Antes de la llegada del Proceso Revolucionario, la situación de las tierras en el campo lindaba con la desolación ¿Qué ha sido de los habitantes de esos pueblos? Que han tenido que salir de sus viviendas, alejarse de los campos regados con el sudor de su frente y emigrar muchos de ellos a las grandes ciudades formando los cinturones de miseria que las circundan, maldiciendo quizá en su interior a la tierra que los vio nacer y no les facilitó un pedazo de ella para sustentarse, y eso que, al levantar sus ojos para despedirse de las llanuras y valles, han visto terrenos incultos que les hubieran proporcionado pan y trabajo.
Al ver el proceder de los latifundistas para con los vecinos del pueblo de su propiedad, nos viene al recuerdo la amenaza del profeta Isaías: “¡Ay de vosotros los que juntáis casa con casa y campo con campo hasta el término del lugar! ¿Acaso habitaréis vosotros solos en medio de la tierra?” Para los burgueses no es el trabajador de las ciudades o del campo o de la mar, coetáneo suyo, donde se esconde el secreto y la respuesta al enigma venezolano, sino en la explotación, en el saqueo de su trabajo, en la dominación y en la esclavitud.
Debajo de esa historia de sucesos fugaces, historia bullanguera, hay otra profunda historia de hechos permanentes, historia silenciosa, la de los pobres trabajadores del campo y de la ciudad que un día y otro, sin descanso, se levantan antes que el sol, los unos a labrar las tierras propiedad de un latifundista y los otros a cumplir con sus faenas en los distintos medios de producción capitalista; y un día y otro son victimas de las exacciones autoritarias y se les saquea el fruto de su trabajo. Cuando se opone el individualismo al colectivismo y se habla de la iniciativa, se olvida que tal iniciativa no es más que una acción social manifestada en un individuo. El individuo es un producto; y el colectivismo, ¿no es un producto del individualismo? Esta sociedad burguesa está hecha para el que tiene dinero, y el que no lo tiene que se joda y se muera.
Los socialistas manifestamos el criterio de marchar unidos con los trabajadores del campo y la ciudad: lucharemos ahora, bien solos, bien al lado de los partidos aliados que se propongan este doble fin (restablecimiento del socialismo y eliminación de la explotación) a condición de que sus actos sean serios y honrados y de que no se encuentren en contradicción con las aspiraciones de los obreros y campesinos. El socialismo es una forma entre otras de la organización de las masas. El socialismo es una institución salvadora en la que cada marginado, cada injuriado, cada víctima de la injusticia social, hallará, no el apoyo compasivo sino solidaridad positiva, verdadero compañerismo, fuerza necesaria para su satisfacción y justificación.
Estamos en contra de lo que muchos compatriotas “revolucionarios”, llaman pacto de caballeros con la burguesía, con la burguesía no hay pacto posible, esas castas están todo el tiempo con el cuchillo trapero escondido en la manga para apuñalarnos por la espalda. (Recordemos el 11 de abril 2002 y el sabotaje petrolero) Ya es hora de que afrontemos con leyes inexorables las calamidades de estos tiempos, los más azarosos que he visto en casi sesenta años y de presenciar la corriente viva de la historia, donde la impunidad campea por todas partes. Ya es hora de oponer a los atrevimientos de la burguesía leyes inexorables, algo más que el asombro seguido de resignación fatalista, algo más que las maldiciones murmuradas, algo más que las protestas, semejantes a cohetes que estallan con luces y ruido, apagándose al punto en cobarde silencio. Forzoso es que alguien, sea quien fuere, clame ante la faz atónita del pueblo, incitándole a contener enérgicamente las insensateces de estos canallas, que nos trajo la especulación y la miseria, que la están desarrollando y extendiendo atropelladamente, tropezando con la tragedia y levantándose con arrestos, que un día proclaman alegría de paz y al siguiente nos llaman a mayor guerra, y ahora, arrastrados de la fatalidad, se ven en el forzoso compromiso de agrandar la acción ofensiva con amplitudes desproporcionadas, que no tendrán cabida en el marco de nuestro estado económico.
Que el pueblo hable, que el pueblo actúe, que el pueblo se levante, en el sentido de vigorosa erección de su autoridad; que no pida a la burguesía lo que ésta, enredada en la maraña de su conspiración, no nos puede dar ya; igualdad y verdad en las informaciones, orden, serenidad y juicio de sus actos políticos. Unidos todos, encaminemos hacia su término la lucha contra la opresión y la desigualdad, añadiendo la lucidez del entendimiento, en cuanto se relacione con la política nacional e internacional. Apaguemos de un soplo los cirios verdes que alumbran a la oposición golpista y fascista, llamada por mal nombre “Mesa de la Unidad”, vergüenza y escándalo de Venezuela, y pongamos fin a las persecuciones inicuas de estos tiranos, al enjuiciamiento caprichoso, a los asesinatos selectivos de nuestros dirigentes, a los abusos y vejámenes, con ultraje y desprecio de los derechos más sagrados del pueblo. No temamos que nos llamen socialistas anarquizantes, que esta resucitada Inquisición ha descubierto el ardiz de tostarnos en las llamaradas de la calumnia. Ya nos han dividido en dos castas: buenos y malos. No nos turbemos ante esta inmensa ironía. Rellenemos las filas de los malos que burla burlando, a la ida contra el enemigo, seremos los más, y a la vuelta los mejores.
Cuando un país se queda, por una u otra circunstancia, atrasado respecto a otros en la marcha del progreso de la cultura, suele sentir vivas ansias de recobrar el camino perdido y hace grandes esfuerzos para alcanzar a los que se le han adelantado. Tal está sucediendo con Venezuela, que, está trabajando por todos los medios para ponerse en ciencias, letras, artes e industrias a la altura de los países más cultos, consiguiendo un verdadero renacimiento. Para ello envía a algunos de sus hijos a estudiar al extranjero; cuyos estudios atestiguarán a las futuras generaciones el estado intelectual, moral y de cultura de la Venezuela contemporánea.
No por patriotas, sino por los mayores enemigos de la patria, debemos tener los socialistas a la burguesía que hoy tratan de llevar el país a la destrucción y ocultándonos el triste estado a que la ambición los condujo ¿Cuándo acabarán de entender que la política del Estado debe ser la justicia social y la igualdad, en nivelar al pueblo por sus méritos y no por eso que titulan cuna? Pero ¿para quién son ya una noticia las dificultades, las verdaderas resistencias que los burgueses están oponiéndole a la Revolución? La cuestión está ya resuelta en la conciencia del pueblo, y siempre que las masas se emancipan de un prejuicio, se produce una lucha entre la conciencia que se ilumina y la resistencia pasiva del antiguo estado de cosas. Al principio, el poder de la inercia es tan fuerte y la conciencia tan débil, que la primera tentación para emanciparse de un prejuicio aparece como una locura.
El socialismo supone una transformación de la moral burguesa, puesto que incluye una humanización de las relaciones entre la sociedad, es decir, supone que los valores que en el capitalismo jerarquizan la convivencia o subordinan unos individuos a otros dejan de cumplir tal función precisamente porque la posesión, que es el medio de encumbrarse y de adquirir valor, se ha hecho imposible. Esto demuestra que el socialismo es, el término hacia el que necesariamente desemboca el capitalismo.
Esto es aplicable a todos aquellos que, educados en las concepciones económico-sociales que dominan en el capitalismo, cierran sus ojos a la evidencia y no ven las doctrinas socialistas que no son más que la explicación de lo que en derredor de ellos pasa.
—Es el satisfacer, a la vez que los intereses de estos señorones burgueses hechos piña apretada, su soberbia y su amor propio heridos por la resistencia de los que no comen su pan y no tienen venda en los ojos.
—Los pendejos y los pobres tenemos que impedir seguir explotados por estos apátridas que siguen mamando de esa teta grandotota que se llama Venezuela. Hay que concientizar e ideologizar al pueblo y quitarle los grillos de la cabeza, porque la ignorancia es el camino de la explotación y la tiranía.
—La superioridad moral del socialismo ante las demás organizaciones políticas motivará la simpatía que seguirán profesándole todos sus seguidores.
—No hay más colectivismo racional que el predicado por el socialismo.
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