Este cambio, creemos, se debe tratar por entendidos en temas diversos y por varias ramas del conocimiento que afectan al bienestar del pueblo y las relaciones de los hijos con sus padres. Como introducción a estos estudios, consideramos el modo en que el nuevo conocimiento va a transformar, y probablemente transformará aún más, las relaciones político-sociales entre capitalismo y socialismo. Tenemos que pensar no sólo ni siquiera principalmente en los efectos deliberados del conocimiento, sino también, y más particularmente, en el conocimiento como fuerza natural que produce resultados satisfactorios socialmente. El conocimiento requiere la ética; “lo peculiar es que se deseen otros fines”, claro que si la buena conducta es popular, los fines tienen que ser los deseados por grandes sectores populares. Es un asunto cuantitativo, un asunto de mejora gradual, de aprendizaje temprano, de experimento educacional. El nuevo conocimiento es la causa de los cambios políticos económicos, sociales y psicológicos impulsados por la Revolución, que hacen nuestra época a la vez difícil e interesante.
El Gobierno Revolucionario, en combinación con el pueblo, cuya influencia que, antes dependía de la miseria y la impotencia, han hecho todo cuanto estaba en su poder para producir el cambio necesario para evitar ese desastre político-social en el que la burguesía trataba de enterrarnos. Afortunadamente, los cambios que están en marcha en el país han sido más fuertes que el egoísmo individual. Los cambios están inevitablemente producidos por los cambios políticos económicos y sociales que afectan a la comunidad. Con el aumento de la sensación de seguridad se ha producido inevitablemente un aumento de bienestar. Lo que limitaba al pueblo en el pasado era la necesidad de solidaridad y de la mutua cooperación. En la actualidad es la Revolución la que proporciona la seguridad y la cooperación, de modo que el pueblo puede permitirse el lujo de la solidaridad en la parte de su vida que dirige colectiva e individualmente.
En la actualidad, las instituciones, todavía están en las garras de los prejuicios morales de la burguesía y las religiosas que hacen imposible tratar los problemas sociales de una manera científica. Tenemos que darnos cuenta de que, mientras los perjuicios burgueses y la ética tradicionales sean tenidas en cuenta por las viejas políticas y los métodos patrocinados por estas viejas instituciones no pueden ser empleadas por ninguna institución del Estado. Con instituciones demonizadas, adaptadas a la edad de las religiones, tal esclavitud mental podría ser prolongada durante mucho tiempo, tanto más cuanto habría muchos políticos renegados enquistados en las filas revolucionarias que se prestarían a ayudar a cerrar la mente del pueblo. La ignorancia y el conocimiento real les enseñan a ser hipócritas con nuestros camaradas. Por otra parte, la ignorancia real, cuando se consigue mantenerla, es generalmente una fuente de escándalo y angustia, que hace difícil la adaptación del pueblo al medio.
Los oposicionistas nos dicen y afirman que el país está en mal estado, (claro la Revolución no defiende sus intereses) pero no existe la menor razón histórica para suponer que el sistema capitalista que nos ofrecen sea una salida mejor. Nuestros males comenzaron con la inexorabilidad de la llegada de los conquistadores europeos, de los cuales son producto la religión Católica y sus descendientes los oligarcas que sostienen que el pacifismo es anticristiano. Que casi exterminaron a los aborígenes a través de muchas edades, enriqueciéndose con el valor de lo conquistado; por lo tanto, es una ventaja de los vencedores en la lucha por el Poder. Lo que en Venezuela necesitamos es racionalidad, tolerancia y la comprensión de la interdependencia de las naciones desarrolladas imperialistas. Tales consideraciones son las que debemos mirar, y no volver a los tiempos oscurantistas IV republicanos. La burguesía, hay que decirlo, ha causado nuestros males; pero la falta de desarrollo no los curará. Sólo una inteligencia de desarrollo socialista puede hacernos más fuertes y felices.
Creo que con esta crisis de la decadencia del imperialismo sólo nos puede hacer bien. Tenemos que reconocer inmediatamente que el nuevo sistema socialista no puede arraigar de tal modo aun en la mente del pueblo, si los hábitos ortodoxos del capitalismo que nos inculcaron desde la niñez no son erradicados completamente de nuestras mentes. Nuestros recuerdos y nuestros hábitos están unidos a la estructura del cerebro, del mismo modo que un río está unido a la estructura del cauce. El agua del río cambia siempre, pero sigue el mismo curso porque las lluvias anteriores han abierto un canal. Igualmente los hábitos capitalistas han abierto un canal en nuestro cerebro y nuestras costumbres (hábitos) corren a lo largo de dicho canal. Lo que necesitamos saber no es dogma religiosa ni capitalista, sino una actitud de concienciación, combinada con la creencia de que la tortura de millones por la exclusión y la miseria no es por ninguna razón tolerable, ya la inflija el capitalismo o una Deidad imaginada a semejanza de cada creyente.
Cuando uno examina el argumento de la forma de vida del consumismo insostenible promovido por la burguesía capitalista, es asombroso que la gente pueda creer que el planeta Tierra pueda subsistir, con todas las cosas que hay en ella, con todos sus defectos, fuera lo mejor que la omnipotencia y la omnisciencia han logrado producir en millones de años. ¿Creo que, si la burguesía tuvieran la omnipotencia y la omnisciencia y millones de años para perfeccionar el mundo, no producirían nada mejor que el Ku-Klux-Klan o el fascismo? Además, si se aceptan las leyes ordinarias de la ciencia, hay que suponer que la vida humana y la vida en general de este planeta desaparecerán a su debido tiempo: es una fase de la decadencia del sistema solar; en una cierta fase de decadencia tenemos las condiciones y la temperatura adecuadas, y durante un corto período hay vida. El capitalismo está acortando ese período de tiempo. La luna es el ejemplo de lo que le va a suceder a la tierra; se va a convertir en algo muerto, frío y sin vida.
El país necesita mentes y corazones abiertos, donde la educación tienda a la libertad mental en lugar de a encerrar la mente en la armadura del dogma; y estos no pueden derivarse de rígidos sistemas, ya sean viejos o nuevos. Los argumentos usados a favor de la existencia de Dios cambian de carácter con el tiempo. Al principio eran duros argumentos intelectuales que representaban ciertas falacias completamente definidas. Al llegar a la época actual, se hicieron menos respetables intelectualmente y están cada vez más influidas por una especie de vaguedad moralizadora. No creo en Dios ni en la inmortalidad ¿Quién hizo a Dios? Si decimos esto, entonces hay que pensar que hubo una deidad superior que dio órdenes a Dios. Y no creo que Cristo fuera el mejor y el más sabio de los hombres, aunque le concedo un grado muy alto de virtud moral. Nosotros somos los que tenemos que determinar nuestra forma de vida, no la naturaleza, ni siquiera la naturaleza personificada por Dios. Estas sencillas preguntas nos muestran que aún pensamos.
Tenemos que hacer de nuestra Venezuela lo mejor posible, y si no es tan buena como deseamos, después de todo será mejor que la burguesía ha hecho de ella en todos estos años. Un país bueno necesita conocimiento, bondad y valor; no necesitamos el pesaroso anhelo del pasado, ni el aherrojamiento de la inteligencia libre proferidas desde hace mucho tiempo por esta burguesía esclavista e ignorante. Necesitamos un criterio sin temor y una inteligencia libre.
manueltaibo@cantv.net