
alemanes. De Bélgica, César de Paepe, que se había dedicado al estudio
de la medicina siendo aprendiz de cajista de imprenta hasta alcanzar
el título de médico.”
Marx, en nombre
del Consejo, propuso la celebración del primer Congreso de la Internacional
para el año siguiente -1866- en Ginebra. Los franceses proponían “que
todo el que exhibiera un carnet de afiliado tendría voz y voto en el
Congreso; que para ellos era una cuestión de principio, puesto que
entendían así el sufragio universal”. La propuesta fue rechazada,
prevaleciendo el principio de representación por medio de delegados,
defendido por Eccarius y Cremer.
En la conferencia
fue elaborado, en líneas generales, el orden del día del Congreso:
trabajo cooperativo, reducción de la jornada, trabajo de la mujer y
del niño; pasado y porvenir de las organizaciones sindicales, influencia
de los ejércitos permanecentes en el nivel de vida de las clases obreras.
Todos ellos fueron aprobados por unanimidad. Sólo dos puntos provocaron
amplia discusión. Uno, presentado por los franceses, que exigían que
figurase en el orden del día: “Las ideas religiosas y su influencia
en el movimiento social, político e intelectual”. Marx y los que
coincidían con su pensamiento político combatieron la propuesta francesa
considerada como un problema que escapaba a la acción de la Internacional
y sobre todo para ser examinado en su primer Congreso. No obstante la
opinión de la oposición, la propuesta fue aceptada por 18 votos contra
13. El otro punto había sido propuesto por el propio Consejo y trataba
sobre las intrigas del zarismo en la política europea y sobre la defensa
del principio “del derecho de las naciones a gobernarse por si mismas”
pidiendo el establecimiento de una Polonia independiente sobre bases
democráticas y sociales. La propuesta fue aceptada. En la conferencia
fue aprobado igualmente el proyecto de los Estatutos provisionales elaborado
por Marx, que sería presentado al Congreso.
El Consejo Central de la Asociación Internacional de los Trabajadores, después de las nuevas incorporaciones, quedaba constituido de la siguiente forma:
George Odger,
presidente; George W. Wheeler, tesorero; Carlos Marx, secretario para
Alemania; G. P. Fontana, secretario para Italia; J. E. Holtorp, secretario
para Polonia; Herman P. Hung, secretario para Suiza; P. V. Lebez, secretario
para Francia; Willian R. Cremer, secretario general.
El Consejo
General estaba integrado por 27 ingleses, 9 franceses, 6 italianos,
2 suizos, 9 alemanes y 2 polacos.
Salud Camaradas.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria. Socialismo o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net