Lo que sigue es una propuesta cultural, un proyecto que presento en forma abierta a todos los lectores de aporrea, y cuya implementación, como se comprenderá tras una atenta lectura, es parte esencial en el avance de nuestro proceso revolucionario hacia una sociedad socialista, proceso en el cual la cultura no es ni puede ser un elemento secundario, sino de primer orden, tal como el comandante Chávez lo ha expresado a menudo: la revolución será cultural, o no será. He aquí, pues, la Red de Espacios Musicales Alternativos (R. E. M. A.), una propuesta relativa al desarrollo de la MÚSICA POPULAR desde una perspectiva comunal, cuya aplicación constituye una alternativa al monopolio actual de la música clásica y académica en tanto que repertorio y cultura vehiculados —más allá de todo pretexto de inclusión social— en forma prioritaria por el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela.
Nota preliminar
La presente propuesta trata exclusivamente del arte musical popular y de su medio natural: la comunidad. Siendo músico venezolano, con una experiencia internacional que se extiende hoy a más de 40 países, fue la intensa labor comunal desempeñada durante una década en un barrio de Caracas (Sarría, 1977-1987), lo que sentó las bases de mi carrera como músico. Este proyecto está fundamentado, por lo tanto, en una experiencia concreta y no en una especulación idealista acerca de las condiciones comunales necesarias para el desarrollo del arte musical popular.
I. Del arte musical popular
Por arte musical popular entendemos todas las formas musicales desarrolladas fuera del ámbito académico clásico, originadas en el talento expresivo del pueblo y cultivadas mediante sus propios métodos y formas de aprendizaje. Estas formas musicales se renuevan constantemente y suelen mezclarse unas con otras para formar nuevos estilos y géneros, creando y recreando los códigos vivos de una interacción permanente, gracias a la cual el pueblo aporta de continuo una versión genuina y actualizada de su expresión, y reafirma por ende su libertad.
Es necesario señalar que al hablar de “música popular” no nos referimos a la música folclórica. El adjetivo “popular” nos remite a un amplio conjunto de géneros y estilos musicales cuyo origen no se limita a la música folclórica, de carácter patrimonial y originada en tradiciones ancestrales. Por supuesto, la música folclórica es también considerada “música popular”, pues tiene su origen en el pueblo, pero en la misma no puede monopolizarse el amplio espectro que comprende lo popular. La música popular engloba, antes bien, todas las formas musicales aparecidas en la sociedad tanto en el pasado como en el presente, ya que el significado del adjetivo “popular” no se agota en lo patrimonial, lo tradicional, sino que se extiende a lo que pertenece al pueblo en todo momento (pasado, presente y futuro); lo popular constituye, pues, una expresión viva, directa, cuyo origen no es el medio clásico, ni su vocación la academia. Históricamente, la academia y el repertorio clásico son también patrimonios, tradiciones de una cultura bien específica, pero éstos no tienen precisamente un origen popular.
La música popular es un elemento representativo de la absoluta espontaneidad y libertad creativa del pueblo en su autodeterminación identitaria, y se origina invariablemente en las comunidades. El Estado venezolano, por lo tanto, debe, tal como se menciona en el Artículo 100 de la Constitución Nacional, reconocerla, respetarla y promoverla bajo el “principio de igualdad de las culturas”. Tiene la obligación de darle un apoyo al menos equivalente al que le da actualmente a la música clásica a través de nuestro celebrado sistema de orquestas.
II. Origen comunal de la expresión artística popular
1. La comunidad como fuente y destino. Nuestras comunidades, aun siendo ricas en manifestaciones culturales diversas, a menudo no llegan a desarrollarlas y devienen, por decirlo así, verdaderas canteras de desperdicio artístico. Pero no es el desperdicio del potencial artístico del individuo como objeto de valor comercial lo que nos preocupa en nuestro proceso de cambios hacia una sociedad socialista. No nos interesa la profesionalización del artista en tanto que futuro vendedor de su talento. Nos interesa, en cambio, el desarrollo y la optimización de sus capacidades dentro del ámbito de una integración social, no de una integración comercial.
Una sociedad socialista, entendida en forma integral, reivindica la interdependencia entre el individuo y su entorno, y considera los beneficios individuales como propios del colectivo. La sociedad deviene una extensión del individuo y no una instancia diferenciada contra la cual lucha y a la cual tiene que vencer. Contrariamente a esto, la sociedad capitalista, de cuya esencia surge la falsa concepción de un antagonismo necesario entre individuo y sociedad, niega e impide deliberadamente que la expresión artística del individuo sea también expresión de un colectivo, que tenga dicha doble pertenencia. Pero la expresión artística popular, sin su elemento comunal de origen, es apenas una imitación de sí misma.
2. El hábitat ético-estético de la expresión popular. El arte, desde un punto de vista comunal, dista mucho de la concepción burguesa según la cual la expresión artística es un acto individual y un fin en sí misma, independiente de todo contexto original colectivo. Cuando hablamos del arte desde una perspectiva comunal, nos referimos a la sola forma de arte que consideramos éticamente posible: la del arte en tanto que acto integral, contextual, surgido de una realidad que delata en el individuo-artista su pertenencia a un colectivo. La comuna donde vive el artista se expresa virtualmente en sus obras, no sólo su propia persona. Contrariamente a lo postulado por el capitalismo, el innato potencial artístico del individuo no basta para generar una expresión artística que refleje la realidad; no puede faltar en la obra la influencia directa de las condiciones de vida comunales del artista (esto es, sus condiciones de vida reales), las cuales constituyen aquello que, en retrospectiva, confiere legitimidad a la realidad de su expresión.
En el modelo capitalista, la sociedad cosifica la expresión artística en un hecho abstracto, subjetivo y exclusivamente personal. La creación deviene entonces un fenómeno “individual”, “independiente”, adscrito a una figura jurídica acomodaticia que permite su pronta conversión en producto mercantil. Quedan así el artista y su obra separados del contexto comunal inicial, cual bienes de consumo expropiados a la comunidad. Y ésta, al ir perdiendo a sus artistas, quienes son extraídos de su seno hacia un mercado donde terminan a menudo desangrados, se convierte en un lugar desierto, sin alma propia, o bien se convierte en un espacio meramente geográfico, donde el arte y la presencia de manifestaciones culturales no sólo son un fenómeno cada vez más raro, sino además disociado. ¿Cómo podría ser de otra manera en comunidades sometidas al rompimiento de su ciclo natural de expresión identitaria, o lo que podríamos llamar una alteración de su hábitat ético-estético?
3. Vulnerabilidad, mimetismo y dependencia cultural. La comunidad, desprovista de su propia cosecha, y viéndose limitada a nutrirse exclusivamente del exterior, no sólo termina padeciendo un empobrecimiento de su propio potencial artístico, de su fertilidad ético-estética, de sus defensas identitarias naturales, sino que deviene más vulnerable y propensa a la enajenación cultural. Dentro de un contexto de vacío cultural propio, toda información recibida termina por convertirse en un brazo de transculturización y por ende de alienación.
La incidencia de contenidos estéticos foráneos produce en la comunidad debilitada un efecto contrario al de las creaciones propias de una cultura local sólida: desmiembra, separa, individualiza, rompe continuidades generacionales e introduce en el individuo espejismos e ilusiones irrealizables. Es así como terminan por aparecer en los miembros de una comunidad desmembrada (membra disjecta) los signos evidentes de una conducta imitativa, acomplejada, compulsivamente reproductora de lo foráneo, devenida exógeno-dependiente y endógeno-repulsiva. Una conducta visceral y persistente en su negación de lo próximo, propia de individuos auto-confinados a dimensiones ficticias y cuyo aislamiento de la realidad objetiva culmina en una disociación que los condena al auto desprecio.
4. Liberación creativa. Las únicas defensas reales que tienen las comunidades —y por ende la sociedad entera— frente a un peligro constante de sub-culturización son, pues, el cultivo y práctica de actividades artísticas propias, sin lo cual todo cuanto detentan de potencialmente positivo para su armonía y equilibrio se lo lleva el capitalismo.
Con objeto de evitar esto, las comunidades deben ser dotadas —por un Estado socialista, anticapitalista y antiimperialista— de medios para su propia defensa. Defensa que constituye una necesidad de primer orden y que implica la implementación de un proyecto de envergadura. Es indispensable la creación de bases estructurales eficientes con las cuales poner en práctica el desarrollo de la expresión artística libre, intuitiva, espontánea, sin la imposición de modelos ni referencias acabadas de otras culturas. Posibilitar la liberación creativa —a través de medios artísticos universales tales que el teatro, la danza, la pintura, la fotografía, la poesía, la escultura, la música y otros— es una prioridad impostergable.
III. Aspecto contextual del presente proyecto
La música ha sido siempre una de las expresiones artísticas más relevantes del pueblo venezolano, pero también una cuyo potencial de integración comunal ha sido altamente subestimado. Podría pensarse que esta afirmación, en un país como Venezuela, cuna del mundialmente celebrado Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles (SOIJ), constituye un signo de mala fe. Sin embargo, hay razones para afirmarlo, y ello sin negar en absoluto la importancia ni los méritos de dicho sistema.
Si observamos bien, no es precisamente el potencial comunal lo que el mismo promueve. En su acercamiento —no obstante meritorio— a los más recónditos sectores de la población venezolana, el “sistema” colecta talentos que luego son instruidos en la ejecución de un repertorio musical europeo (incluidas sus estructuras formales correspondientes), y no de repertorios locales, populares, actuales ni autóctonos. Éstos siguen quedando en manos de la radio y la televisión…
La orquesta clásica, que es la estructura nominal del “sistema de orquestas”, simplemente no puede —a pesar de sus eventuales esfuerzos— abordar con propiedad, con adecuación, con pertinencia, con solvencia ni con autoridad las diversas sonoridades de la música popular contemporánea (en buena parte basada en instrumentos eléctricos, sintéticos, etc.), ni aun de la música folclórica (repertorio afrodescendiente, indoamericano, etc.). Estas formas musicales disponen de sus propios instrumentos, técnicas y métodos. En cuanto al medio ambiente práctico y real del “sistema”, éste es el conservatorio, la academia, no la comunidad.
Es así como gracias al filtro cultural inmanente a la música clásica (el cual es desafortunadamente reminiscente de nuestra histórica condición colonial), un amplio abanico de formas musicales vivas y populares queda automáticamente excluido. Se trata de formas a veces autóctonas, otras simplemente propias de las tendencias de vida locales de nuestras clases populares. A las cuales diversos —y muy cuestionables— intentos de adaptación clásica no logran en modo alguno “honrar”, sino apenas reutilizar y descontextualizar, sin llegar a retribuir a las fuentes originales un aporte artístico proporcionalmente válido.
Es por lo tanto difícil no advertir en el mencionado “sistema” la existencia manifiesta de una clara tendencia culturizante sobre lo popular. En este sentido, aun al aportar elementos y medios artísticos a una población en descuido, el “sistema” emplea sutiles procedimientos coloniales de "substitución cultural", lo cual lleva a cabo reclutando talentos y luego "culturizando" allí donde supuestamente no hay aún cultura, sino "potencial artístico bruto".
Aun teniendo dicho “sistema” el mérito incuestionable de contribuir al desarrollo y continuidad de la cultura europea en nuestras tierras (mérito que celebramos, pues no pretendemos negar en lo absoluto el valor de dicha cultura), la captación por parte del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de jóvenes en situación de exclusión social no justifica un reemplazo del “tronco” principal de nuestras raíces, ni una sub-valoración (por omisión) de la variedad, universalidad y complejidad de la cultura musical popular a la cual la comunidad, como célula esencial de la cultura, nos remite de continuo.
Vale señalar que la mencionada intencionalidad culturizante de dicho “sistema” no es un hecho puntual ni accidental. Se trata más bien de la naturaleza misma expansionista de la cultura a la cual el mismo representa, convencida históricamente de su superioridad y por regla general acostumbrada a imponerse allí donde se encuentre.
No obstante, el éxito que el “sistema” ha tenido en nuestra nación se debe, a parte de dicho expansionismo, también a dos factores concretos: la legendaria perseverancia de su fundador, el maestro José Antonio Abreu, y la forzosa ausencia de una iniciativa similar o comparable por parte de los sectores populares de nuestra cultura.
Claro que sería vano —y hasta cruel— comparar la desigualdad de oportunidades que prevalece entre ambos actores: por un lado tenemos al emblemático maestro clásico, culto, fundador de academias, benefactor altruista —con influencia política transgubernamental—, y por el otro tenemos a los músicos autodidactas, no académicos, dichos “de calle”… Es una comparación tan inútil como cualquier apología que intentaran hacer los pobres frente a su proverbial desventaja. Los músicos populares ya han hecho bastante con lograr afinar sus raídos instrumentos y entonar sus cantos sublimes, llenos de optimismo, en medio de una marginación consistente, sistemática.
No es un secreto que la música clásica siempre ha tenido la exclusiva bendición de la clase dominante en nuestro país, a diferencia de la música popular. De esta última siempre ha habido una percepción degradante por parte de los miembros de la clase dominante, quienes, sin poder ser realmente considerados “cultos” ellos mismos, han no obstante sembrado en el inconsciente colectivo de nuestro pueblo una axiología cultural pro-europea, elitista y antipopular.
Por esta razón, la creación de un sistema defensivo con el cual las comunidades puedan preservar los contenidos propios de su expresión artística es a todas luces necesaria. Se trata de uno de los aspectos cruciales de nuestra lucha de clases (su parte cultural), la cual pasa por una reivindicación pragmática de los fundamentos comunales originales de la expresión artística.
La expresión musical popular, hay que señalarlo, es universal, pero “vuelta” marginal. Constituye una multitud de expresiones musicales actuales y autóctonas de las más diversas culturas del mundo, la cual ha evolucionado al margen del capitalismo y ha tenido generalmente poca visibilidad; incluyendo aquellas formas musicales que no han podido llegar hasta nosotros, que han sido históricamente prohibidas y arrancadas de su contexto original (el comunal) a través de las épocas. Unas más, otras menos, pero todas ejemplos expresivos extirpados de su medio y víctimas de la dominación y el sometimiento al cual por muchísimo tiempo han estado sujetas sus comunidades de origen.
La confrontación es, pues, histórica e inevitable, y la razón por la cual el Presidente Chávez ha dicho que la revolución tiene que ser cultural, es que la cultura no constituye un elemento accesorio de los pueblos, sino un aspecto esencial de los mismos: el de su identidad. En tal sentido, los modos y formas expresivos de la clase históricamente dominante no pueden ser los mismos con que se expresa el pueblo, ya que los elementos de su expresión (o estética) no pueden serle suministrados por su opresor. El pueblo no puede expresarse a través de ellos ni hacerlos suyos sin traicionarse a sí mismo. Es obvio que todo propósito de identidad comienza por el factor ético, y que a éste está indisolublemente vinculado el estético.
Si la ética de la clase dominante no se corresponde con la ética de las clases populares, la estética de aquélla no puede corresponder con la estética de éstas. La creación y la expresión artística dicen mucho de la verdadera soberanía de una sociedad: la cultural. Ésta es la identidad misma de los pueblos.
En un proceso revolucionario de cambios sociales como el nuestro, no podemos olvidar la vigencia de esta dialéctica de dominación histórica, la cual trasciende hasta nuestra mal llamada era “post-colonial”. Por ello nunca enfatizaremos demasiado la responsabilidad que tienen las actuales instituciones revolucionarias en devenir instrumentos para un verdadero cambio de paradigma cultural.
IV. Necesidad de un “sistema” popular paralelo
El presente proyecto propone crear estructuras que proporcionen a la música popular oportunidades de desarrollo similares o equivalentes a las que tiene la música clásica en nuestro país, y ello haciendo énfasis en el carácter integral, comunitario, no académico del entorno comunal que le es propio. Es un hecho que las formas naturales de estudio y evolución de la música popular no corresponden a las de la academia, debido a que las técnicas de composición e interpretación son aprendidas y desarrolladas en forma diferente que en el conservatorio.
La formación del músico popular es expresión directa de un hecho comunal espontáneo y tan natural como la música misma que interpreta. El flujo de conocimientos transmitidos y asimilados deviene un fenómeno orgánico en la intimidad convivial del entorno comunal.
La formación de músicos profesionales en el medio clásico tiene, en cambio, la particularidad de crear en cierta forma funcionarios de orquesta. El músico en el mundo clásico se encuentra en un contexto donde su talento puede ser concebido y catalogado en función de una jerarquía piramidal, cuantificable. Tal vez sea la única forma de mantener y desarrollar el trabajo específico que dicha música demanda, pero de cualquier manera el medio académico crea en fin de cuentas una comunidad a parte de la comunidad misma.
V. Los Centros Comunales de Integración Musical
La Red Espacios Musicales Alternativos (R.E.M.A.), que consiste básicamente en un sistema de Centros Comunales de Integración Musical, está concebida en función de un cambio radical de paradigma cultural y responde a una necesidad profunda de transformación social. Entre otras cosas, esta red provee una estructura que es crítica, en sí misma, de cualquier utilitarismo cultural, como aquel que ve en la actividad artística popular un simple instrumento de prevención delictiva, o bien un dispositivo complementario antidrogas. Tal concepción, propia de un panfletarismo pseudo-socialista, intrascendente, reformista y superficial reduce la importancia del arte popular a una actividad de relleno social, y, lo que es aun más grave, no ve inconveniente en que el talento comunal sea utilizado en detrimento de su propia identidad cultural, poniéndolo en manos de una estética culturizante, eurocentrista y hegemónica.
Los Centros Comunales de Integración Musical comenzarían a ser instalados en las comunidades de forma experimental mediante módulos "pilotos", los cuales luego se extenderían progresivamente por todo el territorio nacional. Para ponerlos en funcionamiento, los mismos requieren de facilitadores o facilitadoras, los o las cuales NO necesitan haber egresado de escuelas tradicionales de música (conservatorios, academias musicales, etc.). Éstos sólo deben dar constancia de una actividad musical confirmada en tanto que músicos en ejercicio. Los facilitadores obtendrán, eso sí, una adecuada formación acerca de los lineamientos generales del proyecto y sus bases conceptuales, así como sobre la particularidad de su condición de facilitadores-motivadores (FMs) de la iniciativa musical comunal, y NO en tanto que dirigentes de ésta.
VI. Concepto del trabajo musical en los Centros
La línea musical del trabajo realizado en estos Centros será sólo definida por los participantes comunales mismos, en modo alguno por los Centros. La libertad en este sentido es total y el rol de los FM es puramente asistencial. Estos núcleos tendrán por ello mismo el deber de informar y orientar respecto de la diversidad de legados y corrientes musicales actuales existentes en el mundo, haciendo énfasis en las expresiones de tipo autóctonas y populares de la región. Para ello se organizarán charlas periódicas con otro tipo de facilitadores, los facilitadores itinerantes (FI), cuya función específica es la de visitar los Centros donde sea propicia la temática particular de su dominio. La organización general de este tipo de actividades, como la de todas las demás actividades del proyecto, está llevada a cabo a partir de una oficina central llamada Dirección General de Centros Comunales de Integración Musical (DGCCIM), responsable máximo de la gestión de Centros, y debe depender del Ministerio del Poder Popular para la Cultura o de cualquier otra instancia pertinente disponible para la recepción y sostén del proyecto. Los costos están por definirse, pero por la sencillez del mismo —en comparación con el sistema de orquestas—, puede estimarse que la puesta en marcha este proyecto y su gradual desarrollo no supondrán la afectación de un presupuesto oneroso.
VII. Objetivo de los Centros
Los Centros Comunales de Integración Musical (CCIM) vendrían a cubrir una importante laguna en el sector cultural musical de nuestro país, ayudando entre otras cosas a erradicar de la psicología de nuestro pueblo la errada óptica predominante —impuesta por el modelo capitalista— que promueve o profesa la "producción" de talentos. A ello se responderá con hechos concretos y mediante la prueba práctica de que la comunidad, ante todo, es el órgano principal de la sociedad y que la música —como tantas otras formas de expresión artística— es uno de sus elementos propios: que es en la comunidad donde se genera, donde “vive”, donde se cultiva y donde mejor se expresa.
Sin música la comunidad enmudece, se “seca”, empobrece su alma. No podemos decir que la música sea el alma toda de la comunidad, pero es incuestionable que siempre ha sido un elemento importante de la misma; uno de cohesión, de integración, con un gran potencial identitario y unificador. Y como se ha dicho infinidad de veces, la música es también un lenguaje universal; pero uno que fertiliza colectivos, que inventa sus modos propios comunales. Así como nos identifica, la música ayuda a crear al mismo tiempo nuestras identidades.
También se probará y pondrá en práctica en estos centros que la música no pertenece a los músicos, sino a todos los seres humanos, tanto a quienes la hacen como a quienes la escuchan o la bailan; y que todos integramos su fenómeno, el cual imprime nuestra huella cultural en el tiempo y en el espacio. Tomemos como ejemplo a los gitanos, y veamos la importancia que tiene la música en el seno de esas comunidades errantes de la historia, segregadas, excluidas, marginadas y perseguidas. La música fue siempre su fuerza de cohesión, su forma de vida, su resistencia, su impermeabilidad y hasta su subsistencia. La influencia que luego su música tuvo y sigue teniendo sobre tantas otras músicas del mundo, incluyendo las músicas llamadas "cultas", es no sólo incalculable sino la prueba misma del poder comunal inherente de la música.
Este poder es a menudo un aspecto suyo muy subestimado. Miremos alrededor, en nuestra propia geografía: ¡cómo abundan similares ejemplos! Si bien es cierto que el poder popular de la cultura se manifiesta principalmente a nivel de la comunidad, no hay dudas que entonces la comunidad, históricamente, tiene a uno de sus mejores aliados en la música.
La Red de Espacios Musicales Alternativos y sus Centros Comunales de Integración Musical son el reconocimiento mismo de la música en tanto que expresión, parte y derecho de la comunidad; su creación e implantación en el panorama cultural de la nación constituye, por lo tanto, una sentida respuesta institucional-revolucionaria en protección de este derecho.
VIII. Nota ideológica final
Una sociedad socialista debe formar individuos para el aporte a la sociedad, y es sólo mediante este aporte que reviene a ellos cualquier satisfacción personal en forma de calidad de vida. En ella la satisfacción de los propósitos individuales sólo puede ser alcanzada a través de propósitos meta-individuales, los cuales constituyen el único orgullo moralmente válido dentro del socialismo. Estos propósitos sociales son la forma más elevada de proyección del individuo: en ellos el mismo ya no es considerado como un fin en sí, sino como parte de una realidad integral, supra-membral. Dejan superado el egoísmo fomentado por el capitalismo y fundan una revolución cultural que comienza en las comunidades, donde todos los individuos forjan una identidad colectiva superior a la suma de sus partes. Identidad cuyo carácter natural confiere a la cultura local la solidez suficiente para hacerse impenetrable y defenderse sola, y que representa la máxima expresión de los pueblos. Identidad, en definitiva, que más allá de toda satisfacción individual produce lo que, con toda razón y pertinencia social, gustamos en llamar «SATISFACCIÓN PATRIA». ===== ◊◊◊ =====
(*) Fernando Xavier Padilla Delgado, CI: 6.049.781 (músico venezolano residente en París, Francia)
www.reverbnation.com/xavierpadilla
http://itunes.apple.com/us/album/tools-for-tales/id343664648