En verdad, la situación planteada en el país no puede verse de forma aislada del contexto internacional y más concretamente, de la particularidad del territorio latinoamericano. En este caso, es inevitable y obligado, tomar en cuenta los recientes acuerdos entre el gobierno de Uribe Vélez, presidente de Colombia y Barack Obama, su homólogo de Estados Unidos. Lo curioso es, que este binomio apostó a la ocupación militar norteamericana, instalando siete bases que afectan a Venezuela por su ubicación fronteriza con el territorio colombiano e igualmente a Ecuador y Brasil. Estos dos últimos, con gobernantes aliados a nuestro país. Con la abierta amenaza de fuerzas militares extranjeras, se destapa el juego preconcebido del ajedrez, con clara pretensión de darle un jaque a nuestro Presidente Hugo Chávez, quien, con la determinación que lo caracteriza, no tardó en responder contundentemente, acerca de la necesidad del país de “mantener la paz, preparándonos para la guerra”. Los medios de comunicación privados no se hicieron esperar, manipulando la información a discreción para descalificar a Chávez y acusarlo de incitar a un conflicto bélico entre los dos países. La matriz de opinión totalmente distorsionada, favorece en todo momento, la presencia de un ejército asesino en la región suramericana, ese mismo, que mata niños en Afganistán, Irak, Palestina. Los ataques desmedidos a la Revolución Bolivariana, persiguen influir en la posición adversa de individualidades del mundo entero que desconocen la verdadera situación en Venezuela. Llama la atención, las arremetidas del gobierno Israelí contra la política revolucionaria venezolana. Podemos inferir entonces, que el plan para derrocar a Chávez si existe. Aquí en Venezuela, hay un cambio significativo y profundo, por ello el poder de las minorías aliadas al gran capital internacional ya debilitado, busca recomponerse.
No hay dudas, en Latinoamérica hay un despertar de los pueblos, un repunte del movimiento popular y esto no es del gusto ni la medida de las oligarquías que siempre actúan como la mano ejecutora del imperialismo estadounidense. Las siete bases militares en Colombia pusieron en estado de alerta a las Repúblicas que construyen nuevas alternativas económicas y de producción, ante la gran crisis del capitalismo mundial, y cuyo norte es la independencia alimentaria, tecnológica y darle al pueblo el poder de decidir su propio destino.
Cuando la oposición venezolana y los gobiernos de otros países firmemente aliados a la gran potencia norteamericana, como Israel y Colombia, agreden al Presidente Chávez, es porque comparten los mismos intereses, odian al pueblo humilde, aborrecen la inclusión social y consideran a la sociedad civil como una élite de la más acaudalada clase social con gran poder económico. Las recientes visitas de varios presidentes y autoridades del medio oriente, China y otros países a este lado del mundo, muestran la importancia que ha venido adquiriendo América Latina. El Presidente de la autoridad Nacional Palestina, busca el apoyo para la creación del estado palestino que incluyen los territorios ocupados por Israel en Jerusalén, el presidente de Irán firma acuerdos bilaterales de carácter económico y tecnológico. Esta realidad tiene de cabeza al gobierno norteamericano, que ya expresó por medio de su embajador, que “no tiene intenciones agresivas” contra nuestro país. ¿Para qué las armas y soldados de los Estados Unidos en Colombia? La fuerte matriz mediática contra las naciones del ALBA, hace evidente la estrategia de acabar con el proceso unitario del Sur. La presencia paramilitar colombiana en Venezuela, recrudecerá la violencia interna, la inseguridad y secuestros para causar el fenómeno del cansancio en la población y luego dar el zarpazo, que es el golpe de estado contra el comandante Chávez.
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